Mónica Soto, nueva presidenta del Trife * Bajo el cobijo político de Nahle * Soto, Eric Cisneros, Delia González, operaban para Rocío * Y la oposición, de fiesta * ‘Alito’ se llevó la peor senadora de Morena * La policía extorsionadora acecha en Sefiplan * Diputados de Morena sólo son levantadedos: Agustín Bolaños
MUSSIO CÁRDENAS
Publicada en mussiocardenas.com
18 de diciembre de 2023
Agazapada por años, Mónica Aralí halló cobijo en Rocío Nahle, en Dolores Padierna, en Morena, fraguando el asalto al Tribunal Federal Electoral que finalmente consumó. Con ella, Nahle ya controla al árbitro electoral.
Un cuartelazo le dio a Mónica Aralí Soto Fregoso la presidencia del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, urdiendo una trama siniestra, ejerciendo el chantaje, la fuerza, el voto de sus cómplices hasta lograr deponer a Reyes Rodríguez Mondragón.
Alineada con Morena, y principalmente con Rocío Nahle, es la pieza que hacía falta en el engranaje de Andrés Manuel López Obrador, la que valida campañas anticipadas, la que solapa a Claudia Sheinbaum y al clan de las corcholatas, la que sanciona, o no, con la ley electoral.
Aquella abogada que solía llegar sin hacer ruido al Senado, entre 2012 y 2015, y frecuentaba a Rocío Nahle, asesora entonces de la senadora Dolores Padierna, la esposa del Señor de las Ligas, el profe René Bejarano, trazó en esas charlas su ruta hacia el tribunal. Y asestó el golpe en el momento crucial.
Norma Rocío Nahle García venía de una humillante derrota. Con una votación récord, había perdido la diputación federal en Coatzacoalcos, en 2012, año de elección presidencial, sin que el Efecto López Obrador la arrastrara al triunfo.
Sucumbió ante el marcelismo —de Marcelo Montiel Montiel— que operó para asegurar la victoria de Joaquín Caballero Rosiñol. A Nahle sólo le quedó patalear, acusar fraude, vociferar que tenía las pruebas del robo, propalar que revertiría el resultado y al final nada ocurrió.
Los berrinches de Nahle son así. Mucho ruido, pocas nueces. Un plato de lengua y la cola entre las patas. La mejor refinería del mundo que no refina una gota de gasolina.
Se acoderó entonces con una ficha de altos vuelos y negro historial: Dolores Padierna Luna, esposa de René Bejarano, actor y protagonista de los videos en que recibía los moches de Carlos Ahumada Kurtz, cientos de miles de pesos para el proyecto obradorista a cambio de contratos de obra en el antiguo Distrito Federal.
Nahle hizo roncha con Padierna. Era su asesora cuando Enrique Peña Nieto implementaba las reformas estructurales. Y la reforma energética pasó con el voto de todos en el llamado Pacto por México, pero sin el aval del Partido de la Revolución Democrática.
Meses después, Mónica Aralí Soto entró al círculo rojo de Rocío Nahle.
Ardida por la derrota en Coatzacoalcos, Rocío Nahle halló en Mónica Aralí la tuerca para su tornillo; una especialista en temas electorales, conocedora del INE, magistrada en el Tribunal Electoral de Baja California Sur, integrante de la Sala Regional del TEPJF en Guadalajara, con reconocimiento en instancias internacionales. Y lo mejor: con un despacho para conflictos electorales, sobre todo los de Veracruz.
Fue un click.
Y Mónica Soto se encumbró.
Anécdotas, testimonios, versiones de primera mano conocidos por INFORME ROJO describen una relación de trabajo que devino en una operación de alto nivel entre Rocío Nahle García y Mónica Aralí Soto Fregoso para consumar el asalto al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que hoy es clave.
En esa mancuerna se hallaban Mónica Soto, el que a la postre fuera secretario de Gobierno de Veracruz, Eric Cisneros Burgos, artífice de la oleada de terror político y gestor de la represión contra periodistas y alcaldes de oposición, y la actual auditoria general del Órgano de Fiscalización Superior del Estado de Veracruz, Delia González Cobos.
A ambos —Eric Cisneros, alias Bola 8, y Delia González— los impuso en sus cargos Rocío Nahle, tal como lo describió en la campaña interna para la coordinación de la defensa de la Cuarta Transformación, el ex delegado de Bienestar y futuro senador por Morena, Manuel Huerta Ladrón de Guevara.
Con Eric Cisneros, Mónica Soto guarda una coincidencia: ella nació en Ciudad Cuahtémoc, Baja California Sur, en 1970, y Bola 8, aunque nacido en Otatilán, Veracruz, emigró siendo adolescente y se formó académica y políticamente en Mulegé y La Paz, en la misma entidad.
