“En busca del tiempo perdido: Volumen 4: “Sodoma y Gomorra.” Segunda parte-III-IV”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
Conforme vamos creciendo y evolucionando podemos ir detectando que gran parte de las circunstancias que vivimos; algunas nos llegan del exterior, otras son causadas por nuestro actuar, muchas son producidas por nuestros pensamientos, etc., todas estas eventualidades que forman parte de la vida, las resolveremos favorablemente si aprendemos a tener control psicológico, equilibrio mental. Alguien podría preguntar: ¿Cómo se aprende ese control? Respuesta única no hay, más, considero que la mesura, la ecuanimidad, la sensatez, se van aprendiendo y adquiriendo principalmente por dos vías; la primera es con las experiencias de la vida misma, claro está, siempre y cuando seamos personas reflexivas, autocríticas, analíticas…, si es así, de cada experiencia obtendremos una gran enseñanza. La segunda sería a través de la voluntad, el carácter, es decir, tener la disposición de humanamente aplicar en nuestras futuras decisiones, acciones, las enseñanzas aprendidas en las experiencias vividas.
Ahora bien, utilicé la palabra, humanamente, porque invariablemente el hombre no es una máquina que aprende una lección y luego luego la cumplirá puntualmente. Si bien la grandeza y ventaja del hombre estriba en poder utilizar la razón y guiarse mediante ella, el hombre también es pasión, deseos, anhelos, y en muchas ocasiones estas sensaciones tan poderosas e influyentes en nosotros, no siempre van acorde a lo que dicta la razón, y aquí es el momento donde nos conflictuamos, avanzamos y retornamos, pero, al mismo tiempo es el largo proceso donde vamos forjando una personalidad, algo así como el acero, este se forja duro, fuerte, por los golpes y presiones que va recibiendo en todo el proceso, aclarando que, el hombre puede se formado y llegar a poseer una personalidad firme, no obstante, nunca estará libre de recaer, aunque estas recaídas no debemos verlas como algo muy negativo, es parte de nuestra naturaleza humana, lo importante siempre será en saber que por duro que parezca, debemos levantar la cabeza y volver a construir, volver a caminar, sin esta condición y actitud psicológica de todo hombre, la vida se antojaría invivible.
Llegamos a la parte final del tomo IV de la imponente obra: “En busca del tiempo perdido” titulada: “Sodoma y Gomorra”. A estas alturas el lector está identificado con los principales protagonistas que han aparecido en este y en los anteriores tomos. Del Barón de Charlus, sabemos que es un homosexual reprimido, empero, en el artículo anterior[1] nos quedamos con la duda de si Albertina, la bella joven que tiene sus amoríos con Marcel, resulta ser lesbiana. Hasta las reflexiones y soliloquios expresados por Marcel, sabemos que él tiene ciertas dudas sobre Albertina, el joven está enamorado de ella, sin embargo, los celos que le provoca son terribles.
La pareja sigue conviviendo; pasan todo el día juntos, el escenario central en este voluminoso tomo es el pueblo de Balbec y sus alrededores, donde el protagonista se encuentra pasando sus vacaciones junto a su madre y noviecita Albertina. A pesar de la admiración que siento por la obra completa de Proust, debo confesar al lector que sí hay momentos de la narrativa que resultan un poco cansados, particularmente en esta parte final muchas cosas suceden en las fiestas que ofrecen los Verdurín, ahí nos encontramos en un mundo burgués, lleno de prejuicios, donde lo que más importa es la vestimenta, los lujos, las pláticas en esas fiestas en instantes son insignificantes, por supuesto que hay momentos donde surgen temas de interés, no obstante, una vez concluida la lectura, hasta lo que pudo resultar un poco cansado y fastidioso debo reconocer que no afecta en nada en cuanto a la grandeza completa de la obra, la belleza estilística del lenguaje, la descripción impresionista de los paisajes, el análisis implícitamente que se hace sobre grandes artistas como Manet, Monet, Balzac, Chateaubriand, entre otros.
