El 20 de julio del año anterior, fue inaugurado y puesto en marcha el Hospital General de Perote, construcción que comenzó en 2010, pero terminó convertida en un cascarón que rehabilitó el gobierno de Cuitláhuac García. Según cifras oficiales, se invirtieron 130 millones de pesos para rescatar el inmueble, más 75 millones para equiparlo con “lo mejor de lo mejor”, según dijo el gobernador. Y quedó bonito, palabra.
A la inauguración se llevaron hasta el perico y Cuitláhuac aprovechó para decir que el rescate del sector Salud “es un compromiso de la Cuarta Transformación de lo que es llevar la justicia al pueblo. Con planeación, transparencia y verdadera vocación de servicio, se están rescatando las obras abandonadas por anteriores administraciones”.
Más adelante le ganó la soberbia porque escribió en las redes: “Con esta acción (la inauguración del nosocomio) quedan evidenciados el saqueo, la dejadez o desdén por la salud de la gente, el cinismo de quienes lucen lo robado con el estatus de señoríos, la hipocresía de quienes hoy todo lo critican siendo los causantes de las calamidades que nos dejaron desde el ayer. Ahora les damos un revés con este hospital que renace de las ruinas de la corrupción”.
Pero su soberbia se vino abajo horas después cuando el Hospital se inundó. Y la raza que ya tomó como deporte agarrarlo de bajada, no la dejó pasar y se lo acabó en las redes. “Lo bueno es que tu no eres corrupto, gobernador” ironizó un cibernauta que acompañó su tuit con una foto del Hospital chorreando agua.
Y vinieron las excusas: que si fue una manguera mal conectada, que si fue una falla en la tubería, que si fueron nomás 80 litros de agua que se dispersaron de inmediato, que si esto, que si lo otro… Lo cierto es que la inundación evidenció que el nosocomio fue mal rehabilitado.
Los Centros de Salud en las zonas rurales que se supone, son parte de un programa que tiene por objetivo atender prioritariamente a la población vulnerable para que acceda a una atención gratuita y de calidad, también tienen sus dolencias; al que no le falta agua, le falta instrumental, medicamentos e incluso médicos.
Los hospitales regionales son otra bronca; se asemejan a los sepulcros de los que habló un carpintero de Nazaret: blancos por fuera y del asco por dentro. Aunque no todos ¿eh? Los hay que están del asco por fuera y por dentro. Y sin excepción siguen padeciendo por medicamentos.
Si a nivel estatal las cosas no caminan, a nivel federal menos.
Casi todas las clínicas y hospitales del IMSS del país necesitan con urgencia de mantenimiento, pero no hay dinero. La multimillonaria partida que había exprofeso se evaporó y lo que quedó son limosnas para remiendos.
Este lunes en la madrugada cayó un aguacero en San Andrés Tuxtla que convirtió en canales de Xochimilco los pasillos del Hospital del IMSS. Videos que se hicieron virales muestran los chorros de agua cayendo del techo a un costado de los pacientes y desbordando tambos y cubetas.
Si con la inundación del Hospital de Perote lo que sobraron fueron excusas, con la del IMSS de San Andrés se priorizaron las mentiras. “El área de Conservación llevó a cabo acciones correctivas y preventivas para evitar riesgos y afectaciones”. ¿Acciones correctivas? ¿Cuáles? Tampoco hubo acciones preventivas porque de haberlas, el Hospital no se habría inundado.
Con estos ejemplos no se ve por dónde vayamos a igualar el sistema de Salud que tiene Dinamarca. En serio lector, nomás no se ve por dónde.
¿Qué se necesita para tener un sistema de Salud como el de ese país?
De entrada, nomás de entrada, siete mil millones de dólares para poner como Dios manda a todas las clínicas y hospitales. Reitero, ese dinero nomás sería de entrada.
De seguro Andrés Manuel ya lo debe haber juntado porque en enero volvió a la carga y repitió que antes de que termine su mandato, México será como Dinamarca en cuestiones de Salud. Aunque de inmediato corrigió: “No, ahora lo estoy pensando mejor y no va a ser como el de Dinamarca, va a ser mejor que el de Dinamarca”.
Futa…
Con el debido respeto, ¿qué se meterá el señor presidente?
Mientras delira y fantasea, los nosocomios se inundan, se descarapelan y corren el riesgo de colapsar. Y el sistema de Salud de primer mundo que promete con obsesiva insistencia, está a años luz de distancia y se aleja cada vez más.