De siempre, porque es perder el tiempo, no me ocupo ni respondo cuando algún mercachifle, que no periodista, un mercenario del periodismo, alude a mi persona, por sí o porque le pagan para hacerlo.
Lo hago ahora porque me da el buen pretexto para reafirmar en forma pública mi postura personal y profesional respecto al proceso electoral que está por definirse legalmente.
De entrada, debo decir que desde que me inicié en el oficio y profesión del periodismo supe que era una ocupación de riesgo. El 10 de mayo pasado cumplí 54 años de correrlo todos los días, sin dejar de tenerlo siempre presente.
En un libelo, que deja la idea de que lo ordenó Rocío Nahle o que ella lo dictó, para amenazar a muchos medios y periodistas críticos de varios puntos del estado, o que no nos dedicamos a aplaudirle, se me incluye; una lista de quienes “atacaron, difamaron e insultaron a Rocío Nahle y Familia”. (Familia con mayúscula, cuánta rastrería).
Según el camaján de Rocío, o Rocío misma, ando, andamos “con la cola entre las patas”, ya que caí, caímos, “muy bajo” en la forma de ejercer el periodismo y me fui, nos fuimos, “al basurero de la historia política de Veracruz” (ji ji), y estoy, estamos, “más que señalados”. ¡Chin! Si no me envían a Pacho Viejo voy a ir a parar en el paredón en el nuevo gobierno.
De tal forma que “en los próximos 6 años no tendrán cabida en ningún rincón de la estructura del Gobierno del Estatal (sic), ni en ninguna secretaría donde busquen un convenio por muy chiquito que sea, el estigma por lo que hicieron los marcará en los próximos años, y desde aquí estaremos muy al pendiente de que no se quieran colar al barco de la 4T y del Gobierno de Rocío Nahle después de lo que hicieron”.
Señora, qué deplorable que a menos de 48 horas de que se proclamó nueva gobernadora, de que la autoridad electoral ni siquiera la ha declarado Gobernadora Electa, y a tres días de que en México se conmemore el Día de la Libertad de Prensa, inaugura su nueva condición amenazando a una buena parte de la prensa veracruzana.
De entrada y de antemano, expreso mi más amplia solidaridad a mis compañeros que son señalados, así como a los trabajadores de los medios que se citan, y manifiesto mi más enérgica condena a cualquier amago o amenaza directa de parte de quien se dice nueva gobernadora de Veracruz. Nunca antes en la historia política del estado un gobernador, veracruzano de verdad, inició con un intento de represión a la libertad de expresión.
Cuando usted adopta esa actitud, nos da la razón por qué no queremos que llegue al gobierno. Lo primero que muestra por delante es su talante de represora, en lugar de llamar al diálogo y a la unidad de los veracruzanos, de trabajar juntos por el progreso y bienestar de Veracruz y de los veracruzanos.
He sido claro en mi postura: como veracruzano simple y sencillamente no quiero que gobierne el estado alguien que no es originario de Veracruz. Me parece ofensivo que habiendo tantos valores locales, se nos imponga a alguien de fuera. Originaria de Zacatecas, usted ha dejado muchas muestras de que no conoce el estado. Tal vez me domine el localismo, puede ser, pero esa es mi postura como ciudadano. Si finalmente los órganos legales la declaran gobernadora, la aceptaré, aunque siempre con mis reservas.
Como periodista, me he echo eco de los señalamientos en su contra por presuntos actos de corrupción, falta de transparencia como funcionaria, abuso de poder, tráfico de influencias, entre otros, porque se han exhibido en forma pública documentos que sustentan los dichos. Usted va en vías de tener fuero y es la hora en que solo de palabra ha negado todo, pero no ha presentado una sola prueba que la aleje de toda sospecha.
