En torno de una mesa de café se reúnen un día a la semana seis nostálgicos priistas a recordar los días buenos de épocas pasadas y tiempos ya idos, cuando el tricolor era el partidazo y no el partidito en el que terminó convertido.
En su época dorada se llegó a decir que cada tuxpeño en edad de votar era un priista convencido y cada niño era un voto potencial para el tricolor. Y algo había de cierto. Pero el trabajo de lustros comenzó a irse al diablo cuando la dirigencia estatal escogió a sujetos que dejaron mucho qué desear como alcaldes. Y de ahí al naufragio solo fue cuestión de tiempo.
La puntilla la recibió el partido hace tres años cuando fue “elegido” (así entrecomillado) para la dirigencia municipal, el peor sujeto que pudo escoger la dirigencia estatal: Mario Alberto Martínez Zapata, alias El Capeto, líder de los trabajadores del Ayuntamiento y según me lo describieron: “falso como un billete de dos pesos, traicionero como Judas y corrupto hasta la ignominia”.
“Nadie nos preguntó si lo queríamos como nuestro líder; simplemente nos lo impusieron. Y cuando protestamos, la dirigencia apeló a la disciplina partidista y tuvimos que apechugar a pesar de que le advertimos que estaban cometiendo un error garrafal. Y como fue. Con el Capeto perdimos hasta nuestra casa” me dijo mi fuente.
Y en efecto.
Hace más de tres años que el edificio del PRI, inaugurado con toda pompa en el trienio del alcalde Manuel Pérez Martínez (1979-1982) permanece cerrado. “El edificio se está cayendo nomás del puro abandono. Desde que llegó el Capeto no ha sido siquiera para ordenar que le den una barridita. Los goznes de las puertas se caen de oxidados, las paredes están descarapeladas y el mobiliario está cubierto del polvo acumulado”, me comentaron.
De ahí que los priistas anden como judíos errantes. Unos como Reina Yadó, Felipe Hernández Barrios, Lorenzo Gogeascoechea, Issac Olivares, Leonel Castán y Leticia Sánchez Bautista, “sesionan” en los cafés. Y otros como Martha Silvia Sánchez, Crisóforo Hernández Cerecedo, Martha Méndez Martín, Argenis Gutiérrez Becerra, Horacio Cruz Perlestayn y Moisés Acosta Cervantes, lo hacen en Asociaciones Civiles como la Asociación Jesús Reyes Heroles.
¿Y de qué hablan?
De sus desgracias presentes y de su oscuro futuro. La pachorruda y cínica inactividad del Capeto trajo como consecuencia que el 90 por ciento de los seccionales se fueran del PRI. Unos están en el Partido Verde, otros en Movimiento Ciudadano y otros en Morena. El Capeto nunca les hizo caso, nunca platicó con ellos, nunca los reunió, aunque fuera para invitarles un café. Y al verse abandonados simplemente se fueron, fue el comentario general.
El PRI tuxpeño que en su tiempo llegó a ser uno de los pilares más sólidos del PRI estatal, naufraga sin remedio porque oficialmente no tiene ni siquiera militantes. “A pesar de que somos priistas desde hace más de treinta o cuarenta años, ahora resulta que nomás somos simpatizantes, lo que no deja de ser una cruel paradoja” me dijo uno de ellos.
Y a pesar de que saben que los responsables de su debacle tienen nombre y apellidos no culpan a nadie.
“Lo que queremos es que la dirigencia estatal se asome al PRI de Tuxpan y nos ayude a rescatarlo. Las elecciones están prácticamente a la vuelta de la esquina y nosotros no tenemos militancia. Y esto es literal; no tenemos militancia. Apenas somos un puñado cuando llegamos a ser miles. De seguir las cosas como van terminaremos por ser un partido bisagra cuando por lustros fuimos protagonistas”.
El problema es serio lector, porque si como todo apunta, el candidato de la oposición resulta ser el priista José Francisco Yunes Zorrilla, tendrá que hacer uso de toda su habilidad política para convencer a los tricolores tuxpeños que se desbalagaron de que vuelvan al redil.
Y cuando solo faltan ocho meses para las elecciones, eso no será nada fácil.