* La lista de Rocío Nahle * Los proscritos, futuras víctimas * Así comenzó Javier Duarte y terminó en una masacre * Veracruz se tiñó de sangre * A Nahle le gusta guardar silencio
MUSSIO CÁRDENAS ARELLANO
Publicada en mussiocardenas.com
7 de junio de 2024
Tirana, tiranuela, en Rocío Nahle comienza a asomar el Javier Duarte que lleva dentro, la vena represora, la intolerancia hacia los que disienten, los que la exhiben, los que no le dicen lo que quiere oír.
Uno de sus corifeos, identificado como el célebre Chuletas, antes amanuense de los Yunes azules, suelta una lista de periodistas incómodos como aquella que Javier Duarte, el ladrón gordobés, hizo filtrar una vez que se dispuso a desgobernar y luego saquear a Veracruz.
A los proscritos del gobierno morenista que está por venir, vía un correo electrónico masivo, les llaman por su nombre y medio, les imputan el pecado de sostener una línea crítica a la zacatecana de verdad por su atropellada y accidentada campaña electoral, les dicen que no habrá convenios de publicidad, como si algunos de ellos se murieran por difundir las sandeces cotidianas de Rocío Nahle a cambio de una paga.
La difamaron, dice el libelo. La insultaron y la atacaron. Andan con la cola entre las patas, aducen. Y “desde aquí estaremos muy al pendiente de que no se quieran colar al barco de la 4T y del Gobierno de Rocío Nahle después de lo que hicieron”.
Lo dicho es para botarse de risa, pero la forma es lo de menos. Lo relevante es la intención. Y lo que entraña. Y la consecuencia de vida para los periodistas que, por supuesto, están en la mira. Y el costo político para Rocío Nahle si algún genio, de Morena o no, del crimen organizado o no, le hace el favor.
Plata o plomo, pues, como la mafia, como el narco.
Aunque la plata es para los serviles y el plomo sería para los críticos.
La sentencia va contra Notiver y su director Alfonso Salces Fernández; los Gibb de La Opinión de Poza Rica; la Crónica de Tierra Blanca, de los Haaz; Gráfico de Xalapa, de José Luis Poceros; Grupo FM de Veracruz, propiedad de Félix Malpica Valverde; el portal Versiones, de José Ortíz Medina; Al Calor Político, de Joaquín Rosas Garcés; Plumas Libres, de Lilia Baizabal; Libertad Bajo Palabra, de Armando Ortíz; Veraz, de Claudia Guerrero Martínez; AVC-Noticias, dirigido por José Antonio Villagrán; Entorno Político, de Quirino Moreno; Gobernantes, de Carlos de Jesús Rodríguez; Urbis, dirigido por Rodrigo Barranco Déctor; Faro Digital; XEU, de la familia Pazos; Espejo del Poder, propiedad de Raymundo Jiménez.
La amenaza alcanza a los columnistas Ricardo Chúa Agama, Oved Contreras, Andrés Timoteo, Andrés Salomón Pérez, Lulú López, Ingrid Mora Forbasch, Luz María Rivera, Gilberto Haaz Diez, Bernardo Gutiérrez Parra, Sergio González Levet, Aurelio Contreras, Omar Zúñiga, Edgar Hernández, Manuel Rosete Chávez y Arturo Reyes Isidoro.
La prensa crítica suele lidiar con estos amagos. Se sacude los odios de los poderosos. Los torea. Los enfrenta o los deja pasar. Pero Veracruz tiene un antecedente que detonó una escalada criminal.
En 2010, a dos días de concluir el gobierno de Fidel Herrera Beltrán, se filtró un libelo similar. Fue el mensaje para 10 periodistas. Algunos fueron embestidos, encarcelados, golpeados y una de ellas, la siempre admirada Regina Martínez, asesinada.
En aquella lista figuraban Regina Martínez, corresponsal de Proceso; Jorge Manrique, al que El Cisne Alberto Silva y Duarte le armaron un cuatro para imputarle extorsión y en tiempo récord lo sentenciaron; Claudia Guerrero, directora del portal Veraz, autora de la columna Entre lo Utópico y lo Verdadero, sobre quien vaciaron toneladas de lodo en bodrios periodísticos y escritos infamantes además de ataques a su casa y negocios a manos de la pandilla de malvivientes que eran –y son– los 400 Pueblos, de César del Ángel, ya fallecido, y qué decir del talentoso Andrés Timoteo, autor de Texto Irreverente, columna de Notiver, que una vez ultimada Regina fue alertado que “el que sigue eres tú”, y halló el cobijo de organizaciones defensoras de periodistas y salió del país.
