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CENTENARIO DEL DÍA DE LA NIÑEZ EN MÉXICO. (II)

by Jose Miguel Naranjo Ramirez

“La edad de oro” de José Martí: Sumario Núm. 2. Agosto de 1889”

Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

El narrarles historias a los niños es una de las experiencias más maravillosas que no olvidarán nunca. Cada historia que le contemos provocará imaginaciones únicas. Cuando somos niños nuestra capacidad imaginativa es asombrosa; nuestra visión del mundo es bella, esperanzadora, la ilusión nos acompaña siempre. José Martí en “La edad de oro” contaba historias fantásticas en las cuales los niños se entretenían, aprendían, pensaban, inventaban, ideaban, e iban adquiriendo conocimientos y la comprensión del mundo de una manera agradable, divertida, muy ilustrativa. En este este segundo número de la revista José Martí les enseña el devenir del hombre y nuestras sociedades: la era paleolítica, la neolítica, especificándole que la palabra “paleo” es sinónimo de viejo y “neo” de nuevo, así como “lítica” se refiere a piedra. De esta manera muy pedagógica enseña la prehistoria del hombre hasta llegar a las grandes civilizaciones como la egipcia, la persa, la fenicia, el mundo hebreo, el griego, el romano, sin olvidar las culturas que existieron en nuestras vigentes tierras como los toltecas, los mayas, los chichimecas, los aztecas. Si bien la revista es dirigida a los niños, la pluma de Martí es tan agradable que entretiene e ilustra a cualquier público. No obstante, el poeta cubano tiene muy claro que está platicando con los niños y por eso les escribe bellos cuentos, fábulas, ejemplo: “Nené traviesa.”

En esta bella historia Martí al principio señala que a pesar de las diferencias que pueda tener un niño de otro, en el fondo existen muchas similitudes. (La condición humana). Verbigracia, La curiosidad, el apego a los padres, la admiración ante lo que va aprendiendo y descubriendo y, al mismo momento se pueden extraer características comunes en los padres: el amor a los hijos, el temor a que algo malo les suceda, el anhelo por verlos crecer sanos, inteligentes, educados, felices, en fin…sobran ejemplos donde el lector se puede sentir identificado. Algo más, conforme van creciendo, todos los niños preguntan, cuestionan, dudan, y de igual manera no en pocos casos los padres titubean ante determinada pregunta. Verdad es que existe toda una pedagogía moderna que nos ayuda a educar y relacionarnos con nuestros hijos, se valora y utiliza, más, nunca debemos olvidarnos de la formación tradicional, es decir, instruirlos a través de la narración de bellas historias, ahí podremos responder de manera grata y digerible cuestionamientos que nos puedan parecer complicados, les platico un poco de: “Nené traviesa.”

Nené es una niña muy amada por su padre. La niña tiene la desgracia de no contar con su madre, ella ha partido de este mundo. Los adultos saben lo que implica: partir de este mundo, Nené no. Esta ausencia de su madre ha causado que el padre de Nené esté todavía más al pendiente de su hija, la ama igual que cualquier padre que cuenta con su esposa ama a su hija, aquí el amor no es más grande, lo que requiere Nené es mayor atención y entrega por parte de su padre, cosa que él no con poco esfuerzo lo hace:

El padre de Nené la quería mucho. Dicen que no trabaja bien cuando no había visto por la mañana a su hijita. Cuando su papá venía del trabajo, siempre salía ella a recibirlo con los brazos abiertos, como un pajarito que abre las alas para volar; y su papá la alzaba del suelo, como quien coge de un rosal una rosa. Ella lo miraba con mucho cariño, como si le preguntase cosas: y él la miraba con los ojos tristes, como si quisiese echarse a llorar. Pero enseguida se ponía contento, se montaba a Nené en el hombro, y entraban juntos en la casa. Siempre traía el papá de Nené algún libro nuevo, y se lo dejaba ver cuando tenía figuras; y a ella le gustaban mucho unos libros que él traía, donde estaban pintadas las estrellas coloradas, y el de la amarilla, y el de la azul, y que la luz tiene siete colores, y que las estrellas pasean por el cielo, lo mismo que las niñas por un jardín. Pero no: lo mismo no: porque las niñas andan en los jardines de aquí para allá, como una hoja de flor que va empujada por el viento, mientras que las estrellas van siempre en el cielo por un mismo camino, y no por donde quieren: ¿quién sabe?: puede ser que haya por allá arriba quien cuide a las estrellas, como los papás cuidan acá en la tierra a las niñas. Sólo que las estrellas no son niñas, por supuesto, ni flores de luz, como parece de aquí abajo, sino grandes como este mundo: y dicen que en las estrellas hay árboles, y agua, y gente como acá: y su papá dice que en un libro hablan de que uno se va a vivir a una estrella cuando se muere. “Y dime, papá”, le preguntó Nené: ¿por qué se ponen las casas de los muertos tan tristes? Si yo me muero, yo no quiero ver a nadie llorar, sino que me toquen la música, porque me voy a ir a vivir en la estrella azul. “¿Pero, sola, tú sola, sin tu pobre papá?” y Nené le dijo a su padre: – “¡Malo, que crees eso!” Esa noche no se quiso ir a dormir temprano, sino que se durmió en los brazos de su papá.”

La historia del pequeño cuento continúa. En las tardes el papá de Nené se ponía en su biblioteca a leer, ella tenía su sillita con su pequeño escritorio y allí lo acompañaba. De pronto, la niña deseó hojear y ver un libro enorme, por su peso no pudo sostenerlo. El papá le dijo que ese libro por ahora no debía leerlo, la niña en el momento obedeció, más al otro día cuando el papá estaba ausente la curiosidad le ganó y como pudo ojeó el libro. Allí vio figuras antiguas y ella misma descubrió porqué el papá le indicó que no lo revisara. El papá encontró a su hijita con el libro y ella triste le dijo que: “Me he portado mal. Ya no voy a poder ir cuando muera a la estrella azul.

El relato podría parecer sencillo. Sin embargo, si lo analizamos detenidamente nos encontraremos con varias circunstancias que vivimos diariamente con nuestros hijos. De entrada, el enorme cariño y, sobre todo, el tiempo que el padre le dedica a su hija. El tiempo incluye platicar con ella, explicarle, enseñarle, guiarla, instruirla, tenerle paciencia, fácil no es, porque el padre de Nené al igual que nosotros tenía que irse a trabajar para cubrir los gastos de la casa. Aun así, se percibe que el padre pasara lo que pasara, siempre estaba al pendiente de su hijita. Quizás, la respuesta ante la finitud terrenal suena muy fantasiosa, el lector debe saber que Nené era sólo una niña de seis años, seguramente conforme vaya avanzando en edad, el padre irá abordando los temas con mayor realidad. Lo importante es dedicarle calidad de tiempo a nuestros niños; en caso de que nosotros los adultos no hayamos tenido una infancia optima, bastaría recordar lo que deseábamos, soñábamos, no como un acto de frustración o de reproche, sino como una manera de comprenderlos y a partir de ahí de acuerdo a nuestras posibilidades darles a nuestros hijos lo mejor que podamos y lo mejor está en el tiempo que le dediquemos. Eso nunca lo olvidarán. Siempre lo atesorarán.

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