Si finalmente va a ser gobernadora, lo que digan los tribunales, como ciudadano, como veracruzano de verdad, quiero que se siente en el sillón principal del palacio de gobierno un hombre o una mujer honestos, que garanticen el buen manejo de los recursos de los veracruzanos. Los veracruzanos estamos hartos de los gobernantes pillos, y usted debe darnos la seguridad de que no lo es.
El trabajo de todo periodista es señalar, denunciar, nunca ser complaciente con los hombres y las mujeres del poder o en el poder. Su función, como la de los servidores públicos, es servir a los intereses de la sociedad. Un periodista es también un servidor público, aunque no tenga los sueldazos de los funcionarios, ni sus privilegios, ni sus mansiones, ni sus yates, ni sus ranchos, ni sus vehículos de hasta dos millones de pesos.
La señora iba mal en la campaña, entre el electorado. Entonces me buscaron hasta seis emisarios que querían que hablara con figuras del cuitlahuismo o del equipo de ella. Me proponían un trato a cambio de un pago (“pide cien, doscientos, esta oportunidad no se te va a presentar hasta dentro de seis años”). Mi respuesta fue siempre que no me interesaba, les dije que no iba a cambiar mi línea. Al final ya no me pedían que le aplaudiera, sino que por lo menos no la mencionara, ni para bien ni para mal, que no la criticara por lo que publicaba Castagné. Que guardara silencio.
Por un prurito profesional busqué tener la información y fotografías de sus actividades, lógicamente para publicarlas en el portal Referente, que trabajo con mis hijos. Busqué puentes, nunca lo logré. Algunas veces me dijeron que solo era para sus amigos. De todos modos obtuvimos el material y lo publicamos sin cobrarles un solo peso.
Buscar y obtener publicidad no es ningún delito ni algo vergonzoso. Un medio es una empresa que vende espacio y productos y que, como todas, busca tener un margen de ganancia. En nuestro caso, no hemos corrido con suerte. No gusta mi línea crítica. No solo no nos dan publicidad sino que hemos sufrido represalias (de Javier Duarte; en el gobierno de Yunes Linares ni siquiera el saludo nos dio alguna vez el titular de Comunicación Social; en el gobierno actual estamos proscritos, pero sobrevivimos). Nunca hemos vivido del gobierno.
No se me olvida que cuando intentaban cañonearme, un gestor, buen amigo, compañero del puerto, me dio a entender que era un riesgo no aceptar. “¿Y si gana?”, me disparó a bocajarro. Le respondí que seguiría haciendo periodismo, el que vengo haciendo. Le expliqué que simple y sencillamente seguiríamos sufriendo acoso, represalias, exclusión, pero que luego de tantos años ya estábamos acostumbrados.
A quienes nos advierten, nos señalan, nos amagan, nos amenazan, se les olvida el dicho de que no hay mal que dure cien años. El gobierno tiene fecha de caducidad: solo seis años. El político en el gobierno se va, el periodista se queda. El periodista se queda e incluso el gobernante saliente termina en la cárcel, como Duarte. En ese espejo se deberían de ver todos, de cualquier partido.
Mi compromiso es con mis lectores, con la sociedad, con los veracruzanos. También, de siempre he sabido que la relación prensa-gobierno nunca ha sido fácil, pero que es posible llevarla o sobrellevarla con base en el diálogo y en el respeto; zapatero a tus zapatos, a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. El periodista en su tarea, el gobernante en la suya.
Si finalmente la señora Nahe llega al gobierno, con todos sus asegunes, si hace las cosas bien lo habré de consignar, si no, también, a costa del riesgo que pueda correr.
El gobierno de Cuitláhuac García Jiménez se ha caracterizado por encarcelar a sus enemigos políticos sin justificación alguna. Por lo que acaba de asomar, el de Rocío Nahle, si se da, se caracterizará por reprimir a los periodistas y medios críticos. A ver cuántos paramos en la cárcel o fuera de Veracruz. ¿Ya lo ve, señora? Ahora resulta que una zacatecana llega a amenazar a los periodistas veracruzanos en su propio estado.