En octubre de 2015 México se preparaba para recibir a uno de los huracanes más poderosos de la historia: “Patricia”, a su vez este fenómeno fue uno de los que tuvo mayor cobertura en su momento. Se esperaba una destrucción masiva y su arribo a las costas del país tuvo menor impacto del imaginado. Hace 8 años el gobierno y la sociedad pudo prepararse para lo peor y por fortuna el fenómeno meteorológico terminó degradando su poder, dejando un saldo blanco en vidas humanas. Hoy la historia es otra, los cambios climatológicos fueron tan rápidos con Otis que no hubo prevención a la altura de lo que llegó.
Otis arribó a uno de los puertos más emblemáticos de la nación, dejando una crisis que nadie esperaba y que aún al momento de escribir no es posible dimensionar las consecuencias de su impacto. Las noticias no tienen inmediatez porque la mayoría de personas en Acapulco y municipios aledaños siguen incomunicadas. Familias enteras perdieron sus espacios, los comercios están siendo saqueados, hay una escasez de alimentos, agua, víveres e incluso medicamentos. Lo más alarmante además de la tragedia es la inseguridad de Guerrero, hay víveres que no están alcanzando a llegar por los múltiples asaltos en el camino y el desabasto.
Quienes recién logran tener contacto con familiares describen un infierno que no se puede mediatizar, hay múltiples historias de terror y angustia, pero también hay otras de solidaridad, empatía y las ganas inmensas de reponernos que tanto caracterizan a la gente de México. Abro las plataformas digitales y encuentro todo tipo de críticas al gobierno, pues no falta quien en tiempos electoras pone el ojo en las tragedias para decir lo que los gobernantes en turno no hacen, sin embargo, poco hemos entendido a lo largo de los años que el constante señalamiento de cómo no hacer las cosas, nada resuelve.
Guerrero en estos momentos no requiere de revictimizaciones, requiere de propuestas y de una ayuda urgente en todos los procesos, no sólo se tratan de los víveres indispensables para la supervivencia de la gente, sino del apoyo y la estrategia que se necesitan en todo el proceso de reconstrucción, por otra parte, urgen la suma de esfuerzos para vencer las barreras de la inseguridad y así garantizar que los apoyos verdaderamente lleguen a la gente.
Si bien la confianza en algunas instituciones gubernamentales se ha mermado, existen otras instancias donde la sociedad en general puede sumarse con distintas formas de apoyo. En estos momentos no hay ayuda pequeña, todo suma, hay organizaciones que reciben transferencias, pero principalmente los espacios educativos que tienen vínculos directos con asociaciones pueden ser un punto seguro para compartir víveres y hacer llegar ayuda a quienes más lo necesitan.
Este no solo es un llamado de ayuda que se activa en medio de una situación crítica, es también una alerta de todo lo que puede seguir después, es una súplica de auxilio de nuestro planeta, pues el cambio climático es responsable de cambios tan abruptos ante los cuales no tenemos la capacidad de responder, pero también es una oportunidad para reconocernos como artífices de la realidad y transformar nuestro entorno para bien de quienes aquí habitamos.
No hay historias suficientes que alcancen para entender lo que estamos enfrentando, pero en esta misma infinidad exploremos la profundidad de la bondad y sumemos desde nuestra trinchera todo el esfuerzo posible para que pronto pase este mal rato. Hoy Acapulco y múltiples municipios de Guerrero nos necesitan.