Lo suyo son las movilizaciones, si la oposición intentó imitar sus métodos para mostrar músculo pudo hacerlo de manera muy singular. Donde impera la cantidad de asistentes que en números reales no llegaron a los 100 mil.
Nadie puede negar el poder de convocatoria de los conservadores, malo fuera que ni eso tuviera ya que cuenta con los medios, que regalan espacios destacados a todo lo que se escribe contra el actual gobierno, tiene a sus pies a los columnistas de antaño, espacio de los publicistas, maneja como si fueran de su propiedad los espectaculares, filtran información a su antojo en los medios electrónicos.
Es evidente que nadie puede negar que convocar y convoca, pero también desboca, porque la marcha del domingo 14 fue eso: la confluencia de inconformes sin organización, ni ideas, ni propuestas ni líderes. Es decir, en una manifestación no sólo cuenta la cantidad sino la calidad de los integrantes, que aunque coincidían con la defensa de la supuesta desaparición del INE en un masoquismo inexplicable, también llevaban sus propias pancartas contra el comunismo y a favor de la religión católica.
Las versiones para estudiar la marcha en defensa del INE exigen analistas de todo tipo, incluso psiquiatras, porque el coraje, la agresión, el odio y los resentimientos de sus integrantes pareciera ser lo único en común que los aglutinaba.
Sobran descalificaciones para anular la fuerza de la manifestación del 14 de noviembre. La falta de unidad sobre las consignas, hablan por sí solas. Un discurso tibio de único orador que se asemejaba a un martirologio, una dudosa forma de allegarse seguidores, como la amenaza de trabajadores de Totalplay de despedirlos sino asistían. Claro, eso explica que mucha gente no sabía las razones de su participación.
En todo caso lo que resalta es que la gente con esa dudosa autenticidad que algunos le atribuyen, rebasó a la oposición, simplemente porque no se sienten representados ni por los partidos ni por los voceros de la derecha ni los mecenas de los conservadores. La oposición debió aglutinarse en un solo frente para tratar de figurar en las urnas y ser competitivo. Los inconformes salieron a las calles para darse personalidad, para representarse a sí mismos, porque n existen ni para el gobierno ni para la oposición. Es una clase media enojada por no la ve ni la oye nadie.
La clase media salió enojada con todos, a la defensiva, altanera, violenta, cansada de no existir para nadie en la vida política del país. Muchos se explicarán la razón luego de verlos marchar tan iracundos. No hay argumentos para defender una marcha cuyas consignas estaban asentadas en la desinformación, la incultura política, la ignorancia histórica.
Por ello los voceros del conservadurismo se dieron a la tarea de legitimar esa reunión de iracundos y darle el nombre de marcha social, a pesar de que fue contaminada por la presencia de importantes contingentes del PAN y del PRI. Una manifestación que ni fue de la sociedad, ni de los partidos, ni de la oposición ni de los inconformes. Así estaban las infaltables pluris de Alito y al propio Alito que a cada rato se le veía en los restaurantes de Reforma para tomar un refresco y descansar.
Hubo quien le llamó la oposición de carne y hueso y un pedazo de desinformación, por ello es muy sintomático que quienes defiendan la marcha sean l mayoría de los vocingleros del pasado que cada día aumentan en número de participantes y hasta recurren a los cálculos de Google, como si fueran expertos en redes sociales. Esas métricas se miden de manera muy cuidadosa, por expertos y no con la ligereza y desconocimiento que lo hacen.
No faltó quien asegurara que el número de asistentes supero las previsiones de los organizadores, y volvemos otra vez a la cantidad sobre la calidad de una marcha cuyos participantes no sabían por qué estaban ahí. Sólo querían hacerse presente. De los cientos de miles que dicen haber estado ahí, ni 10 leyeron la iniciativa de reforma electoral. Era evidente porque había quienes asistía para que no le quitaran el pasaporte, para que no lleguemos a las condiciones de Venezuela, que no nos volvamos como Cuba. Como si supieran algo real de lo que sucede en esos países.
Lo cierto es que la historia de las marchas multitudinarias en México sin duda las encabeza Andrés Manuel López Obrador, desde que no tenía dinero para comprar “acarreados” hasta la próxima del día 27, que por cierto no la organizó él sino un activista que había convocado para el 26 la marcha y prefirió hacerla el 27 ya que habría también que celebrar el informe de gobierno del Presidente.
