69 o 72 años –los que sean-, no hay duda que el de ayer fue el peor cumpleaños de su vida.
La “Marcha por la Democracia” en defensa del Instituto Nacional Electoral, que reunió a más de 1.2 millones en la Ciudad de México y las 82 ciudades del país donde la ciudadanía salió a repudiar los empeños autoritarios de Andrés Manuel López Obrador, en mucho recuerda a los gobiernos de Díaz Ordaz y Luis Echeverría.
Este domingo la sociedad civil se volcó en las calles, plazas y avenidas recibiendo el respaldo de mexicanos de la opinión pública nacional y extranjera en abierta condena a su autoritarismo, por el afán presidencial de desaparecer al INE.
Las marchas y manifestaciones se sucedieron por todo el país de tal forma que si la de ayer hubiera sido una votación a mano alzada de las que tanto le gustan a López Obrador ya se hubiera ido a “La Chingada”, su rancho en Palenque, así bautizado por tan singular personaje.
Y es que a las más de 86 mil mentiras expresadas por AMLO en sus mañaneras –la de hoy mismo donde califica las expresiones ciudadanas de ayer como ridículas y exhibicionistas-, se suma el saqueo de las arcas nacionales con fines electorales para tener bajo control a los jóvenes desempleados y adultos mayores.
Ello sin contar que las tres obras sexenales, el aeropuerto Felipe Ángeles, La Refinería de “Dos Bocas” y el “Tren Maya”, son un fracaso que tiene al borde de la quiebra financiera a México.
Insisto, todo ello sin contar que hoy antes de concluir su mandato nos hereda una república dividida, en encono, con resabios y violencia irrefrenable.
Y lo peor, entregada a la delincuencia organizada.
Igual que en los setenta y ochenta con Díaz Ordaz y Echeverría, el presidente López Obrador tiene un gran parecido en lo represor y populista.
Evoquemos:
Hace medio siglo, maestros y artesanos y jóvenes, muchos jóvenes, de la Vocacional, de la Prepa, de la UNAM, del Poli, Zacatenco y Chapingo, salieron a las calles y el Zócalo capitalino de julio a octubre de aquel 1968, poniendo de cabeza al gobierno que se mantenía con una paz pretoriana.
Por aquellos momentos del Movimiento Estudiantil, la cifra oficial, la escandalosa cifra oficial del gobierno de Díaz Ordaz, fue de 42 muertos en la “Plaza de las Tres Culturas”, en Tlatelolco.
Ello dejaría un sabor amargo y la insatisfacción de la ciudadanía de que no habían sido 42, sino “miles” los asesinados e incinerados en el Campo Militar No. 1.
Del 68 se transitó al 72, en la era echeverrista, donde los estudiantes de nuevo marcharon por las calles de San Cosme donde cinco estudiantes perderían la vida dejando una treintena lesionados, todo un escándalo.
El presidente Miguel de la Madrid, se la llevaría más suave, no así con Carlos Salinas con una popularidad hasta el quinto año de su gobierno, superior al 90% de aceptación.
Su empeño reeleccionista y autoritario lo llevarían al levantamiento armado del EZLN, el magnicidio de Luis Donaldo Colosio y las sonadas muertes del Cardenal Posadas Ocampo y su propio cuñado, José Francisco Ruíz Massieu.
Fox, solo fue un loco con suerte y Calderón un acomplejado borrachito que fue convencido que encarcelando a las cabezas de los carteles se acabaría con la delincuencia organizada, por lo que desató una matanza sin precedentes en el combate al crimen organizado.
Peña Nieto cobraría fama, aparte de la Casa Blanca de su esposa, por dos hechos sin inéditos, la masacre de Tlataya, Estado de México, que dejó un saldo de 22 civiles asesinados por parte de militares y judiciales, y por entregarle a López Obrador la Presidencia.
Al cruzarse la banda presidencial este singular personaje tabasqueño que no viene de la izquierda sino del PRI, dio feroces muestras de un profundo resentimiento y una irrefrenable sed de venganza.
Buscando cambiar lo que en su lineal juicio cerebral era lo correcto, acudió a las peores maniobras, alianzas inconfesables, pactos criminales y el desproporcionado saqueo de las arcas públicas para garantizar su gobernabilidad.
Ello de tal suerte que si 1968 nos dejó, no los 42 muertos que dijo Díaz Ordaz, sino los miles que reclamaron en su tiempo los paterfamilia, si en San Cosme, hubieran sido, no 5 muertos sino 5 mil, y si en Tlataya multiplicáramos los 22 muerto diez veces más, en nada se compara con las cifras dantescas que lleva el régimen de López Obrador.
De 2018 al 2022, se han registrado en las 32 entidades de la república 13 mil 511 feminicidios y homicidios; han sido asesinados 94 defensores de los Derechos Humanos y 63 periodistas han perecido de manera violenta.
Más de medio millón de personas han muerto en el cuatrienio por Pandemia y 132 mil por asesinatos, ajusticiamientos y venganzas del crimen organizado.
Esa esa es la herencia de la 4T.
La de ayer fue una marcha nacional por la democracia, pero también un referéndum de lo que le espera a López Obrador y su banda en el 2024, por una razón, le gente le perdió el miedo a la calle.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo