AMLO, un rancio que no soporta a los rancios

Pocas veces en el último siglo se ha visto tanto ánimo ciudadano.

Son tiempos inéditos.

Es el despertar de la sociedad civil en abierto rechazo a la dictadura disfrazada que encabeza Andrés Manuel López Obrador.

Es, a no dudar, la lucha de todo un pueblo inconforme ante el proceso de militarización aunada la destrucción de las instituciones.

Son tiempos de protestas, de manifestaciones en las calles y plazas –a las que ya se les perdió el miedo-. Será la respuesta masiva a la convocatoria para la gran marcha y mítines convocados por la resistencia civil en todo el país, donde medio centenar de ciudades saldrán el próximo domingo a protestar por la embestida oficial de desaparecer al Instituto Nacional Electoral.

Es la exigencia ciudadana de poner un alto a las violaciones a la ley –“¡ Y no me vengan con que la ley es la ley! (sic)”-, así como a las burlas y ocurrencias del singular personaje de Palacio, que desde su púlpito ha hecho de la mentira mejor ejercicio del poder.

Es el pulso de la inconformidad popular ante la desmesura de las políticas públicas.

Es estar en contra de un socialismo trasnochado y hacer manifiesto el repudio al régimen en las redes sociales, en las marchas, en los mítines, en la charla familiar y con amigos.

Es llamar la atención a una oposición partidaria dormida y seguir respaldando a la prensa critica, a los chayoteros que tanto emberrinchan al Presidente.

Un presidente que hace coraje contra los que están en su contra, los que censuran las raterías de su familia y que le embarran en la cara su falta de palabra, la indignidad con que lleva la investidura.

No debemos sorprendernos, por tanto, que en cualquier momento que de tanto desencuentro se nos informe que ya le dio el patatus, torzón o, mínimo, ya se le derramó la bilis.

De por sí carga con dolencias cardiacas, 11 enfermedades reconocidas por el mismo y cargando una especie de recipiente de diálisis bajo la rodilla, así como las ojeras hasta el suelo víctima de un brutal insomnio.

De ahí su rabia y desprecio en el lenguaje; sus toscos ademanes y rabioso vocabulario.

“Si hay algo que distingue a los conservadores rancios es su autoritarismo”, dijo ayer ante el plantón ciudadano que rechaza la militarización del país.

Un hilillo de sangre le escurre cuando el exponente de lo rancio habla de otros “rancios”; un conservador en el amplio término del concepto político e ideológico por su autoritarismo que censura a los conservadores.

Acaso por ello se coincide que si para López Obrador las mayorías que protestan son rancias y conservadoras, pues bienvenidas, bienvenidos los jóvenes y mujeres rancios, pero en edad de votar; bienvenida la clase media rancia que es la que vota y decide por encima de los rancios de la tercera edad y los huevonazos chairos becados por López Obrador.

Este país, nuestra república, abre la puerta a los aspiracionistas rancios, al comercio organizado e industria rancios; se tiende la alfombra roja a la iniciativa privada y capitalistas rancios.

También sean objeto de respeto los universitarios rancios becados en el extranjero que tanto molestan a López Obrador… y a los médicos rancios objetos de repudio oficial pretexto para abrirle las puertas a los médicos cubanos, que ni son médicos ni son cubanos, son mercenarios.

La república se pone a las órdenes de los 90 millones de rancios que en 2024 están en posibilidad de derrotar a los 15 millones de chairos bajo la férula de Morena.

Que gusto da que por lo pronto el conservadurismo rancio de nuevo se vuelque en las calles el próximo domingo en rechazo a la desaparición del INE.

Que rechace el “Plan B”, iniciativa de reforma a leyes secundaria, una reforma legal con la que se busca modificar seis leyes secundarias, con las que se propone reducir en 3 mil 500 millones de pesos el presupuesto del INE.

Será un golpe a las finanzas que pone en serio riesgo la elección presidencial, al grado de anularse ante la incapacidad de un INE sin  capacidad de movilización nacional para evitar una elección de estado.

Por ello es importante salir a las calles el próximo domingo.

Promesas incumplidas.

“¡A la primera manifestación de 100 mil personas en mi contra, me voy  a Palenque!”, gritó el Presidente el 29 de septiembre 2020.

Los rancios se quedaron esperando que se fuera a “La Chingada” -como llama a su racho de Palenque, Chiapas- luego que 153 mil en marcha ciudadana inundaron días después el Zócalo de la Ciudad de México.

Y como esa historia se cuentan muchas más.

Acaso por ello importa la nueva presencia ciudadana el próximo domingo desde la sede de nuestra residencia.

 Dejemos claro que el Zócalo no es de nadie, no es del presidente. Demostremos que no es un pequeño grupo de personas o de partidos los que no estamos de acuerdo, sino que es la muestra de un gran sentimiento ciudadano.

Obligado que rancios y no rancios estén presentes.

Tiempo al tiempo.

 

*Premio Nacional de Periodismo

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