Mónica Aralí proviene de la derecha, esa a la que el mesiánico Andrés Manuel cataloga como el conservadurismo, egresada de la Universidad Autónoma de Guadalajara, de las más caras del país, sede de los Tecos, la estirpe de la familia Leaño.
Mónica Aralí Soto se convirtió en la primera mujer presidenta de la Sala Regional del TEPJF de Guadalajara en 2013. De inmediato se acercó al Clan Nahle-Padierna. Y despegó.
Nahle fue asesora de Lola Padierna hasta 2015. Antes, en 2004, mantuvo nexos con Bejarano, líder de Izquierda Democrática Nacional (IDN), una de las tribus del PRD, hasta que el escándalo de los videos, los moches de Ahumada que alcanzaron también a Carlos Imaz, entonces esposo de Claudia Sheinbaum Pardo, hoy bastonera presidencial, hundieron el proyecto de Andrés Manuel.
En 2015, Nahle volvió a contender por la diputación federal en Coatzacoalcos. Sus operadores eran Eric Cisneros Burgos, Manuel Huerta, Benito Soriano Aguilera, una buena parte del PRD que había migrado a Morena, incluidos los aliados de su eterna enemiga, Gloria Rasgado Corsi, y Marcelo Montiel y su grupo priista, a quienes encargó la operación electoral.
Un año más tarde, en 2016, Mónica Aralí Soto fue electa por unanimidad en el Senado, a propuesta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, magistrada del TEPJF, o Trife, por un período de nueve años, de 2016 a 2025.
Fue Nahle quien movió hilos, tocó puertas, habló a los oídos del círculo cercano a López Obrador —una versión señala que hasta al mismo Andrés Manuel— y se gestó la proyección de la abogada Soto Fregoso.
Y a partir de ahí, el asalto a la presidencia del tribunal.
La voracidad de la magistrada es atrevida. Primero se hizo de cómplices. Armó su clan con magistrados afines, a veces Felipe Fuentes, otras Reyes Rodríguez, otras más Indalfer Infante. Nunca con Janine Otálora.
Vio caer al obradorista José Luis Vargas, depuesto de la presidencia del TEPJF bajo acusaciones de enriquecimiento ilícito. Y fue por más.
Luego tejió la telaraña en que cayó Reyes Rodríguez Mondragón y fue rechazando sucesivamente las ponencias de la magistrada Janine Otálora.
Fue Mónica Soto quien validó las campañas disfrazadas de las corcholatas de López Obrador y del Frente Amplio por México, en contraposición a Janine Otálora, quien advertía en su ponencia que violaban la ley electoral.
Y fue Mónica Soto quien realizó la ponencia con la que se estableció que los aspirantes a candidaturas no estaban obligados a renunciar a sus cargos públicos. En concreto protegió a Sheinbaum y a la propia Rocío Nahle, quien se resistía a dejar la Secretaría de Energía.
Cuando el tribunal electoral quedó con sólo cinco magistrados —las otras dos plazas las mantiene congeladas la mayoría morenista en el Senado—, Mónica Aralí lanzó el último obús. Y el obús fue letal.
Reyes Rodríguez fue acusado de ejercer presión sobre el secretario general del acuerdos del tribunal, de permitir la intervención de despachos en la vida interna del TEPJF y que planteara que fuera la Suprema Corte de Justicia de la Nación la que determinara si procedía o no su renuncia. También le imputaron extorsión a una trabajadora del tribunal.
Y una más: que Reyes Rodríguez Mondragón presionaba al magistrado Felipe Fuentes para que renunciara.
Mónica Soto consumó el cuartelazo cuando Reyes Mondragón presentó su renuncia. Lo relevará a partir del 1 de enero de 2024. Y tendrá el fallo final de todos los conflictos electorales, el presidencial, Congreso federal, nueve gubernaturas, incluida la de Veracruz, y un centenar de alcaldías.
Rocío Nahle dio un golpe crucial. Podrá haber nacido en Zacatecas pero contenderá por la gubernatura de Veracruz, así incumpla el requisito constitucional de ser nativa de la entidad o hija de padre o madre veracruzanos.
Y mientras, la oposición anda en el limbo. El PRIAN, de fiesta, de jolgorio en jolgorio, de mitin en mitin, en la irrealidad. El autoengaño no es atrevido; es suicida.
Mónica Aralí Soto, la magistrada obradorista, de la que alerta hasta el mismo Felipe Calderón, construyó su camino al poder. Y llegó.
Así Rocío Nahle ya controla el Tribunal Federal Electoral.
ARCHIVO MUERTO
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