En Prosa aprisa del jueves pasado pregunté si Rocío Nahle entenderá, como decía
el filósofo español Ortega y Gasset, que ahora más que nunca es ella y su
circunstancia, que aparte de su persona es también Morena, su candidatura,
incluso su padrino López Obrador, y que a donde vaya o en donde se presente o lo
que haga simboliza todo eso.
En la víspera de su registro como candidata oficial ante el OPLE, durante la fecha
en que lo hizo (el viernes) y en los días posteriores, su credibilidad, pero sobre todo
su honestidad, han sido puestas en entredicho por una serie de propiedades
inmobiliarias que le acreditan, cuyo origen, si no lo aclara en forma suficiente, la
ponen ante la presunción de haber cometido actos de corrupción.
Su reacción ante le exhibición de sus presuntas propiedades, verdaderas
mansiones en Coatzacoalcos y Alvarado (zona conurbada Veracruz-Boca del Río),
Villahermosa, Tabasco, Ciudad de México, Benito Juárez, Quintana Roo y Río
Grande, Zacatecas (su lugar de origen), más ranchos en Veracruz y en Tabasco;
su reacción no convence a nadie: evade confirmar o negar la especie, pero deja
abierta entonces la posibilidad de que aplique el dicho que el que calla otorga.
Es de tal magnitud el escándalo que se desató que solo un hombre experimentado
y sensato de Morena, Manuel Huerta, exdirigente estatal de su partido, aspirante
triunfador a la candidatura al gobierno del estado (aunque le cedió la posición por
cuestión de género), “coordinador del federalismo” en Veracruz y candidato al
Senado, solo él, señaló la necesidad de que aclare y confió en que “en su
momento lo hará, no tengo la menor duda”.
El exdelegado de Bienestar sabe muy bien, aunque seguramente nunca lo dirá en
forma pública, que si la señora y su familia no aclaran con pruebas el asunto, el
daño a su partido y a los candidatos de su partido, incluido él mismo, tendrá un alto
costo en las urnas.
Mientras que la candidata de Morena parece no darle importancia a la denuncia y
se limita a responder: “Yo no me enredo en broncas, en esas cosas”, sus
defensores responden con descalificaciones al autor que hizo las revelaciones con
pruebas, imágenes y datos duros, Arturo Castagné Couturier, y al exgobernador
Miguel Ángel Yunes Linares, pero no aclaran ni niegan que Rocío y su familia sean
los propietarios de costosos inmuebles de origen dudoso.
Ahí está el quid del asunto. Hoy la opinión pública, incluido el electorado, quiere
saber la verdad, que Morena y su candidata y sus aplaudidores den muestras de la
transparencia que tanto proclaman, de la honestidad que presumen, de su tan
cacareado combate a la corrupción. ¿Le cuesta tanto a Nahle responder sí o no y
si fuera un no probarlo? Eso es todo.
Rocío está en todo su derecho de tener una vivienda de su propiedad, o las que
quiera si tiene los recursos suficientes para pagarlas en forma lícita, como
cualquier mexicano, pero la “bronca” es que es figura pública y está expuesta al
escrutinio ciudadano y público, más cuando viene de una responsabilidad que dejó
inconclusa y está señalada (y denunciada, según ha dicho Xóchitl Gálvez) de
presuntos actos de corrupción como haber otorgado un contrato millonario por 5
mil millones de pesos para la construcción de la refinería de Dos Bocas a un
compadre suyo, sin cumplir con los requisitos de ley.
Cuando trata de minimizar el asunto y desviar la atención dirigiendo sus baterías
contra los Yunes Linares-Márquez (en su momento también fueron objeto de
escándalo, pero es un tema que se ventiló tanto que ya no impacta, además de
que ellos nunca han negado ser los dueños), creo que cree que a los veracruzanos
se les engaña fácilmente y se les calma y contenta con una respuesta que no dice
nada.
Como candidata a la gubernatura es la primera obligada a ser y a mostrarse
transparente, a decirle a los electores veracruzanos que pueden confiar en ella el
manejo de sus recursos, que en su vida no tiene nada que ocultar. Hace siglos,
Cayo Julio César lo dejó muy claro: La mujer del César no solo debe ser honrada,
sino parecerlo.
