La sorpresiva reforma a los documentos básicos, propuesta por Alejandro Moreno Cárdenas, para prolongar su mandato provoca rechazo entre quienes quieren que esa decisión sea revocada por las autoridades correspondientes que incluyen al INE o al Tribunal Electoral. Aunque hay dudas sobre la imparcialidad de estos órganos debido a la amistad del líder nacional del PRI con ministros de ese tribunal y consejeros electorales del árbitro electoral.
Los cambios que Alejandro Moreno sometió a votación en una asamblea nacional, implican que su liderazgo perdure hasta 2024, con el objetivo de poder designar candidaturas para los cargos de elección popular de ese año.
Por su parte, la ex presidenta del PRI, Dulce María Sauri Riancho, advirtió que los priístas tienen que acudir a las instancias legales a su alcance para controvertir las recientes reformas a los estatutos y reglamentos de su partido, que permiten prolongar el periodo de la dirigencia nacional que encabeza Moreno Cárdenas.
Por su parte, la senadora Beatriz Paredes, ex dirigente del PRI, coincidió en que “cualquier intento de prórroga, de quien fuese, tiene como elemento esencial, como principal condición, alcanzar el más alto grado de consenso. Entonces, creo que es un asunto que genera innecesariamente nuevas tensiones hacia el interior del partido”.
La diputada local en Tlaxcala del PRI, Blanca Águila Lima, rechazó las reformas que se aprobaron en el Consejo Político Nacional y recomendó que el presidente nacional del partido renuncie a su cargo, en lugar de extender su periodo.
Omar Fayad, exgobernador de Hidalgo, aseguró que, con la extensión en el cargo y decisiones del dirigente nacional del PRI, Alejandro Moreno, se corre el riesgo de que el tricolor se quede sin candidatura presidencial y ésta sea liderada por el PAN, en una posible alianza partidista.
Pero no sólo hay reclamos, también hay renuncias de dirigentes como la del ex gobernador de Gurrero, Héctor Astudillo, quien renunció a su cargo en el Consejo Político Nacional y se prevé una desbandada de militantes del tricolor, ya sea a otros partidos o a la vida civil sin militancia.
La ruptura en el PRI, provocada por la ambición personal de Alejandro Moreno puede se resarcida sólo por un liderazgo fuerte, más allá de la batalla que encabeza el ex secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien lidera la parte opositora del priísmo contra Moreno Cárdenas.
Chong no habla de unificación, de reconciliación o de crear frentes comunes para fortalecer la vida interna y electoral del tricolor, sino de dividirlo en dos. De ahí que haga falta un voluntario que en el PRI hay varios, que convoque a la unidad y que establezca los equilibrios necesarios para la reconciliación, única vía para fortalecer al partido que se mantuvo en el poder por casi 80 años.
Así, en este proceso de descomposición surgen figuras que establecen un liderazgo que no por discreto es menos sólido, como es el caso de Héctor Yunes Landa, quien compitiera por la gubernatura de Veracruz en las elecciones pasadas y tuvo que resistir la ola de votación en favor de Morena que, en muchos casos, sin reparar en los candidatos, se volcaron por los colores del partido, pero no por la fortaleza de sus candidatos.
Héctor Yunes Landa ingresa al PRI a los 19 años y recorre diferentes cargos de elección popular como dos veces diputado local en el Congreso de Veracruz, senador de la República. En 1981 se convierte en el secretario general del Movimiento Nacional de Jóvenes Revolucionarios del Estado; de 1982 a 1989, fue el secretario general nacional de la Organización Revolucionaria Popular Juvenil.
Entre 1985 y 1988, Héctor Yunes Landa se desempeñó como diputado federal por primera vez en la LIII Legislatura del Congreso de la Unión de México; se sentó en comités relacionados con la Marina, Pesca, Medio Ambiente, Ecología, Asuntos Fronterizos, Justicia e Información, Administración y Quejas.
Es un líder natural del priísmo, no sólo en Veracruz donde todavía el tricolor tiene bases fuertes y con mucha actividad política, sino que puede ser un factor de unidad nacional, dado el conocimiento de su partido y el liderazgo y respeto que ostenta en las filas de su partido. De hecho, en 2018 sucedió la primera derrota del PRI en la entidad.
El PRI tiene dos caminos: la división y crear una alianza trunca con otros partidos o la unidad para convertirse en la punta de lanza de la coalición electoral de la oposición. La división es más fácil y rápida pero no deja de ser un riesgo no sólo para la sobrevivencia de un partido político que sentó las bases de las instituciones en el país sino para la democracia de México que exige de una oposición fuerte en su interior y con empuje electoral en su exterior.
La oposición guarda debilidades no siempre conocidas del todo como es el hecho de que el PAN, cuyo registro como partido está en peligro por la falta de militancia, pues su número de militantes es ínfimo, suma 270 mil 799, que representan el 0.28 por ciento del Padrón Electoral Federal y la Ley General de Partidos Políticos establece que el número de militantes no puede ser inferior al 0.26 por ciento; sin embargo, debe tomarse en cuenta que esos números son de hace más de un año y debe tomarse en cuenta que el padrón creció y las desbandadas en el blanquiazul no han sido pocas, de tal manera que la cúpula panista convocó a la sociedad a afiliarse a ese partido.
Hay mucho trabajo en el PRI y en el PAN y poco tiempo para concretarlo con el objetivo de fortalecerlo en comicios próximos, primero, el 4 de junio, en las elecciones estatales del Estado de México y Coahuila, para renovar gobernadores y luego, en 2024, donde, además de la Presidencia de la República, estarán el juego nueve gubernaturas, donde podría jugarse el fortalecimiento de la oposición o su decadencia.
En ambos partidos hace falta un líder fuerte, que sea respetado en todos los rincones del país y que sepa más de reconciliación que de división, para poder generar, desde el interior de esos dos partidos, fortaleza que, al unirse, pueda tener verdaderas perspectivas de triunfo en las urnas.
PEGA Y CORRE
A pesar de la crisis económica de Estados Unidos, el Senado autorizó 45 mil millones de dólares en ayuda a Ucrania, luego de la visita del presidente de ese país, Voldimir Zelensky, quien saludara a Joe Biden en la Casa Blanca.
Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes