Dos diferentes mediciones nos dicen que las cosas no van bien ni para el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ni para el gobernador Cuitláhuac García Jiménez (CGJ).
De acuerdo al ejercicio estadístico diario (TtrackingPoll) que realiza Consulta Mitofsky (Roy Campos) para El Economista, en un mes AMLO cayó 5 puntos, de 61.6% el 3 de julio pasado a 56.7 ayer 2 de agosto.
En este año, fue en el mes de febrero cuando tuvo su mayor aprobación, que alcanzó 63.0%. Desde entonces ha venido oscilando, pero siempre en pendiente negativa, hasta precipitarse cuesta abajo 7 puntos desde entonces.
Al gobernador le va peor, según la encuestadora Arias Consultores. En el mes de junio hizo una encuesta con base en la pregunta: “¿Estás de acuerdo en que al gobernador(a) se le revoque el mandato por pérdida de la confianza o siga en la gubernatura hasta que termine su periodo?”
El que mejor aprobación obtuvo fue Julio Menchaca, gobernador de Hidalgo, a quien el 78.7% desea que continúe y solo el 21.3% que no. Cuitláhuac solo obtuvo una calificación de 28.4% a favor de que prosiga y 71.6% desea que se le revoque el mandato.
En ambos casos –eso creo– se refleja la desaprobación ciudadana en la forma en que están gobernando; en el caso del presidente no se puede ignorar su campaña sistemática de ataques contra Xóchitl Gálvez, su violación diaria al Estado de derecho, la grave inseguridad que tiene bañada en sangre al país y la falta de medicamentos, sobre todo.
En el caso del gobernador son muchos los negativos que carga: el caso de la jueza, su poca o nula atención a los familiares de los desaparecidos, su solapamiento al secretario de Gobierno para que haga y deshaga, la detención de inocentes (a los que no les han podido probar las acusaciones que les hacen) a los que tiene en la cárcel, los acarreos en forma obligada a los trabajadores del gobierno para que asistan a mítines políticos, y un largo etcétera.
A todo ello, en el caso de los dos, habría que agregar el desgaste natural que provoca el ejercicio del poder, el acercamiento del fin de su mandato (en el caso del presidente, en 13 meses, en el del gobernador, en 15 meses) y la pérdida de interés en sus personas con la presencia activa de los aspirantes presidenciales y a la gubernatura.
En el caso de Mitofsky, habrá que esperar la encuesta de agosto cuando se incluirá la gran reacción de la mayor parte de la población en contra de los nuevos libros de texto gratuito y el incremento de la inseguridad y la ola de violencia que parece estar ya fuera de control.
Para nadie es un secreto que CGJ llegó a la gubernatura por mera chiripada, arrastrado al alza por lo que se conoció como el “efecto López Obrador”. Ahora será a la inversa. Conforme avance el “defecto López Obrador” lo va a ir arrastrando a la baja, más todo lo que él acumule en contra, como el derribo de árboles en la avenida Lázaro Cárdenas en Xalapa.
Su caída se acentuará y se precipitará cuando haya candidata o candidato a la gubernatura.
¿Y la oposición?
El escenario, pues, es el ideal para que empezara a repuntar y a cobrar fuerza la oposición, pero, ¿tiene con qué?
El pasado 26 de julio, con más pena que gloria se instaló el comité estatal del Frente Amplio por México (FAM), pero, hasta donde advertí, no despertó mayor entusiasmo entre los veracruzanos.
Es cierto que varios viejos políticos buscan encabezarlo para ser el candidato a gobernador, pero no creo que en el FAM se repita un fenómeno como el de Xóchitl Gálvez, ni en hombre ni en mujer, que se vea que desestabilice a los morenistas.
Veo que en forma individual algunos personajes políticos realizan recorridos por diversos puntos del estado y hacen lo que pueden, pero sin ninguna innovación, con la misma forma de siempre, criticando y prácticamente con el mismo discurso de antaño, nada que haga entusiasmar al electorado.
Ahí es donde percibo que podría tener la oportunidad de presentarse como una verdadera opción Movimiento Ciudadano (MC), si su más visible aspirante, José Manuel del Río Virgen, se posiciona y sabe cómo mover al electorado y cómo jalar a los indecisos; si, como viene repitiendo, le otorga dentro de MC un lugar protagónico a los ciudadanos.
