¿Con qué sueñan los niños de hoy?, en México la mayoría sueña con ser Youtuber, Tiktoker o simplemente con la fama. Internet ha modificado constantemente las formas de comunicación, la velocidad de la información, pero sobre todo la apreciación del entorno. El mundo digital sigue en constante cambio y las nuevas generaciones son partícipes de este desarrollo, son nativos digitales que consumen y crean todo tipo de tendencias. Algunas pueden ser sumamente provechosas donde se comparten datos verdaderamente informativos, pero otras pueden acabar en catástrofes por intentar cumplir desafíos que ponen en riesgo la salud.
Si bien en México el acceso a internet sigue siendo un tema de desigualdad, es innegable que cada vez hay más usuarios con menor rango de edad. En el país 50% de las niñas y niños de entre 6 y 11 años, tienen acceso a un dispositivo con internet, aunque no sea propio. Entre el 80 y 94% de adolescentes entre 12 y 17 años tienen acceso a un celular, tableta o computadora. Sin embargo, pese al incremento de menores en plataformas digitales, rara vez su uso es supervisado por adultos, incluso existe una brecha digital entre las generaciones, donde a mayor edad es menos probable que se realice una exploración de todos los contenidos y espacios existentes.
Considerando lo anterior Internet seguirá revolucionando la información, facilitando el desarrollo de la inteligencia artificial, popularizando sitios físicos para mayor conocimiento de las audiencias, posibilitando el descubrimiento de nuevos lugares y datos, pero en su contraparte también facilita la desinformación por falta de criticidad o discernimiento, la falsedad de datos, el daño a la reputación e incluso daños a la salud, principalmente en menores de edad, quienes en medio de la vulnerabilidad pueden caer en todo tipo de tendencias virales, la más reciente va ligada al uso de medicamentos controlados que sin embargo proliferan desde $150 pesos en el mercado negro, al cual toda persona puede acceder sin el menor filtro.
“El que duerme al último gana” es uno de los nuevos retos que se ha popularizado en jóvenes mediante plataformas digitales, este reto consiste en consumir Clonazepam, un medicamento utilizado como sedante, cuya venta requiere receta médica controlada, aunque en internet se encuentre disponible de manera rápida y sin control alguno. Medicamentos como este se han popularizado también debido al incremento de trastornos de la salud mental, por lo que es común que al menos algún miembro en la familia lo haya recibido bajo cierta prescripción.
No es difícil imaginar un escenario en cadena donde alguien padece ansiedad o depresión, tiene los medios adecuados para cubrir un medicamento controlado, pero carece del respaldo de un entorno seguro en cuanto a emociones se refiere, en estos espacios los restos son una laguna de vulnerabilidad para niños y niñas, quienes buscan legitimar su existencia a través del reconocimiento en las pantallas. Ahí es donde la popularidad es una amenaza para la salud y para su integridad. Este no es el primer reto que enciende todo tipo de alertas, es un nuevo recordatorio de que si la tecnología evoluciona no podemos seguir bajo las mismas normas, necesitamos un desarrollo equiparable y también ser más responsables de nuestro actuar.
Un número de vistas o comentarios no va a determinar la valía de una persona, pero si hemos posicionado tanto su influencia es porque quizás hemos generado vacíos en otros espacios. Internet es sólo un reflejo del mundo físico, donde las personas también buscan reconocimiento, hacerse notar por otros si es que no se les ve desde el hogar o sus espacios más cercanos. ¿Cómo podemos prevenir los daños? Haciendo uso más consciente de la red, explicando desde temprana edad las consecuencias de los actos e informando de manera constante a niños y niñas que internet también trae consigo ciertos riesgos.
No se trata de limitar la expresión o fuentes de información, sino de fomentar la criticidad, la información útil y sobre todo generar espacios que promuevan un uso seguro de plataformas, procurar posicionar contenido de calidad y no sólo en cantidad, además de generar espacios de diálogo físico que fomenten la confianza de menores, propicien un desarrollo integral sano y de cuidado común.