“Antología General: Poemas de lucha y despedidas.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
En este segundo artículo del presente mes dedicado a Pablo Neruda, utilizo el epígrafe: “Poemas de lucha y despedidas”, debido a que los poemas y cartas que integran estas secciones de la antología que abarcan los años 1926 a 1939, el escritor chileno radicaba en España y vivió directamente la guerra española, con sus terribles consecuencias. Al momento de leer parte del material titulado: “Santiago-Madrid-París 1932-1939”, independientemente a la belleza de los versos, el material nos deja muy claro que esta generación de brillantes hombres, con sus aciertos y errores, fueron hombres comprometidos con los difíciles momentos de sus tiempos, fueron hombres que el intelectualismo o academicismo no les nubló la razón, al contrario, la misma inteligencia moral e intelectual, les exigía ser hombres de posturas firmes, hombres congruentes, honorables, hombres dignos y solidarios. Un ejemplo es el siguiente verso:
“…hablaremos sencillamente como eres tú y soy yo:
para qué sirven los versos si no para el rocío?
Para qué sirven los versos si no es para esa noche
en que un puñal amargo nos averigua, para ese día,
para ese crepúsculo, para ese rincón roto
donde el golpeado corazón del hombre dispone a morir?”
La anterior estrofa forma parte del poema que Pablo Neruda le escribió a su amigo Federico García Lorca titulado: “Oda a Federico García Lorca.” Este bello poema fue publicado en Madrid, en junio de 1935 en el libro de Neruda: “Residencia en la tierra”. He compartido la fecha de publicación porque en 1936 García Lorca será asesinado en pleno contexto de la guerra civil española. En la Oda dedicada en vida nos encontramos con la expresión de admiración hacia el vate español, empero, al mismo tiempo hay letras de preocupación por un mundo sombrío, ensangrentado, cruel. Esa visión realista sobre una España polarizada, dividida, tristemente se demostró al poco tiempo, la guerra dejó miles de muertos, muchos españoles tuvieron que salir exiliados, algunos padres jamás volvieron a ver a sus hijos, muchas mujeres vieron morir a sus maridos, demasiados niños quedaron huérfanos. España estaba ensangrentada y ahí se encontraba Pablo Neruda ayudando, gritando a través de sus versos la desolación, la amargura, la impotencia, la absurdidad y bestialidad de la guerra…, en un bello poema titulado: “Explico algunas cosas”, el autor parte describiendo su bella casa donde vivía en Madrid: “Mi casa era llamada la casa de las flores, porque por todas partes estallaban geranios: era una bella casa con perros y chiquillos. Raúl, te acuerdas? Te acuerdas, Rafael? Federico, te acuerdas debajo de la tierra, te acuerdas de mi casa con los balcones en donde la luz de junio ahogaba en tu boca? Hermano, Hermano!” (La falta de signos al iniciar en todas las citas, son licencias que se permite el autor.)
Pablo Neruda sigue narrando su dolor, lo que vio, lo que siente: “Generales traidores: mirad mi casa muerta, mirad España rota: pero de cada casa muerta sale metal ardiendo en vez de flores, pero de cada hueco de España, sale España, pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos, pero de cada crimen nacen balas que os hallarán un día el sitio del corazón.” El literato chileno cierra este profundo poema con las siguientes dos estrofas: “Preguntaréis por qué su poesía no nos habla del sueño, de las hojas, de los grandes volcanes de su país natal? Venid a ver la sangre por las calles, venid a ver la sangre por las calles, venid a ver la sangre por las calles!”
Ahora el lector puede comprender porque he compuesto el epígrafe con las palabras: “lucha y despedidas.” Aquí el lector no tan sólo conoce la Oda que le compuso en vida Neruda a García Lorca, sino también cómo lo despide. Aquí el lector conocerá cómo Neruda despidió al gran poeta peruano Cesar Vallejo, muerto en París en abril de 1938: “Ya en tus últimos tiempos, hermano, tu cuerpo, tu alma te pedían tierra americana, pero la hoguera de España te retenía en Francia, en donde nadie fue más extranjero… Tenías algo de mina, de socavón lunar, algo terrenalmente profundo.”
Por todas estas expresiones e impresiones en estos días de lecturas nerudianas, en mi cabeza no dejaba de sonar: “Para qué sirven los versos”, para qué sirve la literatura, e incluso, aparecieron las clásicas reflexiones y preguntas: valdrá la pena tantas horas de lecturas, valdrá la pena en una vida tan limitada por el tiempo dedicarlo a una actividad como ésta, qué importancia tiene hoy día leer a Neruda, y en esos instantes de interrogaciones me acordé de una frase de Borges ante la pregunta: ¿Para qué sirve la literatura? El genio argentino respondió: “A nadie se le ocurriría preguntarse cuál es la utilidad del canto de un canario o de los arreboles de un crespúsculo.”
Luego entonces, los versos, la literatura, sirven para acompañarnos, para comprendernos, para humanizarnos. La literatura es mucho más que un bello pasatiempo, la literatura es una de las bellas artes que son indispensables para soñar con una mejor sociedad. La literatura sirve para vivir la vida, y esta vida implica convivir con la insoslayable muerte, así que con la literatura podemos festejar la plenitud y narrar la finitud no como un triunfo, sino como un desahogo, tal como lo hace Pablo Neruda con el gran poeta Antonio Machado: “En la muerte de Antonio Machado”:
“Quién eres?, le digo; y esta sombra pura me responde: “Soy lo que dejo atrás, soy una comarca de molinos y luna, soy un sol de frío en la meseta, soy una misteriosa mano de piedra que toca las puertas del pueblo. Soy Antonio Machado expulsado de su mansión tutelar, soy España echada fuera de España.”
Después de su estadía en España, Pablo Neruda regresará a América, por ello escribió su: “Himno y regreso”: “Patria, mi patria, vuelvo hacia ti la sangre…Ahora quiero dormir en tu substancia.” La próxima semana conoceremos el canto a su patria, a su continente: “América, no invoco tu nombre en vano.”
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