Uno de los más graves problemas que enfrentamos en México es la violencia contra las mujeres y las niñas. Pese a que contamos con un importante y robusto entramado jurídico e institucional para prevenir y erradicar la violencia, la realidad es que las violaciones de sus derechos humanos son de las más graves, extendidas, arraigadas y toleradas en nuestro país y que se explica por la desigualdad y la discriminación de género que persiste en una sociedad profundamente machista como la nuestra.
Por eso es saludable que el movimiento feminista crezca día y que se exprese cada 8 de marzo y todas las veces que sea necesario, y lo es por una contundente razón: porque es fundamental que la sociedad en su conjunto, hombres y mujeres, y sobre todo los gobiernos y las instancias de procuración de justicia reaccionen ante la violencia feminicida.
Es este uno de los mayores agravios que persisten en un entorno de violencia generalizado como el que vive nuestro país y ante el cual las autoridades de todos los niveles se afanan en plantear que los feminicidios y las desapariciones están disminuyendo, cuando ese evidente que ello no es así y que los contextos de violencia que viven las mujeres y las historias de abusos y crímenes no cesan.
En las estadísticas oficiales, por ejemplo, se sigue contabilizando al feminicidio como homicidio doloso, al tiempo que solo la mitad de las carpetas de investigación por feminicidio de las fiscalías acaban ante un juez y, de esas, solo el 20% reciben una sentencia, lo que evidentemente genera la impresión al perpetrador –y a quienes lo emulan- de que da igual agredir a una mujer, pues la posibilidad de castigo es prácticamente nula.
Van algunos datos que tienen como base las cifras de diversas organizaciones sociales en defensa de los derechos de las mujeres a una vida libre de violencia para dimensionar la crisis que se vive: cada año son asesinadas en México más de 3.000 mujeres, niñas y adolescentes, la tasa de impunidad supera el 95% y tan solo una de cada 10 víctimas se atreve a denunciar a su agresor por miedo y falta de confianza en las autoridades.
En Veracruz de 2018 a 2023, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, se contabilizaron mil 561 feminicidios en la entidad, en tanto que el Observatorio Universitario de Violencia contra las Mujeres de la Universidad Veracruzana registró en ese mismo periodo 3 mil 115 casos de mujeres desaparecidas, de las cuales 40 mujeres se contabilizaban ya en enero de este año.
Las organizaciones feministas y de la sociedad civil, sin embargo, señalan que es muy probable que ese número sea mucho mayor por los problemas que existen en las fiscalías y los tribunales para investigar y juzgar con perspectiva de género.
La violencia sexual contra mujeres y niñas también es un problema grave y generalizado y a medida que las mujeres crecen, la violencia también aumenta.
El Censo Nacional de Procuración de Justicia Estatal de 2023 muestra que, en el caso de las niñas y adolescentes de 0 a 17 años, la violencia familiar también es el delito que ocurre con más frecuencia, con 22.271 casos el año pasado, en el que se registraron 2.588 delitos con víctimas niñas de 0 a 4 años y 8.058 casos en adolescentes de 15 a 17 años. Así, la violencia familiar ocurre aproximadamente el doble de veces en las niñas que en los niños y se incrementa conforme las mujeres se hacen adultas. Por el contrario, en los hombres disminuye durante la última etapa de la adolescencia.
Los datos son alarmantes: El feminicidio se incrementó 78% en los últimos siete años, hay más de 26,000 mujeres desaparecidas o no localizadas, un número no cuantificado de víctimas de desplazamiento forzado interno por violencia y hay activadas 32 Alertas de Violencia de Género, de las cuales 2 corresponden a Veracruz.
Por todo ello, al celebrarse el Día Internacional de la Mujer con justa razón abundan las marchas, los discursos, análisis y manifiestos que reivindican la lucha social y política de las mujeres para garantizar la igualdad de derechos y la eliminación de la violencia en su contra.
Con motivo de esta efeméride se ha dado un impulso sin precedentes al tema que ha marcado por igual las discusiones académicas que a los movimientos sociales de todo signo ideológico. Cada 8 de marzo se pone en la mesa del debate público, en las redes sociales, en los medios de comunicación y en todos los foros el debate sobre la equidad de género y las demandas para que cese y se castigue la violencia feminicida.
Y en tiempos de campañas electorales el tema es materia de ofertas y compromisos de todas y todos quienes buscan el voto ciudadano, y más cuando las principales coaliciones partidistas, y las que tiene mayores posibilidades de triunfo, llevan como abanderadas a la presidencia a dos mujeres: Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez. Lo deseable es que cualquiera de ellas que llegue a la primera magistratura del país impulse en verdad cambios de fondo en la atención a las demandas del movimiento feminista y garantice los derechos humanos de las mujeres.
Es un clamor nacional avanzar en la construcción social de la equidad de género como principio organizador de la convivencia. El reto que enfrentamos para lograr la equidad de género y la eliminación de la violencia en contra de las mujeres es enorme.
Hoy es políticamente correcto abrazar la causa de las mujeres, aunque en el terreno de los hechos, los gobiernos, los partidos y la sociedad en general hayamos avanzado muy poco.
No basta sólo con la creación de instituciones u organismos públicos para las mujeres, o con asignarles determinadas cuotas al interior de los partidos políticos. No es con discursos falaces sobre el “empoderamiento” de las mujeres, cuando la realidad muestra lo contrario, como se va a avanzar en verdad en este sinuoso camino.
Las mujeres, adolescentes y niñas no deben vivir con miedo. Está en manos de la sociedad, de mujeres y hombres comprometidos con sus reclamos, seguir desafiando y transformando la realidad para que ellas puedan vivir con garantías, plena igualdad y dignidad.
La lucha de las mujeres, sus causas, deben ser la lucha de todos y la bandera que es fundamental abrazar todos los días y no solo en el Día Internacional de la Mujer o en el Día de la No Violencia en su contra, si en verdad queremos ser una sociedad moderna y democrática.
México necesita una sociedad libre de violencia machista y de gobiernos que en verdad empaticen con las causas de las mujeres y les garanticen su derecho a vivir sin miedo.