Otros periodistas habían –habíamos– en esa lista siniestra. Manuel H. Naranjo, cuya columna El Flechador era un misil de varios megatones; Elfego Riveros, director de Radio Teocelo; Mussio Cárdenas, autor de Informe Rojo, a quien la policía estatal tenía instrucciones de aprehender sin causa alguna y confinarlo en cualquier prisión, sujeto a tortura sólo por haber tundido a Duarte en campaña y haber documentado aquella juerga en el restaurant Piquitos, en Coatzacoalcos, en la que, ebrios todos, el líder petrolero Carlos Romero Deschamps recibió un “beso de caballeros” –labio contra mejillita— del gobernador Javier Duarte.
También fue enlistado Antonio Trujillo y Perdomo, titular de Verba Brava, columna bravísima; Filiberto Vargas, autor de Punto de Vista y entonces jefe de Información del portal Gobernantes.com, cuyo director y propietario, Carlos Jesús Rodríguez, fue aprehendido por causas penales que le reactivaron para confinarlo en una prisión y tundirlo a golpes hasta casi matarlo, y Manuel Rosete Chávez, director de Formato 7, y autor de las columnas Apuntes y Consenso, quien dio a conocer el escrito-amenaza en una columna titulada “Diez periodistas al patíbulo”.
Se trataba de una fotocopia cuyo punto central, amén de los nombres de los periodistas, citaba un presunto documento titulado “Medios de Comunicación en Veracruz. Agenda de Riesgos”. Citaba que los 10 periodistas eran observados en cuanto a su línea, su crítica, su relación o distancia hacia el goberladrón Duarte.
En mayo de 2011, medio año después que Javier Duarte asumiera el poder, comenzó la represión. Jorge Manrique fue aprehendido el 8 de mayo; Carlos Jesús Rodríguez, el 10; Mussio Cárdenas, quien se hallaba en Jalapa, fue alertado, el 11, que la policía iba por él; tramitó amparos, desactivó teléfonos, se mantuvo en la sombra y salió de Xalapa y viajó a Coatzacoalcos.
Todo por recordar que Duarte le plantó un beso a Romero Deschamps. Ja. Duarte le bajó de “güevos” cuando en la prensa nacional exhibieron ese pasaje y se cuestionaban si cuando bebe se le voltea el chirrión.
Meses después comenzó la masacre de periodistas en Veracruz. Fueron asesinados Milo Vela, su hijo Misael, su esposa Agustina, y la reportera Yolanda LOrdaz de la Cruz, de Notiver, con una saña bárbara.
“Pórtense bien”, soltó el regordete Duarte y activó la masacre de periodistas en Veracruz, algunos críticos de su desgobierno, otros metidos en la nota roja donde se tiene que lidiar con los hechos de sangre pero más, mucho más, con la presión de los cárteles que dictan la línea, qué se puede publicar o no, y hasta tienen un reportero que sirve de “enlace” en cada región.
Y luego vino el crimen de Regina Martínez, apenas acabando de publicar los nexos que le atribuían al círculo ultra cercano al ex gobernador Fidel Herrera Beltrán con la delincuencia organizada. Y siguieron muchos otros –Luna, Huge, Esteban, Goyo, Moisés, Rubén Espinoza, Anabel y decenas más.
Con Duarte, Veracruz alcanzó un estatus infame: la peor entidad para el ejercicio del periodismo en el país con mayor número de comunicadores asesinados a nivel mundial.
Y todo comenzó con una carta que se convirtió en sentencia. Primero fue la soberbia, luego la persecución y al final la muerte.
El círculo de Rocío Nahle ya dio el primer paso. El Chuletas, cuyo ídolo es Juan Javier Gómez Cazarín, líder de Morena en el Congreso de Veracruz y allegadísimo a la virtual gobernadora, es señalado de lanzar el mensaje.
Y Rocío Nahle calla. Y calla porque ese es su estilo. En grupos de Whatsapp ve alguna crítica y no refuta, ni aclara. Sólo dice que lo evalúen. Y todos se lanzan a descalificar.
Por eso su silencio dice todo.
Para la prensa servil, plata.
Para la prensa crítica, plomo.
Ojalá que no.