Él se llamaba Emiliano, tenía apenas 12 años y cursaba el primer grado de secundaria. Vivía en el municipio de Paraíso, Tabasco. Recibió 3 balazos en el abdomen que le arrancaron la vida y acabaron con los sueños de una familia.
No se sabe el motivo que tuvieron los agresores para disparar contra el menor, pero esas balas penetraron también en el corazón de una sociedad que no puede permanecer indiferente ante el avance de la delincuencia y de las muertes que a su paso van dejando, porque el silencio, la indiferencia y la justificación de los hechos nos hace responsables.
“No me quiero morir” Esa última frase es el grito desesperado de un país que está siendo secuestrado por la delincuencia, sin que haya alguien que intervenga en su defensa; la autoridad sólo hace presencia para levantar cuerpos ya sin vida o, como en el caso de Emiliano, para trasladarlos a un hospital donde seguramente fallecerán, porque para nadie es un secreto las condiciones del sistema de salud y de los hospitales, donde no hay equipos, medicamentos y en muchos casos ni siquiera hay médicos.
“No me quiero morir” Es la voz de un país que está tendido sobre la acera, en la misma calle donde antes transitaron sus buenos tiempos, sus alegrías y también sus ilusiones de un mejor tiempo con mejores condiciones para todos. Y eso fue justamente lo que le llevó a abrir la puerta apenas un poco de tiempo atrás.
Nunca imaginó lo que ocurriría. No está claro si previamente hubo algún diálogo, algún ofrecimiento o alguna promesa. Lo cierto es que el país confió y abrió sus puertas completamente. Vinieron entonces las acciones inesperadas, los jaloneos, las amenazas, los gritos y después las detonaciones mañaneras.
Las balas penetraron el abdomen y lastimaron gravemente el interior del cuerpo, afectando la armonía de su vida cotidiana. Cada segundo que transcurría iba aumentando el miedo por la incertidumbre de un buen resultado.
Personas bien intencionadas se acercaron tratando de ayudar, mientras otras solo observaban. Empezaron las críticas y también las defensas; los reclamos y también las justificaciones; las acusaciones y también los señalamientos de culpabilidad hacia el pasado. Mientras tanto, el cuerpo lastimado iba dando muestra de graves problemas para respirar y exclamó desde lo más profundo de su ser “no me quiero morir”.
México grita angustiado desde el fondo del corazón: “no me quiero morir” y quien debiera atender ese clamor, cierra sus oídos y afirma, como lo hizo en el caso de Emiliano: “es algo que se presentó lamentablemente y, aunque se enojen, como estamos en temporada electoral y todo lo que sea para perjudicarme a mí, más que es mi estado, pues, los corruptos están muy enojados, magnifican todo lo relacionado con violencia; antes callaban como momias y ahora gritan como pregoneros”.
Con esto nos queda claro, que la principal víctima de éste terrible asesinato es como siempre el señor presidente. Porka Miseria.