En mi caso, originalmente dudé de la veracidad porque Castagné Couturier no dio
más información y en este espacio comenté que se me había informado que en
realidad la mansión en el fraccionamiento El Dorado la rentaba y que una renta
mensual en ese lugar no bajaba de 40 mil pesos mensuales.
(Mi compañero Raymundo Jiménez comentó también la información y apuntó:
“Ojalá que la aspirante del partido guinda a la gubernatura de Veracruz aclare
pronto si deveras es de su propiedad dicha mansión y, en caso de confirmarlo, que
explique cómo fue que la adquirió. Sería lo obligado para ganarse la confianza y el
apoyo del electorado veracruzano”).
Por lo pronto, no se ve que tenga la intención de hacerlo, a menos que la hayan
agarrado por sorpresa y no sepa cómo hacerlo. Por lo que se vio, no supieron
cómo reaccionar y no han sabido cómo hacer de inmediato una contención y un
control de daños, aparte de que Castagné Couturier amenaza con sacar a la luz
púbica más información comprometedora.
En 13 días, el 31 de este mes, iniciarán las campañas a la gubernatura. ¿Esperará
Rocío hasta entonces, con el desgaste que ello significa, para, en su discurso
inaugural, abordar el tema y aclararlo con argumentos y pruebas de peso? ¿O
esperará hasta que llegue el primer debate para que aparte del tema de su origen
responda también sobre el origen de sus mansiones y de los recursos con las que
las adquirió?
Sus defensores y aplaudidores debieran buscar mejores argumentos para buscar
ponerla a salvo del señalamiento y la desconfianza públicos, porque, parodiando al
dirigente estatal de Morena, Esteban Ramírez Zepeta, es una bajeza que
pretendan imponerle a los veracruzanos una gobernadora que se niega a la
transparencia, cuando debe ser ejemplo de ella, más cuando ya se tuvo un
gobernador como Javier Duarte que dejó ingratos recuerdos por los actos de
corrupción que caracterizaron su gobierno y cuyas consecuencias todavía las
pagamos todos los veracruzanos.
Es de tal grado el escándalo que hasta ahora nadie se ha preguntado de dónde
obtuvo o quién le filtró la información a Arturo Castagné. Sea quien sea el que lo
hizo, demostró que existe información que compromete seriamente a Nahle y que
le puede dañar su imagen al grado de que pierda la gubernatura. ¿Qué más tienen
de ella? ¿Fotos, audios, videos, documentos comprometedores, confesiones de
testigos? Si los tienen, ¿se los soltarán de un solo golpe o se los irán dosificando?
Por lo pronto ya soltaron también en las redes sociales copia de su declaración
patrimonial, en la que no aparecen sus propiedades inmobiliarias.
Yo esperaría incluso una reacción de su patrocinador Andrés Manuel López
Obrador en su mañanera de este lunes. ¿Saldrá en su defensa con pruebas?,
porque además el escándalo escaló a medios de alcance internacional como
Proceso, Latinus e Infobae, por citar algunos, y no me extrañaría que Mexicanos
Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) o Guacayama Leaks salieran con que
tienen también información que la compromete y la revelen.
El pasado 1 de marzo, cuando hicieron movimientos en las posiciones de sus
candidatos al Senado, supe de fuentes de Morena que muy en corto, con los
cercanos que le operan, el presidente no se había aguantado y había reconocido
que se había equivocado con su candidata en Veracruz. Si fue cierto, en público
nunca lo va a reconocer y está obligado a sacarla adelante. Con opacidad y falta
de transparencia sobre su patrimonio no le será fácil.
Al asumir el cargo, Andrés Manuel López Obrador dijo que lo guiaban tres
principios: no mentir, no robar y no traicionar al pueblo. El morenismo en Veracruz
tiene el reto ahora de demostrar que se guía por los mismos principios. El pueblo
veracruzano estará atento a que así sea o se los demandará si no cumplen.