La tenacidad de un reportero exhibió ayer al presidente Andrés Manuel López Obrador como un hombre desinformado y, peor, la deslealtad con él tanto del secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, como del coordinador de los diputados de Morena en la Cámara de Diputados, Ignacio Mier.
El que se supone que es el hombre mejor y más informado del país terminó aceptando en su conferencia mañanera que ni el titular de la Segob ni el líder de su bancada, pero tampoco ninguno de los diputados de su partido, le informaron de cambios que introdujeron sin su consentimiento a su iniciativa de reforma electoral a leyes secundarias.
Ante el engaño que sufrió por parte de los suyos, horas después Ignacio Mier salió a anunciar que solicitará al Senado, la Cámara revisora a la que se envió la reforma aprobada, que se modifique la minuta y que se eliminen modificaciones que se hicieron al artículo 15 de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, que beneficiaban a sus aliados el PVEM y el PT. Aceptó que “estos últimos renglones no debieron haberse incluido”.
Lo ocurrido mostró la grave descomposición que se comienza a dar al interior de Morena y cómo a dos años de que venza su mandato el presidente empieza a perder poder, al grado que el mismo titular de Gobernación y los diputados morenistas se van por la libre, lo ignoran, no le informan ni le dicen la verdad y tratan de sorprenderlo.
Fue gracias a un reportero que lo cuestionó sobre el tema que se enteró que se habían aprobado reformas contra las que él mismo se había pronunciado, y aunque en un inicio trató de justificarse y rehuir hablar sobre el asunto, terminó por aceptar el engaño de que fue objeto.
Con la marcha atrás que ordenó, prácticamente se acabó de caer la reforma constitucional en material electoral que pretendía, que buscaba desaparecer al INE, aunque de todos modos la oposición ya había iniciado acciones legales ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación para tratar de echar abajo todo lo aprobado.
El desenlace hace crecer la figura del presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado, Ricardo Monreal, pues le da la razón a su oposición no solo a aprobar fast track la reforma aprobada en la Cámara de Diputados, sino también a varias disposiciones con las que tampoco estuvo de acuerdo AMLO.
Arremetió contra la prensa, y la prensa lo exhibió
Luego de que había acusado que “el 99 por ciento de los medios de información están entregados por entero a la mentira”, el solo representante de uno de ellos lo desmintió, lo exhibió y lo dobló con una gran verdad y, aunque a regañadientes de su parte, lo hizo que ofreciera rectificar y corregir su Plan B sobre la reforma electoral a leyes secundarias.
La insistencia del reportero, su entereza para enfrentarlo cuestionándolo, su pleno conocimiento del tema sobre el que le estaba preguntando, lo exhibió como un presidente que no está al tanto de los asuntos que más debieran interesarle por afectarlo directamente a él.
El periodista lo agarró, como se dice, fuera de base o en curva y entonces trató por todos los medios de escabullirse insistiendo en que este viernes el titular de la Segob responderá, trató de culpar a la oposición sobre algo que aprobaron los diputados de su partido y quiso también responsabilizar a la prensa.
El comunicador le comentó de entrada que no sabía si le habían informado que en la reforma a las leyes secundarias que se aprobó se habían introducido “algunas trampas”, como, por ejemplo, que los partidos políticos no pierdan su registro aun cuando no tengan votos, esto con clara intención de favorecer a los aliados de Morena el PVEM y el PT. Le recordó que eso no lo había mencionado Adán Augusto cuando abordó el tema en una mañanera.
Le recordó que él, López Obrador, se había opuesto a eso, y ahora se había aprobado que no es necesario que los partidos políticos tengan el 3 por ciento de la votación del porcentaje nacional para mantener su registro, para seguir cobrando sus prerrogativas y además que si no se gastan el dinero en una elección lo podrán conservar como ahorro para aplicarlo en el siguiente proceso. “Eso no es lo que usted había propuesto”.
Aceptó que no y dudó de lo que le decía el reportero. Este le replicó que estaba en el dictamen aprobado por la Cámara de Diputados. Inició entonces un forcejeo verbal tratando de encontrara excusas, ofreció que llamaría al secretario de Gobernación para que explicara, culpó al “bloque conservador”, pero el periodista le recordó que la reforma la habían aprobado los diputados de Morena y sus aliados.
“¿No le comentaron nada?” “No, no”
“Sí, pero eso no”, trató de desmentirlo. El periodista insistió. Le dijo que los beneficiados eran sus aliados el partido Verde y el PT. Empezó a ceder entonces. “Habría que ver, habría que verlo mañana… para que no haya distorsiones y se analice bien, porque hay mucha manipulación, mucha, mucha, mucha manipulación”. El reportero volvió a la carga: “¿Fue a partir de las modificaciones…? No lo dejó terminar: “No, esas modificaciones no”. “¿No le comentaron nada?”, le volvió a preguntar. Se rindió entonces: “No, no, ninguna. Y que venga aquí (Adán Augusto) y que informe. Pero estoy seguro de que no se toca la Constitución”.
El reportero le dijo que no, que la Constitución no se toca pero que sí se habían hecho maniobras para beneficiar a sus aliados. Como siguió dudando, le replicó que estaba consignado en el artículo 52 de la Ley General. Entró de nuevo en una escaramuza verbal tratando de justificarse e hizo otro alegado de su iniciativa para desaparecer el INE. “Y luego vienes tú con esto”. “No, es que está en la ley, presidente”, le replicó. Buscó salir otra vez por la tangente: “… mañana lo vamos a aclarar, mañana lo aclaramos”, y otra vez buscó justificarse: “… tiene que haber una explicación, pero tu planteamiento lleva la jiribilla de decir: ‘Tienen un doble discurso, usted dice una cosa, pero luego hacen otra’. No. No, pues es nado sincronizado, se llama a eso”.
El periodista no se rindió: “Usted dice que no le informaron sus diputados”. El presidente: “No, no”. “A esto es a lo que me refiero, que no le están obedeciendo”. No aceptó eso. Respondió que no tienen por qué obedecerle y se tiró un rollo sobre su honestidad.
Continuó el intercambio, hasta que, por fin: “Si fuese cómo tú lo planteas, es un asunto mínimo. Incluso te diría: si fuese grave, yo mismo plantearía que se quite, ¿sí?, porque nosotros somos verdaderamente demócratas, no somos falsarios”.
Arremetió contra la prensa: “Entonces, tenemos que andarnos cuidando de todo porque, con todo respeto, el 99 por ciento de los medios de información están entregados por entero a la mentira. Y no ustedes, o sea, ustedes son trabajadores de los medios, pero los que mandan, los machuchones, quisieran que nos cayéramos. Y cada vez están más enojados porque no les funciona nada”, pero por fin se rindió: “Entonces, esto se aclara. Y si es grave, yo ofrezco enviar otra iniciativa, para decir: eso yo no lo propuse, y se quita”.