En un diálogo que tuve la semana anterior con jóvenes universitarios alguien echó a volar la pregunta: ¿Qué pasará con el país si falta el presidente? Y se soltaron las respuestas: Habrá un cisma que podría desembocar en una guerra civil; se va a devaluar la moneda, se caerá la Bolsa, de dispararán los precios de los combustibles y la canasta básica, el Ejército tomará el poder, habrá desconcierto, anarquía, caos, etc., etc., etc.
Pero no va a pasar nada.
Previendo esta eventualidad, la Constitución dice en su artículo 84: “En caso de falta absoluta del Presidente de la República, en tanto el Congreso nombra al presidente interino o substituto, lo que deberá ocurrir en un término no mayor a sesenta días, el Secretario de Gobernación asumirá provisionalmente la titularidad del Poder Ejecutivo”.
Donde sí va a pasar y mucho será en Morena, el partido del presidente que se cimbrará hasta la médula, se agrietará en 48 horas y en cuestión de semanas o meses quedará reducido a un montón de escombros cuyos despojos se pelearán las diferentes tribus que lo conforman.
Morena es el único organismo político que carece de estructura y bases sólidas. Nació como un movimiento social que aún no termina de institucionalizarse y consolidarse como partido. Gira alrededor de Andrés Manuel López Obrador que es el sol que lo alumbra y si éste se apaga Morena dejará de existir.
Esto no pasa en el PAN, PRI e incluso en el PRD que tienen una estructura partidista bien definida.
Si por alguna razón llegara a faltar el líder de alguna de esas agrupaciones, al tercer día tendrán un nuevo dirigente que será apoyado por la mayoría de la militancia en aras de la unidad partidista.
Con Morena las cosas no serán ni remotamente parecidas. Todas las tribus querrán llevar agua a su molino lo que provocará grietas y graves e inevitables encontronazos.
Si el presidente llega a faltar físicamente, habrá una rebatinga por la dirigencia nacional de la que saldrá despedido Mario Delgado por mucho que el Tribunal Electoral haya alargado su mandato hasta el 2024.
Aparte de que no es bien visto en Morena, Mario carece de liderazgo; es un títere cuyos hilos mueve Andrés Manuel y si el titiritero no está, el muñeco no funciona.
Y lo mismo sucederá con los dirigentes estatales.
Pero lo más grave ocurrirá con las corcholatas. La lucha por la candidatura a la presidencia será encarnizada porque nadie va a querer ceder y la primera damnificada será Claudia Sheinbaum, que ya sin el apoyo presidencial será la rival más débil.
Los 20 gobernadores morenos serán un severo factor de división porque unos apoyan a Claudia, otros a Marcelo Ebrard, algunos a Adán Augusto e incluso a Ricardo Monreal y en ese sentido ninguno cederá ni un ápice, porque se están jugando el todo por el todo con sus candidatos.
Quien resulte elegido a la presidencia será denostado y apaleado por los otros tres y como consecuencia será un aspirante frágil. Lo que no sucederá si el presidente sigue vivo porque su presencia es factor de unidad, cohesión y garantía de que los morenos seguirán pegados a la ubre presupuestal por lo menos hasta el 2030.
Reitero lector, si López Obrador llega a faltar nada sucederá con México. Sectario y polarizante como ha sido toda su vida, habrá quien le llore y habrá quien no. Habrá quien lo alabe y habrá quien lo denueste, habrá quien diga que fue el mejor presidente o quien asegure que fue el peor.
Pero una vez superado el duelo la vida continuará.
Nada de esto sucederá con Morena y las corcholatas si se quedan huérfanos, porque entre ellos se van a hacer pedazos. Andrés Manuel no sólo es su pastor; es el aire que respiran y sin él morirán de asfixia.
Por el bien de los morenos, pero sobre todo por su sobrevivencia, más les vale que el presidente siga un buen tiempo entre nosotros.