Quienes asistan a la mega marcha de este domingo convocada por López Obrador obviamente que se notarán. Distinguidas personalidades como René Bejarano, Félix Salgado Macedonio, Gerardo Fernández Noroña, Napoleón Gómez Urrutia y Nestora Salgado estarán en la foto. Pero quienes no vayan se notarán más a excepción de Ricardo Monreal.
Que no asista el senador es intrascendente lector. Estará en España en una reunión interparlamentaria y su inasistencia a la marcha ni se va a notar y tampoco se le va a extrañar. Además, se evitará la rechifla que le tenían preparada los esbirros de Andrés Manuel que son bravos y más cuando andan en bola.
Pero hay otros que no asistirán, ni aunque quisieran.
No asistirán los más de 135 mil asesinados en lo que va del sexenio; tampoco los 760 mil muertos por la pandemia; ni las 13 mil mujeres acribilladas cruelmente, ni los secuestrados.
Tampoco irán los colectivos de mujeres como Las Brujas del Mar, ni las madres de los desaparecidos; ni los grupos LGBTT, ni las organizaciones ambientalistas, ni los padres de niños con cáncer.
Dejarán de asistir cuatro millones de mexicanos que pertenecían a la clase media y ahora son pobres. Y dos millones que eran pobres y ahora son miserables.
No harán acto de presencia 5 millones de desempleados ni las madres solteras que traen atravesado al presidente desde que les quitó las estancias infantiles.
No creo que asistan los 15 millones de beneficiarios que tenía el Seguro Popular, al igual que quienes padecen por el desabasto de medicamentos. Bueno, no asistirán ni los braveros maestros de la CNTE. Y todas esas ausencias se van a notar, por grande que sea la marcha.
Y a propósito, ¿de qué tamaño será?
De acuerdo con la dirigencia de Morena será cuatro veces más grande que la del domingo 13. Es decir, será la madre, la abuela y las tías de todas las marchas.
Vayan los que vayan lo seguro es que será una marcha corporativa y clientelar donde participarán adultos mayores, Jóvenes Construyendo el Futuro, Servidores de la Nación, beneficiarios de programas sociales y miles y miles de acarreados de todo el país que se reunirán con un solo fin: satisfacer el ego del presidente y borrarle la amargura que le provocaron unos fifís conservadores y reaccionarios que le echaron para abajo su Reforma Electoral.
Será la marcha del orgullo herido y del desagravio, como aquella que le organizaron a Echeverría “las fuerzas vivas” del país después de la pedrada que le sorrajaron en la UNAM. Será la marcha de apoyo al “mejor presidente que ha tenido México” pero sobre todo, será un gran distractor.
Aunque me temo lector que el distractor ya no le sirva de mucho; no en estos tiempos.
A Andrés Manuel lo rebasaron los problemas que tenía el país cuando llegó a la presidencia, pero también lo rebasaron los problemas que él mismo le ocasionó al país. La cancelación del NAIM para sustituirlo por una porquería, la construcción de una refinería que no refina y de un tren que no llevará a ningún lado son algunas de sus pifias.
Abusó del axioma “divide y vencerás” al grado que dividió al país, pero a la par y por sus pistolas se peleó con empresarios, maestros, estudiantes, mujeres, activistas, políticos y partidos políticos; médicos, enfermeras, sacerdotes, jueces y ministerios públicos; colaboradores que le fueron fieles, ex presidentes, la ONU, la OEA, la Comunidad Europea, periodistas y directores de medios.
Abrió muchos frentes y ahora no sabe qué hacer.
La marcha, por multitudinaria que sea, no tapará su fracaso como presidente porque no ha gobernado ni un solo día. Sigue en campaña desde el 1 de diciembre del 2018 mientras México sufre de desabasto, pobreza, miseria, inflación, carencia de empleo e inversión, y cada día se hunde más en un río de sangre por tanta violencia.
La marcha no será una demostración de fuerza y mucho menos de unidad; será un distractor más para evadir una realidad que está golpeando a millones de mexicanos y que no tarda en estallarle en la cara.