Esto, casi se acabó, que no el arroz ya se coció.
Los cierres de campaña de Claudia Sheinbaum el sábado en Xalapa y de Xóchitl Gálvez el domingo en Coatzacoalcos prácticamente ponen punto final a las campañas de este que, sin duda, es ya un histórico 2024 electoral.
Como cuando uno se fija una meta en la vida, pero por las circunstancias termina donde menos se lo espera, así concluye la tarea proselitista en Veracruz, con un viraje que está a punto de echar por tierra algo que se pensaba seguro: el triunfo de Morena.
Una encuesta de Polls.mx, con corte al 21 de mayo, refleja gráficamente el comentario: al iniciar el año, el 1 de enero daba a Rocío Nahle una ventaja de 23 puntos, 58%-35%, que se veía prácticamente inalcanzable.
Cuatro meses después, el registro de esa casa encuestadora redujo significativamente la diferencia: 48%-45%, una caída de 10 puntos de Rocío y un crecimiento de 10 puntos de Pepe, una diferencia de solo 3 puntos.
Aunque encuestas internas señalan que Pepe ya la rebasó y tomó ventaja de por lo menos 4 puntos, el registro de Polls.mx ilustra bien la situación verdaderamente dramática en que cayeron Morena y sus candidatos, porque Nahle los arrastra en su caída a todos.
A solo 8 días de ir a las urnas, con la inercia ganadora que trae, se ve irreversible el triunfo de Pepe Yunes. No se puede asegurar lo mismo para el caso de Xóchitl, pero tampoco se puede descartar que pueda dar la sorpresa.
Morena, jugó mal. Por un capricho del presidente, impuso como candidata a una zacatecana. Si ofende a los veracruzanos por ese hecho (tierra de Heriberto Jara, de Jesús Reyes Heroles, de Heberto Castillo), lastima a las mujeres, que son mayoría: 4,190.805 contra 3,871,77 varones.
O sea, entre poco más de 4 millones de féminas que viven en el estado, la mayoría nativas, no pudo encontrar a una sola, a una veracruzana valiosa, para postularla al máximo cargo, lo que es imperdonable.
López Obrador tomó la decisión en forma unipersonal, ignorando al pueblo veracruzano. Ni siquiera intentó la farsa de “consultar” a los 8 millones de veracruzanos. La mujer no conoce el estado, menos a los veracruzanos, su idiosincrasia.
Un veracruzano nativo, de verdad, un “francés”, Arturo Castagné Couturier, le demostró su grave equivocación, porque, además, resultó una presunta corrupta, como nunca se había tenido a alguien, menos a una mujer, en Veracruz. Él mismo le llevó las pruebas hasta el Palacio Nacional, pero no se las quiso recibir.
Envió, además, a la funcionaria de su gobierno con la peor carta de presentación: la de incapaz. Le encargó una de las obras insignias de su sexenio, la refinería de Dos Bocas, y no la pudo concluir, que casi triplicó su costo original y que ya casi a dos años de su inauguración oficial es el momento en que no produce un solo litro de gasolina.
Postuló al mejor ejemplo de todo lo que reniega ante el pueblo mexicano: a una “pecadora social”, como él la califica, a una candidata que habiendo tanta pobreza se traslada en autos “de súper lujo”, “presumida”, “fantoche”, que hace gala de “ostentación” y “opulencia”, que “presume una mansión” (de 50 millones de pesos).
Y nos la quiere enjaretar. Lectora, tápate los ojos para que no veas, porque lo voy a decir como veracruzano de verdad, como en Alvarado, pero también en el sur, en el centro y en el norte, en la Huasteca, en La Mixtequilla, y donde quiera que haya un veracruzano auténtico: qué pendejo te lo hallaste.
Tuvieron seis años para consolidar su movimiento y convertirlo en un auténtico partido, y terminaron pidiendo chichi sobre todo al PRI para poder postular candidatos propios. Es un grupo grandote, pero en realidad una tribu de tribus, que no evolucionó.
