A 75 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DE ISRAEL. (I)

“Los hijos de Israel: Jesús.”

Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

El 29 de noviembre de 1947, la Organización de las Naciones Unidas emitió la resolución 181, donde aprobó dividir a Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío. Al año siguiente, el 14 de mayo de 1948, de manera oficial nació el moderno Estado de Israel. Este importante acontecimiento ha ocasionado guerras, matanzas, crueldades, y allí siguen estas naciones viviendo en la confrontación. Ambas naciones históricamente han defendido una fe diferente, a ambas sus libros sagrados, el Antiguo Testamento de la Biblia y el Corán, les ordenan no mezclarse, e incluso, en ambos documentos religiosos la orden es que deben exterminar al pueblo que sea diferente a la fe que ellos profesan, en el caso del pueblo hebreo basta citar el libro bíblico Deuteronomio que literalmente señala: “Exterminarás a todos los pueblos que el Señor, tu Dios, pondrá en tus manos. No se apiaden de ellos tus ojos, ni sirvas a sus dioses, para que no sean ellos causa de tu ruina”, y agrega: “No emparentarás con los tales, dando tus hijas a sus hijos, ni tomado sus hijas para tus hijos; porque seducirán a tus hijos para que me abandonen y adoren a sus dioses extranjeros; con lo que se irritará el furor del Señor y bien presto acabará contigo.”

Al lado de ellos, o, mejor dicho, entre ellos, también vive una parte amplia del cristianismo. Estas son las tres poderosas e influyentes religiones monoteístas, tres culturas que influyen y determinan de forma importante en el devenir de nuestras sociedades, empero, ¿por qué Israel literalmente invadió a Palestina y en esas tierras fundó su nuevo Estado?

Los orígenes de sus argumentos se encuentran en el Antiguo Testamento. Recordemos que todo inició según la historia bíblica, cuando Abraham por órdenes de su Dios Jehová, abandonó las tierras de Harán y emigró en busca de la tierra prometida. Esta tierra prometida se encuentra en Canaán, la futura Palestina. La historia bíblica es muy amplia, todo lo narra el Pentateuco, lo esencial es saber que después de vivir un sinfín de complicaciones, ejemplo: cuando estuvieron esclavizados por los egipcios, al final el pueblo de Israel vivió en la tierra de Canaán y ya instalados empezaron a organizarse; fundaron la Monarquía y serán gobernados por personajes como Saul, el famoso Rey David, por el sabio e ilustre Salomón. En esta etapa de esplendor, a través de la guerra y por su enorme poderío militar, por supuesto que también con la ayuda de su Dios, fueron acabando con los pueblos vecinos, a algunos los asesinaron, ejemplo: Jericó, a otros los expulsaron, y así, Israel habitó la tierra prometida y vivió bajo un reinado próspero, diría San Agustín: “Detrás de todo gran imperio hay un latrocinio.”

Con el paso de los años, particularmente con la muerte del Rey Salomón, el reinado del pueblo de Israel irá debilitándose; habrá una gran división al interior de sus famosas doce tribus, otros pueblos van empoderándose y en este proceso poco a poco expulsan de sus tierras a los judíos, y ya en pleno año 133 de nuestra era, el Emperador Romano Adriano termina de expulsar al último gran bastión de judíos de sus tierras y así fue como inició la famosa “Diáspora”, es decir, la dispersión de un pueblo por todas partes del mundo. En resumen, partiendo del triunfo del Emperador Adriano, el pueblo judío anduvo por todas partes viviendo, sin contar con un territorio propio por un periodo de 1815 años. En todo este tiempo mantuvieron el concepto de nación gracias a su fe y costumbres fundamentadas en el Antiguo Testamento de la Biblia. En todos estos años los han querido exterminar, no obstante, han resistido.

A partir de finales del siglo XIX inició un movimiento por recuperar las tierras que fueron de ellos, la fuente que legitimaba esta pretensión: el Antiguo Testamento. Mientras esto ocurría, en el largo periodo de tiempo que Israel no fue un Estado, más sí una nación, en distintos lugares del mundo fueron naciendo judíos que, aunque tuvieran nacionalidades distintas, su origen era israelita, un ejemplo es el gran pensador Giovanni Papini, un escritor erudito de esos que logran abarcar un conocimiento que se antoja inabarcable, un verdadero sabio.

