Toda la columna vertebral del gobierno de AMLO está ya resquebrajada

En seis se pueden resumir los grandes proyectos, unos políticos otros materiales, que se propuso cumplir el presidente Andrés Manuel López Obrador durante su sexenio.

Cuatro años después, en algunos ya fracasó en forma rotunda y en otros los está cumpliendo o los va a cumplir, como se suele decir en México, a los trancazos.

Este año esperaba tener aprobadas tres reformas constitucionales claves, una, además con el abierto propósito de pasar a la historia, algo que le obsesiona.

El 17 de abril sufrió el primer gran descalabro cuando la Cámara de Diputados rechazó su reforma eléctrica con la que pretendía limitar la participación privada en el sector.

El 3 de septiembre la Cámara baja del Congreso de la Unión aprobó que la Guardia Nacional (GN) quedara bajo el control de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).

Esto permite que las Fuerzas Armadas patrullen las calles en función de policía, lo que muchos interpretaron como la militarización del país.

El martes 6 de diciembre, la oposición le echó abajo su reforma electoral que, entre otras cosas, se proponía eliminar el Instituto Nacional Electoral (INE).

Con la reforma eléctrica, AMLO pretendía pasar a la historia como un gran nacionalizador, como lo fueron Lázaro Cárdenas y Adolfo López Mateos.

Lo único que logró sacar adelante fue el pase de la GN a la Sedena y eso porque le doblaron los brazos al dirigente nacional del PRI, Alejandro Moreno, con la amenaza de desaforarlo y someterlo a proceso penal.

Sin embargo, tiene vigencia limitada: hasta 2028, no así las otras dos, que serían de aplicación general en forma permanente.

Carga, pues, sobre sus hombros, dos grandes derrotas constitucionales que marcarán su sexenio y lo marcarán a él. Ya no le queda tiempo para intentar otra cosa de tal magnitud.

En una obra emblema fracasó y en dos chapalea en la mala planeación

Pudo haber hallado buenos amortiguadores o salvavidas en sus tres grandes obras emblema, pero en una ya medio fracasó y en las otras dos chapalea en un lodacero de improvisación y mala planeación.

Con un gran circo, el 21 de marzo inauguró el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA, ahora bautizado como CHAIFA), que nueve meses después no puede despegar pero que además no está concluido.

Será un logro si antes de que concluya su mandato logra que esté totalmente terminado, en pleno funcionamiento y que, además, por fin tenga usuarios y sea un éxito comercial, lo que no se espera, para nada.

Con otro gran circo, el pasado 1 de julio inauguró otra obra inconclusa: la refinería “Olmeca” en Dos Bocas, Paraíso, Tabasco, sobre la cual la secretaria de Energía, Rocío Nahle, anunció que en este mes estaría refinando su primer barril de crudo.

El martes, en su programa matutino de televisión, le preguntaron sobre el tema. “… usted comentaba que podría ser, no sé si…”. No dejó terminar la pregunta: “No, voy a una evaluación el 23 de diciembre, a lo mejor a eso se refiere”.

Brincos diera, dice, que ya pudiera operar la refinería

Le insistieron: “Porque la secretaria dijo que el primer barril sería en diciembre, entonces…”. De nuevo, AMLO: “¿De este?”. La respuesta: “De este diciembre”. Ya no se aguantó Andrés Manuel: “Ojalá, brincos diera. Yo tengo la información de que vamos a ver cómo va el trabajo de integración, el día 23 voy a estar allá”.

Además, como publicó el diario El País el 30 de agosto pasado, la obra es un pozo sin fondo de recursos públicos. Inicialmente se dijo que iba a costar 8,000 millones de dólares, pero en junio pasado la empresa de información financiera Bloomberg reveló que los costos se habían disparado fuera de control hasta alcanzar los 18 mil millones de dólares. Las empresas especializadas y los expertos afirman que los planes de AMLO y de Rocío Nahle no eran realistas.

Ahora López Obrador ha dicho que estará produciendo a mediados de 2023, pero sin precisar fecha. Ni siquiera él sabe para cuándo. Tal vez por eso el viernes pasado, en un equivalente a zapatero a tus zapatos, cuando la perfilaron como candidata al gobierno del estado, “incluso hasta casi gobernadora”, su respuesta fue: “Rocío está terminando la refinería de Dos Bocas”.

Y la otra gran obra emblemática es el Tren Maya, cuyo costo, igual, está disparado, enfrenta muchos problemas técnicos, está generando un impacto negativo al medio ambiente, está afectando a comunidades indígenas, se han tenido que cambiar los trazos, se han suprimido algunos, ha generado persecución contra ambientalistas y es otro barril sin fondo. Por lo menos esta obra no la ha inaugurado así como está.

¿Le sirvió para algo la marcha con miles de acarreados?

Ante este panorama, se antoja entonces una pregunta: ¿Le sirvió para algo más, aparte de llenar su ego, la marcha con miles de acarreados del 27 de noviembre? ¿Ante el rechazo a sus reformas constitucionales, le sirve que su partido tenga mayoría en la Cámara de Diputados?

Con otra más: no tiene el control del Senado. Si bien luego de que no pudo desaparecer al INE, aunque de momento lo “achicó” con un Plan B de reformas secundarias, el senador Ricardo Monreal, de Morena, quien tiene el control de la Cámara alta del Congreso de la Unión, ya advirtió: no habrá fast track en el Senado para aprobarlas también y podrían modificarlas. Pero incluso si su plan salvara la aduana del Senado, lo podría vetar la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Esos son los hechos, reales, más allá de la verborrea con que nos llena todas las mañanas. Es un presidente fuerte, pero también es un presidente débil. Todo eso en los primeros cuatro años. Su aspiración mayor ahora debe ser terminar lo mejor que pueda y dejar sus obras, pendientes ahora, andando, aunque tampoco hay nada seguro de que vayan a ser un éxito.

Y pronto, acaso cuando mucho en doce meses, dejará de brillar su estrella o los reflectores dejarán de enfocarlo para redirigirse a los aspirantes a sucederlo. Para nada puede sustraerse a la ley de la gravedad: todo lo que sube baja, tiene que bajar o tiende a caer. Es inevitable.

Muy indefinido el panorama político a futuro

Todos estos elementos me llevan a concluir que por eso está muy indefinido el panorama político a futuro, que incluye el relevo presidencial y el de la gubernatura, que se definirán dentro de 18 meses, en la elección del 2 de junio de 2024. Cualquier cosa puede pasar. Todo se puede esperar.

Mucho de esa incertidumbre la atribuyo a un hecho indiscutible: el proyecto de la llamada Cuarta Transformación se reduce a un solo hombre, cuyo gobierno, estando en la plenitud del pinche poder, como dijera Fidel Herrera Beltrán, ya presenta fisuras, resquebrajaduras, en muchas partes ya está roto, ya vive derrotas históricas. ¿Qué será cuando no lo tenga?

Sobre los hombres hoy en el poder, por esta misma circunstancia, habrán de sobrevivir quienes están construyendo o quienes, en el último tercio que resta, empiecen a construir o construyan, que tengan luz propia, que no estén atenidos a la popularidad de un solo hombre, que establezcan relaciones con todos o que las amplíen, quienes sumen y no resten.

El fenómeno López Obrador no se habrá de repetir en muchos años, si bien dejará una legión de agradecidos, sobre todo entre los adultos mayores que están contentos con lo que les da su gobierno, como tampoco se repetirá el triunfo electoral abrumador de Morena, pues muchos mexicanos que le dieron su voto en 2018 ya no volverán a hacer e incluso le darán la espalda y votarán en contra.

 

 

 

 

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