Muchos jóvenes que voten por primera vez deben imaginar cómo sería la imagen de México en el mundo si sólo prevaleciera la visión de la oposición, tomando en cuenta sus intereses y mentiras. Es por ello que la historia en nuestro país es un conocimiento indispensable para conocer el resto de la realidad, sobre todo la política. El Presidente convocaba desde la oposición sin medios de información de por medio, sin dinero, sin redes sociales. Hablaba en los camiones y encaraba a la gente, platicaba con los ciudadanos. Conocía las rutas de camiones de más de la mitad de las ciudades del país. Llenaba el Zócalo y todo el Centro Histórico. No deben olvidar que la historia en México y el mundo la hacen los jóvenes.
En Twitter fue conocida la primera convocatoria y dicha red social es testimonio de cómo evolución la marcha y su llamado hasta llegar a ser planeada para el 27 de noviembre.
El presidente no vio la marcha del 14 como un reto ni organiza la del 27 como una muestra de superioridad. Se trata de mostrar a México y al mundo que la minoría no se cuenta por metros cuadrados ni por adivinanzas en lugar de objetivos.
Desde las primeras marchas organizadas desde la oposición por Andrés Manuel López Obrador fueron multitudinarias. Ese capital político no lo ha perdido, al contrario. Continuamente había camiones detenidos en los accesos a la ciudad de México para que el grueso de los contingentes no desbordara las calles y los gobiernos de esa época quedaran en ridículo.
Suele suceder que en las marchas de López Obrador en el zócalo las cuatro calles que inician en esa plaza y desembocan en el Eje Central estaban llenas de gente. Tacuba, Cinco de Mayo, Madero y 16 de Septiembre, de principio a fin, porque ya no cabían en el Zócalo. Pino Suárez y Moneda eran un mar de gente. Y ahora ingenuamente dicen las plañideras de la oposición que tiene el presidente el gran reto de superar una cantidad por demás fantasiosa sacada de la manga con base en las cantidades arrojadas de Google, que incluyen los habitantes del lugar, de 803,378 personas, muchos de ellos invisibles.
Se trata de una marcha cuyos integrantes estaban descalificados por la diversidad de sus razones para asistir, sin fundamentos, así como la variedad de consignas y posturas ante una realidad que en muchas ocasiones estaba muy lejana a la realidad. No hubo ni autenticidad, porque los invadieron los partidos, ni legitimidad porque el odio les evitó conocer las verdades causas de su participación, ni espontaneidad porque al no conocer el origen y realidad de su protesta se descalifican a sí mismos.
Salieron a las calles los anteriormente indecisos, los abstencionistas, los que quieren que los pongan donde haya y no que les den directamente algo. La defensa del INE no sólo fue un pretexto para salir a las calles sino un despropósito porque quienes asistieron aseguraban que querían desaparecerlo cuando en realidad sólo se trata de una reforma electoral, y en el intento por informarse les ganó la calle y en ella hicieron el ridículo. Emergieron a las calles personajes que nunca habían protestado y jamás pisaron las calles, tal vez por esa razón vieron más asistentes de los que en realidad eran. Debió ser muy triste que antes no mostraban su inconformidad por miedo. Ahora que saben que no hay represión se hacen los valientes.
La politización de la sociedad es un hecho, aunque algunos escogen el camino más corto y no es el más ilustrado; sin embargo, la sociedad, en esos mismos sectores, insisten en llamarle a la conciencia política polarización. Para los conservadores las marchas son prueba de polarización, y en su énfasis se incorporan a lo que desconocen, y no se atreven a llamarle por su nombre, sobre todo ante el reducido vocabulario político que poseen.
Es necesario que se den cuenta los jóvenes que estas marchas son desarticuladas, fueron grupos de habitantes lanzados a su suerte sin dirección ni liderazgo. Los criterios para calificar unas y otras marchas quedarán en la historia, con antecedentes de una oposición no sólo mentirosa sino con más de un líder con un pie en la cárcel. Algunos de ellos no pueden salir del país. No debemos olvidar que una de las razones por las que quieren regresar al poder es rescatar sus privilegios y otra importante es alcanzar la impunidad por los delitos cometidos contra el país.
Aquellos que exponen el hígado en cada visión de las marchas no se dan cuenta que el Presidente lo que requiere con urgencia es una oposición, una real oposición y no intentos de demostración de fuerza por quienes nunca habían pisado las calles ni expuesto su punto de vista. Se necesita una oposición fuerte que definitivamente no está en los partidos.
CORRE Y PEGA
Las incongruencias están a la orden del día en materia electoral. Ahora el hijo de Miguel de la Madrid que tanto rechazó las reformas electorales, Enrique dice que desaparecer a los pluris en la Cámara de diputados y senadores debilitaría en vínculo con la ciudadanía y los legisladores. ¿Cuál?