Muy conocido es que Giovanni Papini en sus inicios fue un hombre ateo, esta influencia la recibió de su padre. También desde niño fue un ferviente lector. En los libros se refugiaba y encontraba la felicidad que la difícil vida le negaba. Su obra es abundante, sus libros se comprenden mejor si se conocen los cambios fundamentales que Papini tuvo en su vida, el ejemplo más puntual es cuando salió publicado el libro: “Historia de Cristo” en 1921. Para estos años Papini ya era un hombre de fe. Después de vivir la sanguinaria primera guerra mundial encontró cierto consuelo en la vida y enseñanza de Jesús. Sí. Los cambios de Papini son radicales. Primero no cree en nada, sin olvidarnos que su origen es judío por parte de su padre, y segundo, cuando cree en algo, cree en Cristo, es decir, acepta la enseñanza del Antiguo Testamento, pero de igual manera hace suya las enseñanzas del Nuevo Testamento, esto implica que es un judío-cristiano, y esto sigue implicando que él no espera la primera venida de Jesús, sino la segunda, la que esperan todos lo que creen en Jesús como salvador de los pecados y redentor. Lo anteriormente expuesto iluatra porque el libro está escrito tan bellamente, porque si bien Papini se basa en los cuatro evangelios tradicionales y en lo que narran los considerados evangelios apócrifos, el gran mérito de la obra es la pasión, claridad y erudición con la que es descrito el personaje central, Cristo:

Jesús nació en un establo, en un establo de verdad, no esos modernos belenes de yesos de la noche de navidad, con sus figuritas que parecen de azúcar, primorosamente pintadas, con el limpio y ordenado pesebre, el asno estático, el contrito buey, y ángeles que agitan guirnaldas en el techo. Un establo, un establo de verdad, es la prisión de los animales que trabajan para el hombre. El pobre y viejo establo del pobre y viejo país de Cristo se componía de sólo cuatro toscas paredes, un sucio suelo y un techo de vigas y pizarra. Está oscuro, lleno de vaho. Lo único limpio es el pesebre donde el propietario apila el heno y el herrén… Los primeros que adoraron a Jesús no fueron hombres, sino animales. Entre los hombres, él buscó a los sencillos de corazón; y entre los de corazón más sencillo, a los niños…Hasta aquel tiempo, reyes y pueblos de la tierra se habían inclinado ante bueyes y asnos para implorar cosas materiales. El propio pueblo de Cristo, el pueblo elegido, que Jehovah había liberado del yugo de Egipto, cuando su pastor le dejó solo en el desierto para elevarse y hablar con el eterno, ¿no forzó a Aaron a fabricarle un becerro de oro para adorarlo? En Grecia, el asno estaba consagrado a Ares, a Dionisos, a Apolo Hiperbóreo. Pero Jesús iba a poner punto final a ese inclinarse ente los animales. Entretanto, las bestias de Belén le calentaron con su aliento.”

Una vez presentado el gran personaje, el inigualable protagonista de la historia, Papini en este voluminoso libro nos llevará al mundo de Jesús; su vida, sus enseñanzas, sus hechos, nos acercará con su familia terrenal, conoceremos cómo eran los imperios de la época y sus gobernantes, aborda y explica lo difícil que era para los mismos personajes cercanos a Jesús comprenderlo:

María permaneció unos instantes contemplándole, casi sin dar crédito a sus ojos. Pero no pudo contenerse más y en voz alta le llamó por su nombre. Los ancianos se apartaron y la madre atrajo al niño hacia su pecho y la abrazó con fuerza, dejando caer las lágrimas que hasta entonces había reprimido. “–Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo, angustiados, andábamos buscándote. – ¿Y por qué me buscabais? ¿No sabías que yo debo estar en las cosas de mi padre?” – Graves palabras, para ser dichas por un niño de doce años a una madre que le ha estado buscando durante tres largos días. – “Y ellos”, prosigue el evangelista, “no comprendieron la respuesta que les dio.”

Giovanni Papini sobre la incomprensión que tenían María y José para con las actitudes de su hijo, nos deja la siguiente afirmación: “–Pero nosotros, después de tantos siglos de experiencia cristiana, podemos comprender aquellas palabras…” Más yo le pregunto: ¿Realmente hemos comprendido el mensaje de Jesús? Parte de lo narrado en: “La historia de Cristo” de Giovanni Papini, donde conocemos la vida del más grande hijo de Israel: Jesús.

 

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