Desde hace décadas el debate público por los contenidos de los libros de texto gratuitos siempre se hace presente. Es un tema que siempre genera inquietud en los grupos conservadores, en especialistas en educación y en diversas ramas del conocimiento, y que invariablemente es materia prima para la polémica, particularmente por la incorporación de nuevos modelos educativos, temas de sexualidad y derechos reproductivos, pero también de reinterpretación histórica.
Así ocurrió desde la aparición en 1959 de estos libros durante el gobierno del presidente Adolfo López Mateos cuando se puso el grito en el cielo por los nuevos temas que incorporaban los libros de texto y que llevaron a que los voceros de los grupos empresariales promovieran manifestaciones de asociaciones de padres de familia en Monterrey para rechazar los “libros comunistas”, como los llamaron.
Entonces, la opinión pública y los sectores más acomodados del país influidos por las visiones patronales repetían que estaban plagados de errores, que eran nocivos para educar a los niños y que les inculcaban ideas ajenas a los valores de las familias mexicanas, como se decía entonces.
En la batalla para evitar su publicación y distribución, la desinformación, racismo, ignorancia y clasismo estaban a la orden del día. Se cuestionaba todo: que, si no debían ser gratuitos, que daban visiones sesgadas de la historia, que alentaban el inicio a la sexualidad a edad temprana, que eran deficientes en sus contenidos en matemáticas, español o ciencias naturales.
Se llegó al extremo del clasismo cuando al ver la portada, aquella icónica portada de La Patria, óleo del artista plástico Jorge González Camarena, algunos fifís de los años sesenta llegaron a afirmar que los rasgos mestizos de la modelo les recordaban “a las sirvientas de la casa”. O el escándalo con la Reforma Educativa del gobierno de Luis Echeverría por incluir en los libros de texto de una imagen de un niño y una niña desnudos para explicar sus respectivos aparatos reproductivos. O los prejuicios evidenciados años más tarde, en el 2002, cuando la Unión Nacional de Padres de Familia aseguraba que una ilustración de dos niños bañándose en las regaderas de un deportivo “incitaba” o “promovía la homosexualidad”.
No obstante, a lo largo de las décadas y pese a los reclamos y el rechazo de grupos confesionales y del empresariado, el gobierno mexicano se sostuvo para ir adaptando contenidos a los nuevos enfoques pedagógicos y los libros se quedaron y han servido para formar a generaciones de mexicanos. Desde su creación en 1959, los libros de texto gratuito han sido un material de apoyo invaluable para alumnos y maestros ya que con estos se dirige y al mismo tiempo evalúa el aprendizaje y el conocimiento en general.
Ahora en tiempos del respeto a la diversidad y la inclusión vuelven a las andadas los movimientos de padres de familia y sectores conservadores y de la iglesia renuentes a la inclusión de contenidos de lo que ellos llaman “ideología de género”.
Asistimos, como no podía ser de otra forma en estos tiempos de polarización y extremismos ideológicos, a un nuevo e intenso debate en los días que corren sobre los contenidos de los libros de texto gratuitos para el ciclo escolar 2023-2024.
Con base en los lineamientos de la llamada “Nueve Escuela Mexicana”, un enfoque educativo que busca combatir la discriminación y violencia que se ejerce en las distintas regiones, pero con énfasis en la que sucede contra mujeres y niños y que busca alentar la construcción de relaciones a partir del respeto por los derechos humanos, la Secretaría de Educación Pública diseñó los libros de texto gratuito de todos los grados a nivel básico, de primero de primaria a tercero de secundaria, y sus contenidos están a la vista de quien desee conocerlos en la página oficial de la SEP.
La aparición de los nuevos libros de texto gratuito acaparó diferentes discusiones desde el año 2022 cuando el director de Materiales educativos de la SEP, Marx Arriaga, inauguró el proceso para el rediseño de los libros de texto gratuitos, que estuvo bajo la directriz en temas de ciencias sociales de la extinta Coordinación de Memoria Histórica y Cultural, cuyo consejo asesor encabezaba la esposa del presidente, Beatriz Gutiérrez Müller.
Desde entonces la Unión Nacional de Padres de Familia tramitó un amparo que se le otorgó y luego fue revocado para frenar la impresión de los libros de texto gratuitos, pero lo notable es que comenzaron a darse diversas filtraciones y opiniones infundadas sobre sus contenidos, como la supuesta desaparición de las matemáticas en el nivel básico, asignatura que efectivamente tiene una nueva forma de abordarla, pero solo en los libros de primero de primaria.
El caso es que ahora nuevamente vuelven a la carga la Unión Nacional de Padres de Familia, el Frente Nacional por la Familia, investigadores educativos, analistas y columnistas de medios críticos al gobierno lopezobradorista, quienes han denunciado que los libros de texto para el ciclo escolar 2023-2024 incluyen temas que consideran inapropiados y que existieron fallas en el proceso de elaboración.
Acusan que el nuevo esquema escolar no habrá libros de español, matemáticas, ciencias naturales, geografía, biología, salud, historia universal y de México, además de que los nuevos libros fueron elaborados sin que se realizaran pruebas piloto ni se diera a conocer el resultado de una sola evaluación del contenido o se detallaran los programas de estudios para cada grado. Además de que esta reducción excesiva de temas relacionados a matemáticas o la eliminación de contenidos sobre literatura universal, filosofía o ética, dejaría lagunas en materia educativa que profundizarían la brecha económica y social en el país, puesto que las familias con más recursos podrán comprar libros que ayuden a resarcir esa falla, mientras que ello estará fuera del alcance de los más pobres.
Tras la ola de acusaciones, los padres de familia han promovido amparos contra su distribución e incluso una jueza de la Ciudad de México ordenó a la SEP suspender el reparto de los libros de texto.
Ante ello, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido enfático en señalar que no se detendrá la distribución de los libros de texto y que lo que mueve a sus opositores es que el proyecto educativo de su gobierno busca devolver contenidos educativos que fueron eliminados en el periodo neoliberal, así como valores humanistas que también fueron suprimidos.
Los libros van a llegar para el reinicio a clases el 28 de agosto, dijo el presidente el pasado martes, “no hay ningún juicio de amparo que impida que se distribuyan”, aseveró.
Si el Ejecutivo opta por repartir los libros a pesar de las advertencias judiciales, malo. Si se frena la distribución para revisar sus contenidos, malo también, porque además de dejar a más de 23 millones de alumnos sin estos notables auxiliares educativos, con el elevado costo económico que ha supuesto la impresión y distribución de los mismos, no se dejará satisfecho a nadie de los opositores, y menos a los de filiaciones religiosas o que abrazan las visiones más conservadoras.
Pero, sobre todo, mientras la confrontación política marque el día a día en México seguiremos en este tipo de debates infructuosos y ociosos, donde cualquiera se asume como pedagogo y experto en materia educativa, aunque no lea más de un libro al año y su referente del mundo y del conocimiento sea lo que lee en las redes sociales.
El fondo de este debate es político y no educativo, que nos quede claro.