No sé tu lector, pero yo nunca he sabido de un equipo de futbol que después de haber ganado una final y obtener el trofeo que lo acredita como campeón del torneo, se presente ante la Federación Mexicana de Futbol a impugnar el resultado. Y es que eso sería antinatura.
Tampoco sabía de un candidato o candidata a un puesto de elección popular, que después de ganar una reñida batalla electoral y ya con su constancia de mayoría en las manos, impugnara el resultado.
¿Estás hablado en serio aprendiz de columnista?, porque eso es imposible. ¿A quién podría ocurrírsele semejante barbaridad?
Se le ocurrió a Ana Miriam Ferráez Centeno, diputada federal electa por el distrito X de Xalapa y a quien ya le dieron su constancia de mayoría. La señora dijo hace tres días en una entrevista, que así como el candidato perdedor Américo Zúñiga Martínez impugnó el resultado de la elección, ella también hizo lo mismo.
Órale.
Que impugne quien pierde es hasta natural, pero que impugne el que gana… ah bárbaro.
¿Qué alega Ana Miriam?
Que ganó por más votos de los que le acreditaron. “Yo también impugné unas casillas, me parece que son 28 o 30 casillas, que de darme la razón el proceso de impugnación me daría una diferencia de más de 4 mil votos a mi favor” dijo textual.
Futa…
Con el debido respeto que me merece, ¿tendrá idea de lo que quiere decir impugnar? Porque creo que no.
De acuerdo con el diccionario de la RAE, la palabra proviene del latín “impugnare”, que significaba combatir. Pero en la Roma antigua era propia del lenguaje militar y significaba ataque.
En la actualidad, impugnar es exigir la nulidad de una disposición o de un acto, recurriendo a leyes o reglamentos vigentes.
Si nos basamos en lo anterior, al impugnar el resultado de los pasados comicios, Ana Miriam está atacando o combatiendo el resultado de su triunfo y exigiendo su nulidad.
Caray, ¿habrase visto?
Y es que de entrada, está aceptando tácitamente que hubo chanchullo en la jornada comicial; que no fue limpia y mucho menos transparente.
En palabras llanas lector, Ana Miriam está escupiendo para arriba.
De momento lo que sigue es esperar el veredicto de. Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que puede voltearle la tortilla a la buena mujer.
¿Qué hará si del plato a la boca se le cae la sopa y anulan la elección? ¿Caer en la incongruencia de pedir que siempre no la anulen?
Por lo pronto y si desea evitar el ridículo, urge que cambie (pero en serio, a la voz de ya) a quien la asesora en política electoral. Porque si este sujeto o sujeta le aconsejó que impugnara su triunfo, o es muy ignorante o le está jugando chueco a la señora.