Casi desde que comenzó el sexenio, Marcelo Ebrard aguantó los inclementes ataques de ira del presidente López Obrador que si bien lo alababa el público, lo humillaba sin compasión en las juntas del Gabinete de Seguridad, esas que se avienta antes de sus mañaneras.
Marcelo correspondió de dos maneras; con trabajo y con ejercicios de genuflexión al tabasqueño que cayeron en lo grotesco. Si por una parte resolvió desde el problema de abasto de vacunas durante la pandemia, hasta las broncas en las que se metió su patrón con Estados Unidos y España, también le dio por llenar de incienso al presidente con la esperanza de que lo señale su sucesor.
Lo he dicho en reiteradas ocasiones, Marcelo fue sin duda el mejor hombre en el gabinete obradorista, pero nunca ha estado en el radar del presidente para sucederlo en el cargo por una sencilla razón: es más inteligente que éste y eso no se tolera en Palacio donde entre más tarugo y servil sea un funcionario, más crece ante los ojos de su amo.
Ese talento, aunado a su vocación negociadora y pragmatismo (que paseó por varios países llevando la representación presidencial y lo ayudó a resolver problemas domésticos para beneplácito del propio Andrés Manuel), son veneno puro para el tabasqueño que perverso como es, lo ha dejado que se ilusione con la hipotética candidatura.
Marcelo por su parte mandó al diablo su seriedad y sobriedad, pero sobre todo su dignidad, para convertirse en un patético zalamero presidencial.
Aun siendo Secretario de Relaciones Exteriores y a propósito de la llegada de Tesla a México, escribió en sus redes: “Felicito al presidente López Obrador por la exitosa negociación con Tesla que garantiza una gran inversión con cuidado del agua. Presencié su brillante y exitosa operación a favor de México”.
Esa desproporcionada adulación fue una falacia ya que el presidente se llevó un frentazo. Quería que la empresa estuviera cerca del AIFA o en algún punto del sureste “o no otorgaremos el permiso”, sentenció. Pero Elon Musk contestó diciendo que si Tesla no se instalaba en Nuevo León se la llevaría a otra parte y Andrés Manuel dobló las manos. ¿Dónde estuvo su exitosa negociación?
Ya como corcholata en campaña a Marcelo se le pasó la mano al cometer un acto de lambisconería garrafal que quizá nunca se perdonará.
Anunció que si gana la encuesta, si resulta candidato de Morena y si llega a la presidencia de la República, creará la Secretaría de la Cuarta Transformación para “garantizar la continuidad de la 4T”. Y propuso como titular de la dependencia a Andy López Beltrán, el hijo del presidente.
¡Vaya manera de reptar la suya! Ni lord Molécula se ha atrevido a tanto.
Para colmo Andy que lo mandó al diablo, aunque muy decentemente con un “muchas gracias, pero no”.
Fue en ese momento, en ese preciso instante, que el ex canciller perdió toda oportunidad (por si tuvo alguna) de ser favorecido por el dedo de López Obrador y eventualmente materializar un sueño que ya es imposible: terciarse la banda presidencial.
El 6 de junio y antes de que parloteara su lastimosa tarugada comenté: “Desesperado porque sabe que no será el candidato del tabasqueño, Marcelo Ebrard anunció su renuncia a la Secretaría de Relaciones Exteriores y se va por la libre a ver si en una de esas Andrés Manuel cambia de parecer y le da la candidatura que le tiene reservada a Claudia Sheinbaum.
“¿Qué hará Marcelo en las semanas por venir? El ridículo. En vano recorrerá el país, en vano aglutinará voluntades, en vano ganará adherentes y en vano encabezará encuestas porque la decisión ya está tomada y él no será el elegido”.
Tras su supina lambisconería, al mejor hombre de López Obrador no le queda nada. Se le fueron los moderados y clasemedieros que ya tenía en la bolsa y que son millones de votantes potenciales.
Descartada su posible anexión con la Alianza Va por México donde le dijeron “retazo”, su única esperanza es Movimiento Ciudadano que con su candidatura ganará un par de puntos en las próximas elecciones (sus votantes subirán del 9 al 11 por ciento) pero que al ex canciller le servirán para maldita la cosa.
Caray, lo que son las cosas lector, Marcelo Ebrard comenzó tan bien su pre pre pre campaña, que hasta hace unos días llegó a poner en predicamentos a Claudia Sheinbaum y al propio presidente, pero debido a sus torpes adulaciones que no supo dimensionar con más prudencia, se convirtió casi de la noche a la mañana en un cadáver político que deambula penosamente arrastrando la poca dignidad que aún le queda.
Tan bajo cayó incluso ante los ojos de sus seguidores, que lo mejor que puede hacer es agarrar esa dignidad vapuleada, echársela a cuestas y (a menos que le caiga del cielo un auténtico milagro de Dios), aceptar lo inevitable e irse a rumiar su fracaso y frustración a su casa.