El mal, rara vez se muestra como tal, tiende a disfrazarse bajo perfiles atractivos, donde la bondad enmascara su maldad. El terror pregona sus acciones positivas y en lo profundo muestra su crueldad a pinceladas aún incluso bajo supuestos tintes de arte. Así se escondía Miguel, un presunto feminicida, descubierto por el crimen de María José, una joven de 17 años, quien fue abusada sexualmente por el criminal y luego asesinada.
La captura de Miguel visibilizó que hay más de 7 posibles crímenes de los que podría ser responsable, pues en su departamento encontraron restos humanos de otras víctimas, tan solo narrar esto es el símil de cualquier historia de terror, pero en este caso no se trata de una ficción, se trata de la realidad que enfrentan millones de mujeres en México y el mundo. Convivir con agresores que incluso pueden parecer aliados.
El perfil de Miguel a través de redes sociales es el de un activista, alguien que promulgaba en sus plataformas amor por los animales, viajero, de profesión químico farmacobiólogo y egresado de una de las mejores universidades del país. Cuando hablamos de estas características lo hacemos dándole un peso positivo como si alguien que muestra amor por los animales no pudiera ser cruel con las personas o el tener estudios profesionales y conocer el mundo nos brindara una perspectiva global que limita impulsos asesinos.
Lo cierto es que nada tienen que ver estos atributos con las acciones criminales, los impulsos asesinos pueden mostrar atisbos en el comportamiento diario, golpes de ira, control patológico e incluso algunas inseguridades, pero es común que llegados a este punto quienes cometen atrocidades como un feminicidio en realidad son personas funcionales que sus cercanos podrían describir en un derroche de virtudes, sin embargo, hay impulsos detrás que les llevan a perpetuar actos irreparables.
Más allá de un perfil psicológico la impunidad es el principal aliado de los feminicidas, en México y el mundo se mata a las mujeres porque es posible, porque rara vez hay castigos, porque teniendo evidencias salen en libertad, se amparan o se les absuelve por falta de pruebas.
De 2016 a 2021 la tasa de impunidad en feminicidios era de 56.6%, es decir menos de la mitad de casos registrados recibían una sentencia condenatoria, la realidad no ha cambiado mucho en los últimos años. De ahí la necesidad de poner el tema en la agenda política, principalmente con un periodo electoral tan cerca.
No se trata de hablar de los crímenes de Miguel por el morbo de que tengamos un caso similar a tantos de los que se muestran en Netflix, tenemos que hablar del tema porque mientras nuestro sistema de seguridad permita que los feminicidas se sientan intocables, estos crímenes se seguirán repitiendo.
Tenemos que hablar de la urgencia de gobiernos empáticos, con una agenda feminista porque solo así podremos construir la equidad que merecemos hombres y mujeres. Hemos de mencionarlo por humanidad, porque un mundo libre de violencia se construye cuando verdaderamente entendemos nuestra realidad.
Cada año en México son asesinadas más de 3000 mujeres, estas son las cifras que deberían importar a quienes aspiran a la silla presidencial, no los números que lideran sus encuestas. ¿Qué harán los contendientes para erradicar esta situación? ¿Qué ofrecen para alcanzar la justicia? Esas son las respuestas que pedimos los mexicanos, conocer de raíz propuestas que deriven en acciones y no únicamente promesas.