Escuchar a Eric Cisneros hablar de combate a la corrupción es como oír a Succar Kuri hablar de combate al abuso sexual infantil
Eric Cisneros Burgos, conocido en los bajos mundos como Bola 8, debe ser el más nefasto de los funcionarios públicos de las últimas administraciones estatales. Represor, ha amenazado a las mujeres, a los alcaldes, a los periodistas y al mismo tiempo se hace pasar como un defensor de los derechos de los afrodescendientes. Controla a la fiscal espuria y al secretario de Seguridad Pública, a los que ha utilizado para conseguir sus fines. Eric Cisneros Burgos podría encarcelar a quien le venga en gana, pasándose la ley por el arco del triunfo. En síntesis, si en Veracruz hay un epítome de la corrupción, ese es Eric Cisneros Burgos. Por ello, llama la atención que en el discurso que diera a sus seguidores para anunciar su aspiración a la gubernatura de Veracruz se proclamara como un combatiente en contra de la corrupción; ¡pero si en Veracruz la corrupción es él! A pesar de los constantes llamados al Bola 8 para que cejara de buscar la candidatura de Morena al gobierno de Veracruz, Cisneros Burgos insiste, sin importarle la orden del gobernador Cuitláhuac García. Tiene el dinero suficiente, gracias a la corrupción, para hacer los eventos necesarios para juntar votantes en la encuesta. Eso es lo de menos. Lo que hiere a nuestro entendimiento es que este sujeto tome como bandera el combate a la corrupción. Escuchar a Eric Cisneros hablar de combate a la corrupción es como escuchar a Jean Succar Kuri hablando de combate al abuso sexual infantil; es como escuchar a Cuitláhuac García hablando de sensatez; es como escuchar a Claudia Sheinbaum hablar de buen gobierno; es como escuchar a López Obrador hablar de honestidad.
Comando armado secuestra a la alcaldesa de Cotija, Michoacán. Ella se había negado a que la policía estatal, coludida con el narco, hiciera labores de seguridad
La alcaldesa de Cotija, Michoacán, Yolanda Sánchez Figueroa, acudió el viernes a Zapopan, Jalisco a una visita médica. Cerca de las 6 de la tarde salía de hacer compras cuando, de acuerdo con reportes periodísticos, “en la esquina de las avenidas Patria y Vallarta, a la altura de la colonia Arcos Zapopan, varios sujetos armados se les emparejaron”. Eran hombres en moto y vehículos que amagaron al conductor del vehículo de transporte donde viajaba la alcaldesa con dos familiares. El comando se llevó a la alcaldesa, a subió a una camioneta. Los dos familiares fueron dejados en libertad. Yolanda Sánchez Figueroa, alcaldesa de Cotija, ya había recibido amenazas por parte de grupos del crimen organizado. En una ocasión supuestos elementos de la Guardia Nacional acudieron al palacio municipal de Cotija para desarmar a los policías con la encomienda de hacerse cargo de la seguridad del municipio. Sin embargo, ella escuchó la orden que salía de un líder del Cártel Jalisco nueva Generación. Días después el Ejército puso orden y regresó a los policías municipales a cargo de la seguridad del municipio. Yolanda Sánchez Figueroa se ha negado a pasar el mando de la seguridad a la policía estatal, pues sabe que están coludidos con el narco. Eso le ha valido amenazas que este viernes se hicieron efectivas, pues un comando del CJNG la tiene secuestrada. Ah, pero en su discurso el presidente dirá que en México no hay narcoestado.
Cassandro, una película nada extraordinaria, con una actuación extraordinaria de Gael García Bernal. 20 minutos de documental hubieran bastado
No es lo que se esperaba, aunque desde un principio la película de un luchador homosexual, que supuestamente, rompió barreras en el deporte de la lucha libre, no es para generar grandes expectativas. Para empezar, decir que Cassandro fue precursor de los peladores exóticos es una falacia. Antes de él ya Sergio el Hermoso, el Bello Greco y Adorable Rubí habían hecho escuela en México; mucho antes que Cassandro el exótico. Pero eso es lo de menos cuando se trata de hacer una película, pues se espera que en ella haya giros dramáticos, hazañas insólitas o, aunque sea, drama, simple drama. Pero no, el guion de la película es liso, llano, sin momentos cumbre, sin simas ni cimas. Todo en Cassandro es anecdótico. Sus inicios en la lucha libre en la frontera con México, su amante de planta, su madre protectora, la muerte de ella, su pelea con el Hijo del Santo; por cierto, el beso que le da al personaje que interpreta Bad Bunny es de los más artificioso. Lo único que realmente vale la pena es la actuación de Gael García Bernal, un autor con un carisma y una naturalidad que llena la pantalla y que evita que a mitad de la película dejes de verla. Realizar una película para contar la historia de un luchador que ni es el Santo ni Blue Demon es una ocurrencia poco acertada. 20 minutos de documental o menos hubieran bastado si lo que querían era enterarnos de la existencia del personaje.
Armando Ortiz Twitter: @aortiz52 @lbajopalabra