“Los hijos de Israel: Albert Einstein.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
El sólo nombre de Albert Einstein provoca asombro, seguramente vienen a nuestras mentes conceptos como genialidad, erudición, y aunque desconozcamos de manera formal y seria el gran aporte científico que produjo este genio alemán de origen judío, sabemos de forma general que existe un antes y un después de Einstein en el campo de la física. Ahora bien, un genio de esta magnitud por ser lo que es despierta cierto interés en los lectores por saber cómo pensaba, cómo se conducía, ya que, aunque nuestros intereses y saberes sean pequeños y de índole muy distinta a los de Einstein, su personalidad y forma de concebir la vida pueden servir de modelo o ciertos pensamientos pueden ser una guía que nos ilumine en momentos de oscuridad. Este es el motivo porque el que se incluyó a un genio de esta magnitud en el presente mes en el cual nos hemos acercando a cuatro personajes de origen judío que transformaron la historia de nuestras sociedades: Jesús, Marx, Freud, y concluimos con Einstein.
El libro que leí para escribir el presente artículo se titula: “Einstein, el hombre y su obra.” El pequeño libro fue publicado por la editorial Siglo XXI en el año 1969. Su primera edición en inglés es de 1967. La obra se origina de tres programas de radio que se transmitieron por la BBC. En estos programas se hablará de Einstein en tres etapas de su vida: “La primera, desde su infancia hasta la formulación de la teoría especial de la relatividad en 1905; los años intermedios de su vida, cuando se convirtió en uno de los hombres más famosos del mundo y, por último, los años finales, que aquí se sitúan a partir de 1933, cuando su objetivo esencial fue la búsqueda de la teoría del campo unificado, que no lograba formular.”
Son varios los personajes que participan en esta enorme y valiosa producción, naturalmente casi todos me fueron desconocidos, porque seleccionaron para el proyecto a gente que fue muy cercana al genio y obviamente casi todos eran matemáticos, físicos, sólo me encontré con dos nombres conocidos, con Bertrand Russell y a uno que si he leído y conozco una de sus grandes obras, me refiero a Karl Popper. Un personaje que no conocía, pero me interesó mucho leer la entrevista que le hicieron es al hijo mayor de Einstein. De los temas muy técnicos que abordan los distintos protagonistas nada podría argumentar, pero, lo interesante de las diversas entrevistas estriba en que muchos nos presentan el pensamiento de Einstein más allá de sus intereses científicos. Un ejemplo es cuando Bernard Mayes quien fungía como corresponsal de la BBC en California y toda la costa occidental de Estados Unidos, le preguntó al hijo de Einstein lo siguiente:
“Mayes: ¿Y era capaz de jugar con los niños? H.A Einstein: Jugábamos juntos con mis juguetes, pero él trataba de educarnos también en un sentido más amplio que el de la educación que uno recibe en la escuela. Me decía con frecuencia que una de las cosas más importantes en su vida era la música. Cuando sentía que había llegado al final del camino o que se encontraba en una situación difícil en su trabajo se refugiaba en la música y eso le ayudaba a resolver, por lo general, todas sus dificultades.”
Varias de las opiniones que nos vamos encontrando de todas estas personas allegadas a Einstein, señalan que fue una persona sencilla, amable, con buen sentido del humor, tratable. Empero, que su inteligencia también radicaba en no desgastarse en pequeñeces, les transcribiré dos ejemplos: “No era un hombre de intereses estrechos, pero, como lo expresa convincentemente Sir Roy Harrod en sus recuerdos de Einstein en Christ Church, su energía mental estaba completamente dedicada al cultivo de la ciencia, fuera de la cual, nos dice Sir Roy, me di cuenta de que sus opiniones eran liberales e ilustradas, pero no particularmente profundas. Aceptaba evidentemente lo que era de la opinión general sin poner a trabajar demasiado a ese gran cerebro suyo en tales cuestiones.”
No es menor lo antes apuntado. Si aprendemos a seleccionar nuestros pensamientos, discusiones, etc., seguramente nuestra vida ordinaria será más exquisita, más tranquila, menos conflictuada. Imagínese que usted está leyendo con sincero esfuerzo a Karl Popper, particularmente su libro: “La sociedad abierta y sus enemigos”, donde este genio va desnudando con argumentos los sistemas antidemocráticos, populistas, intolerantes y, de pronto, algún conocido en un grupo de WhatsApp o en una plática directa, se pone apasionadamente a defender a los políticos vigentes, afirmando que uno de ellos casi casi es un profeta, aquí es cuando me pregunto: ¿Valdrá la pena debatirle estas ideas a un adorador, a un fanático? No lo creo, además, la batalla por la democracia no se gana haciendo entrar en razón a un adorador, el argumento debe ser general, y así aportas algo a la sociedad y te evitas un desgaste totalmente innecesario.
En este mismo orden de ideas, el matemático y físico G. J. Whitrow, quien es el autor y compilador del libro sobre Einstein que se está comentando, además, fue profesor de matemáticas aplicadas en la Universidad de Londres, literalmente nos regala esta concepción de Einstein sobre lo que pensaba y sentía del concepto de comodidad: “Einstein odiaba casi todo lo que la mayoría de la gente ama. La comodidad y la felicidad –declaró mucho más tarde –“nunca me han parecido una meta. Estas bases éticas me parecen los ideales del rebaño de cerdos…Las metas comunes del esfuerzo humano -Obtener posesiones, éxito exterior y lujo –siempre me han parecido despreciables, desde que era muy joven.” Era esencialmente un lobo solitario. Nunca participó en agrupaciones estudiantiles, pero, aunque rechazaba a las iglesias, tenía una creencia semejante a la de Spinoza en una fuerza religiosa cósmica.”
Por la enorme admiración y respeto que tengo por Karl Popper, leí detenidamente las preguntas y respuestas que le hicieron al filósofo vienés. En una de ellas, Popper comenta lo que él cree que es la mayor aportación de Einstein:
“Popper: Un punto acerca de Einstein que me impresionó quizá más que ningún otro fue éste: Einstein se mostraba altamente crítico en relación con sus propias teorías, no sólo en el sentido de que estaba tratando de descubrir y señalar sus limitaciones, sino también en el sentido de que trató, con respecto a todas las teorías que proponía, de descubrir en qué condiciones podía considerarlas como refutadas por la experimentación.”
Seguramente esta actitud crítica de Einstein, perfectamente desarrollada por Popper en al campo de la filosofía de la ciencia, fue la que lo motivó a incursionar en el terreno de las ciencias sociales y escribir la obra: “La sociedad abierta y sus enemigos”, y con ella desnudar los autoritarismos, los populismos, los fanatismos, y a enseñarnos que si en una sociedad no se tolera la crítica, la pluralidad, la diversidad, si en determinada sociedad se quiere imponer un pensamiento único, esta forma de pensamiento es altamente antidemocrático. En palabras claras, es un pensamiento salvaje.
Finalmente, la gran enseñanza de Einstein es fomentar la crítica. Refutar todo lo que se nos quiere imponer.
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