Vinteuil es un músico famoso y muy nombrado por los protagonistas desde los primeros tomos[2]. Los personajes escuchan su música, particularmente Carlos Swann siempre pide le toquen una famosa sonata de Vinteuil. Este músico murió, la conexión que ahora tiene con los sucesos de este cuarto volumen se encuentra en que la hija del músico es lesbiana, preferencia sexual que el músico supo y a pesar de que le dolió, él la amó hasta el final de su vida. Aunque Albertina le negó a Marcel que le gustaban las mujeres, éste presentía que Albertina algo le ocultaba, además, en su mente pasaban muchas imágenes que antes no les daba importancia, ejemplos: la forma de conducirse de la joven, su relación con Andrea, la mirada que se trasmitían, etc. Aquí fácilmente podemos empatar la reflexión realizada sobre el control mental de nuestros pensamientos, sino logramos controlar las ideas, emociones, dudas, prejuicios, que nos llegan por nuestras imaginaciones, el resultado de nuestra vida en el día a día será terrible, e incluso, las consecuencias de nuestro actuar puede llegar a ser peligrosísimo…
Verdad es que muchas personas tienen un instinto muy aguzado y logran percibir, detectar algo anormal y con el tiempo confirman que sus sospechas fueron acertadas. Marcel percibió y confirmó que la mujer de la que está enamorado sí es lesbiana, resulta que Albertina le confesó que es íntima amiga de Mademoiselle Vinteuil, y que con una amiga de ella pasó los mejores años vividos en Italia: “Te acordarás que te hablé de una amiga mayor que yo que me sirvió de madre, de hermana, con la que pasé en Trieste mis mejores años: por cierto, que la voy a ver dentro de unas semanas en Chergurgo…”
Albertina no sabía que Marcel conoce a la hija de Vinteuil, de hecho, en el tomo uno el joven vio cómo Mademoiselle Vinteuil besaba a otra chica, disfrutaba su piel, gozaba la esencia de su gusto por la mujer. Hasta aquí a Marcel la experiencia le está enseñando las preferencias y gustos de Albertina, esto lo obliga a decidir qué hará con esta relación. Si sigue con Albertina, debe estar consciente que vivirá con celos y las reglas de su futura relación son claras, o en su caso, sino puede vivir con una mujer que en cualquier momento él siente que lo engañará con otra mujer, la razón práctica le indica que debe terminar con ella.
Pero hay algo más, con Marcel, Albertina es toda una dama amable, educada, erótica, se besan y toquetean profundamente, todo lo que él le pide ella se lo da, ella en todo lo consiente, este trato profundo, cordial, esta convivencia ha hecho que Marcel se sienta muy enamorado de ella…luego entonces, ¿qué decidir?, ¿qué hará? Se guiará de acuerdo a lo que le dicta la razón, o elegirá lo que le impulsa la pasión. La novela concluye en el momento en que Marcel plática con su mamá y le dice: “Verás, me engañé, y ayer te engañé a ti de buena fe, he reflexionado toda la noche. Es absolutamente necesario, y vamos a decidirlo ahora mismo, porque ahora me doy bien cuenta, porque ya no cambiaré, y no podré vivir si no es así; es absolutamente necesario que me case con Albertina.”
Fin de este mes dedicado al tomo IV de: “En busca del tiempo perdido”. Un año más de espectaculares lecturas… vendrán otros autores, libros, y con ellos la historia continúa.
Correo electrónico: miguel_naranjo@hotmail.com
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[1] https://puntoyaparteonl.com/2023/05/17/trece-anos-de-libros-articulos-y-continuamos-iii/
[2] https://puntoyaparteonl.com/2022/09/07/marcel-proust-la-grandeza-de-la-memoria-ii-centenario-de-su-muerte/