Veo como una ventaja que cuente con el respaldo del exgobernador Dante Delgado, quien, así como Fidel Herrera, dejó y mantiene relaciones con muchos políticos en todo el estado, con los que podría reactivar un movimiento para darle la batalla a Morena.
A la fecha, dos aspirantes guindas, Sergio Gutiérrez Luna y Manuel Huerta, más el primero que el segundo, han aglutinado a su alrededor a una buena parte del priismo (del que queda), a algunos panistas y también a una parte de lo poco que queda del perredismo.
No creo, por lo que he platicado con varios de ellos, que si ninguno de sus dos candidatos fuera el elegido y el presidente impusiera a Rocío Nahle, regresaran a apoyar a alguno de sus todavía compañeros, ¿o excompañeros?, pues de otra forma no se hubieran alejado de sus partidos.
Veo factible que si Dante y Del Río les abren la puerta y los invitan a sumárseles, una vez que no tengan la opción por la que han apostado, no duden en hacerlo, incluso sin afiliarse necesariamente a Movimiento Ciudadano (MC), pues pueden optar por engrosar la lista de candidatos ciudadanos, a los que MC destinará el 50 por ciento de candidaturas.
Dentro de un mes, cuando haya candidatas o candidatos a la presidencia, tanto por el Frente Amplio como por Morena, las cosas se irán clarificando mejor. Ya no falta mucho para ello.
Los argumentos de Volpi
El pasado 1 de julio, el escritor Jorge Volpi, en el artículo sabatino que publica en Reforma, que tituló “La contra”, hizo un duro reproche-reclamo a la oposición, en el que advertía entonces que el PRI y el PAN pudieran bloquear a Xóchitl “la única candidata que acaso podría arrancarlos de su pasmo justo porque no milita en ninguno de estos dos partidos”.
El autor de En busca de Klingsor dijo entonces que los de la oposición están tan obsesionados con AMLO, que en cinco años no han sido capaces de reconocer su responsabilidad en la debacle, “de asumir su culpa en la guerra contra el narco y la brutal ola de violencia que nos asola desde entonces, de arrepentirse por haber saqueado las arcas nacionales como si se tratara de una finca personal, de habernos concedido un Estado de derecho inexistente, una impunidad generalizada y una desigualdad rampante”.
Apuntó que: “Escudados en el daño que Morena le hace a México –un eslogan que apenas han modificado desde 2006–, intentan presentarse como republicanos y demócratas, como diques de contención frente al autoritarismo de la 4T, como los salvadores de la patria, cuando fueron ellos quienes la hundieron”.
Fue contundente: “En nuestra época la memoria suele ser tan corta –tan efímera como la fama o la desgracia en las redes sociales–, que piensan que las calamidades provocadas por AMLO justifican todas las que ellos generaron antes y, por tanto, que los votantes estamos obligados a volcarnos hacia ellos solo porque representan el dique de contención frente a un mal mayor”.
Con un argumento impecable: “La oposición –hay que reconocer que el nombre los define: nada los une excepto su vocación anti-AMLO– ha sido incapaz de hacer otra cosa que, eso, oponerse: solo que esta actitud, sin duda necesaria, no basta para lavarles la cara, para volverlos heroicos o admirables de la noche a la mañana, ni siquiera confiables. Cuando estuvieron en la cumbre, o bien destazaron al país –con Calderón–, o bien se dedicaron a saquearlo –con Peña Nieto–: ¿por qué habríamos entonces de darles el beneficio de la duda ahora que, para colmo, van unidos?”
Pregunto: ¿qué se le puede rebatir? En efecto, AMLO y Morena llegaron al poder por su culpa. En 2000, cuando el PRI perdió por primera vez la Presidencia en 71 años, los priistas dijeron que habían aprendido la lección. Doce años después cuando la recuperaron con Peña Nieto, volvieron a caer en lo mismo. Quienes ahora critican, entonces no lo hicieron, se quedaron callados, avalaron todo. Por eso resulta difícil creer que ellos van a salvar ahora la Patria.
En Veracruz, Movimiento Ciudadano puede ser la tercera vía. Pero no necesariamente puede afirmarse que la va a ser. Hay que esperar.