La muerte es una realidad que nos persigue a todos los seres vivos. Para conocer a la muerte hay que saber de la vida. Pero la cosmovisión que tenemos sobre este tema es muy diversa en cada parte del mundo, en oriente la prioridad es morir con honor. Para otras culturas la muerte es un ritual de paso para una nueva vida, para los mexicanos la muerte es vida, es color, tradición y memoria, lo cual se debe a la fusión de culturas donde la religión cruza barreras y es parte de un elemento de folklore típico de nuestro país.
En México sin importar cuál sea nuestra creencia religiosa, la muerte tiene presencia en estas fechas. Ya sea mediante flores en los panteones, altares o el inundar de colores los espacios, a la muerte se le honra y se le respeta. En algunos puntos geográficos estas fechas son la oportunidad de recordar a los difuntos mediante fiestas, comida, música e incluso ofrendas de lo que más les gustara. Esta celebración llena de color es emblemática de mexicanos y ha traspasado incluso barreras al ser conocida en otras partes del mundo.
Uno de los personajes más peculiares de nuestra cultura fue la catrina creada por José Guadalupe Posada. Este personaje cuyo nombre original fue la calavera garbancera y bautizada por Diego Rivera, surge como una crítica social, sonde se hacía alusión a los mexicanos que aparentaban ser parte de una clase a la que no correspondían, sin embargo, también es un símbolo de una de las características más típicas de nuestro país, el mestizaje, el encuentro de dos culturas que se fusionaron entre sí.
A diferencia de otros espacios colonizados, México hizo una fusión de sus dioses y costumbres con las de los españoles, creamos algo nuevo a partir del encuentro de dos mundos, esta combinación es una de nuestras distinciones en la actualidad, porque nos representa ante los demás. En medio de estas representaciones podríamos tener infinidad de perspectivas respecto a la muerte. Pero lo cierto es que lo que tenemos son posibilidades de vida, celebramos la dicha de poder honrar a los que no están y les recordamos con cariño porque estamos presentes, pero en nuestra cultura y probablemente en muchas otras, poco se nos prepara realmente para morir.
Tenemos múltiples rituales entre la vida y la muerte, aún así poco nos preparamos para saber entender este proceso de vida cuando llega a su fin y por ende aún menos somos conscientes de cómo estamos abonando a un buen morir. La vida es para disfrutarse, lo cual en ocasiones hemos mal entendido con excesos y despilfarres, pues en su mayoría puede desencadenar en daños o padecimientos hacia nuestro ser.
En días pasados tuve la oportunidad de participar en un coloquio sobre la muerte, donde distintos expertos hablamos sobre este tema en nuestros ámbitos de conocimiento, ahí participó el Naturópata Jorge Martínez Ocampo y el Antropólogo Alejandro Moreno Hernández, cada uno desde su especialidad hizo referencia a cómo vamos muriendo, lo que dejamos de lado y lo poco conscientes que somos del morir.
Día con día es muy común que vivamos disfrutando el presente sin considerar las consecuencias, podemos degustar todo tipo de platillos, pero pocas ocasiones tomamos en cuenta el efecto de esos platillos, de la misma forma pensamos en lo que hacemos y las sensaciones físicas que ello nos produce, pero rara vez interiorizamos respecto a nuestras emociones. Todo lo anterior también forma diversos caminos hacia la muerte, los cuales pueden presentar dolor, sufrimiento, agonía o podemos encararla bajo otro panorama donde la muerte sea rápida, acompañados y mejor preparados.
En medio de estas fechas también deberíamos reflexionar quienes estamos presentes respecto a que nuestras acciones y decisiones en el presente forjan también un punto de equilibrio o desajuste en nuestro futuro. Quizás ampliando nuestras perspectivas de la muerte encontremos el conocimiento para tener también una mejor vida.