En seis años no fue capaz de surgir un líder que los acaudillara, que los guiara, que se convirtiera en autoridad moral, que les diera aliento para seguir con vida ya pronto sin López Obrador.
Quien debía haber cumplido con ese papel, Cuitláhuac García Jiménez, redujo su gobierno a un grupito de familiares, amigos, viejos compañeros de escuela, cómplices, pero nunca entró en diálogo con los veracruzanos, a despertar simpatías y construir consenso para asegurar el voto que iban a necesitar después.
Se olvidó de sus promesas de campaña, cerró las puertas del palacio de gobierno con cadenas, permitió el abuso y la corrupción, y él mismo se convirtió en el represor número uno encarcelando a los enemigos políticos de su gobierno sin tener pruebas de las acusaciones que les hizo.
Algo nunca visto, ordenó y es el principal responsable de la persecución y represión contra los trabajadores al servicio del gobierno del estado, cuando se oponen a aplaudir, pero también a servir, a un partido político que no el suyo y a apoyar a sus candidatos.
Hoy llevan como candidatos a cargos de elección popular a un titipuchal de impresentables, buena parte que ya estuvo en funciones y que dieron muestras de ser una verdadera nulidad, aunque sí aprendieron a vivir, y bien, del presupuesto. Muchos debieran estar en prisión.
Y el estado, el territorio, las carreteras. De fuentes fidedignas, puedo afirmar, otra vez como veracruzano de verdad, que literalmente se chingaron el dinero. Para este año habían dispuesto 11 mil millones de pesos para reparar todas las carreteras del país, y cuando ya se tenían licitadas o asignadas las obras, los contratos firmados, de pronto López Obrador, a través del SAT, ordenó recoger el dinero. ¿Para el Tren Maya? ¿Para Dos Bocas? ¿Para los programas sociales? ¿Para comprar votos? ¿Para mansiones? ¿Para el Año de Hidalgo?
Mea culpa. En 2018, voté por la esperanza que representaban López Obrador, Morena. Lo acepto. Me arrepentí, me decepcioné, lo lamenté y lo lamento. Ahora se me presenta la oportunidad de rectificar, de corregir, y lo voy a hacer en forma decidida.
Seis años han sido más que suficientes para conocer a quienes se vendieron alguna vez como los salvadores de México. Resultaron fanáticos, mentirosos, corruptos, incapaces, serviles al poderoso, levanta dedos sumisos como diputados, nepotistas, represores, abusivos, enemigos de las instituciones autónomas, violadores de la Constitución y sus leyes, enemigos de la prensa independiente, todo eso y más, suficiente para no volver a votar por ellos, nunca más.
Pero el próximo domingo cada quien tiene que tomar su propia decisión en forma lo más responsable posible. Y lo deseable es que todos vayamos a votar.
Sinceramente deseo, y espero que no defrauden, que las autoridades electorales, el OPLE y el INE, estén a la altura de las circunstancias y no se sometan a los dictados del palacio de gobierno y del palacio nacional. Dudo de la imparcialidad del Tribunal Electoral de Veracruz, sometido siempre al gobierno del estado, y del INE, ahora más que nunca también por el sometimiento de su presidenta Guadalupe Taddei al presidente López Obrador.
Legalmente las campañas concluyen el próximo miércoles. Pero lo fuerte serán los cierres de este fin de semana.
¿Qué, en mi caso, quiénes deseo que ganen, o por quiénes voy a votar? Sin duda, por Pepe Yunes y Xóchitl Gálvez. Usted vote por quiénes mejor les parezcan, pero voten. No habrá otra oportunidad de ejercer nuestro sagrado derecho al voto en elección presidencial sino hasta dentro de seis años (que en mi acaso a ver si llego, por eso ahora lo voy a hacer más convencido).