El Peje vio no sin envidia y rabia la concentración multitudinaria del 12 de diciembre pasado. Un evento que el mismo día reunió en la basílica a 5 millones de fieles y que se acompletó a 11 durante el transcurso del festejo de la Santísima Madre de Jesucristo la Virgen María. Nuestra Virgen de Guadalupe que en ese mismo momento reunía a miles más en cada estado del país. Una veneración muy mexicana. Con una historia bellísima del mestizaje. La verdadera unión libre de almas y cuerpos de todas las clases sociales en una fe inquebrantable hacia una madre amorosa y resignada que representa a muchas mexicanas. Mujeres hacendosas, luchonas, guerreras que en un gran porcentaje representan los pilares del hogar. Que son padre y madre cuando enviudan o son abandonadas y sacan adelante con muchos esfuerzos a sus hijos. Aquellas que han pasado hasta más de 20 años buscando a los mismos que han desaparecido. Las que rascan con sus propias uñas para encontrar los restos de sus vástagos muertos. Quienes no dudan , cuando no hay de otra manera, en prostituirse para llevar un pan a su hogar. Esas mujeres que el gobierno desprecia negándoles medicina para el cáncer, enfermedad que más les ataca. Los feminicidios que colocan a nuestro país en primeros lugares al respecto. No fueron acarreados ni amenazados sino ciudadanos que hombro con hombro se encaminaron a su altar para rendir culto a nuestra señora de Guadalupe. Ni ofensas, ni vítores a falsos mesías , solo pureza de corazón. Una esencia tan fuerte y poderosa que se equivocan quienes tratan de enfrentarnos pues somos una gran familia, que en las grandes tragedias salimos a las calles juntos para auxiliar sin racismo alguno.