Gustavo Cadena Mathey, una historia que merece contarse

Esta es una historia de vida:

Con 60 años de periodista y una tradición heredada del “Yayo Gutiérrez” –político y editor de Acayucan a Xalapa- y de cara con un deseo familiar de que fuera sacerdote no concretado al proponer la eliminación del “voto de castidad”, Gustavo Cadena Mathey se inclina finalmente por la reporteada.

A temprana edad deja Acayucan para avecindarse temporalmente en Minatitlán donde conoce  a Germán Jiménez “El Católico”, quien le recomienda “El Moceo”, dormitorio más famoso de Xalapa, lo cual le permite su arraigó en la capital.

A partir de entonces su vida tomaría rumbos encontrados, todos en el mundo del periodismo.

Esta es su historia contada por él mismo.

-A mi papá le gustaba leer el periódico Excelsior y escuchar los noticieros. Recuerdo cuando yo estaba en el periódico de Yayo como compaginador y vendedor, quien nos pedía tomáramos las notas nacionales que ahí se decían para nuestro periódico “El Mensaje”-evoca.

-Ya en la capital busqué entrar al Diario de Xalapa en donde ya estaban los grandes del periodismo Pepe Valencia y Arturo Reyes Isidoro. Un día Pepe me dijo “¡Vente, hay chance aquí, hay una vacante como corrector  de pruebas!”

-Así, me fui para el diario, no sin antes ir a ver al director de Seguridad Pública del gobernador Rafael Hernández Ochoa, el teniente coronel Ernesto Vázquez castellanos,“El Chino”, como le decía mi papá, era su amigo.

“El me dio una tarjetita y rapidito me fui a ver a don Rubén Pabello Acosta, dueño del Diario de Xalapa”.  

Eran los tiempos del chipi-chipi en Xalapa. No se veía nada “y ya mis zapatos estaban todos rotos por lo que no me decidía ir a ver a don Rubén,  un día, sin embargo, me armé de valor y tomé la decisión de ir a verlo.

“Llegué a las oficinas y nadie me atendía, hasta que un día pasó frente a mí y le grite: Don Rubén, le traigo un mensaje del Director de Seguridad Pública. Entonces se paró, me atendió y me dijo: “Ah, ¿Con que quieres ser periodista?”

-¡Si señor!, respondió.

“Ah, bueno ¿Y qué sabes Hacer?, me preguntó con voz de trueno y esa mirada que fulminaba”.

-Sé, señor, que tiene usted una vacante de corrector de pruebas, así que le ruego me dé una oportunidad. No le voy a fallar.

Entonces, casi de la mano me bajó por las escaleras hacia la redacción y me condujo frente a un señor que se llamaba don Herminio Ortiz, quien era el jefe de redacción y le dijo:

“A ver, ponme a este muchacho entre los correctores y obsérvalo a ver si puede…”

-Así fue como entré, pero un día, como a los dos tres meses, me encuentro a don Rubén quien me dice:

“Tú eres el peor de los correctores. Ya me informaron que eres el más malito”.

-Oiga, don Rubén, le respondí, si yo tengo una buena preparación en esto. Yo estoy bien en ortografía. Incluso don Froylán Flores Cancela me da su columna “Glosario del Momento” para que la revise.

Don Rubén frunció el ceño, se mesó el bigote y trono de nuevo: “Pues yo tengo informes de que eres el más malo”.

-Pero como yo si en eso he sido muy audaz, le pedí que “aquí mismo en este momento me ponga una prueba de ortografía o permítame que yo le ponga a usted una prueba a usted y si no lo la pasa córrame”.

Don Rubén se quedó entre confundido y molesto.

“A ver, a ver… ¿Qué prueba tú me vas a poner?”, me exigió en su habitual tono fúrico.

-Pues señor, le dije, “escríbame esta frasecilla que me enseñaron en el Seminario que dice así: Vaya, vaya, con la yegua baya, que saltó la valla para comerse las bayas”.

Don Rubén incrédulo me miró por unos instantes para después soltar tremenda carcajada para luego reponer:

“¡Está bien, sigue ahí!”.

-Esa audacia permitió que en otro momento me llamara para que fuera  corrector de su columna estrella.

Con el tiempo lo llaman a la sección de Deportes con el gran Homero Guerrero Alvarado, en paz descanse, luego brinca a información general donde fui testigo cuando “Yayo” Gutiérrez discutió con el gobernador Hernández Ochoa.

Detalla:

“Yo iba en el elevador con ellos. De pronto, se alteraron por no sé qué  y casi hasta se mientan la madre; terminan las elecciones, gana Hernández Ochoa y el “Yayo” que sonaba para todos los cargos, entre ellos la Secretaría de Gobierno o la Procu, no le dieron más que una magistratura de tercera en la cual estuvo dos que tres años para luego regresarse a Acayucan”.

-Ya para la época de Acosta Lagunes yo ya estaba de lo más macizo como reportero para Diario de Xalapa y me toca la fuente política por lo que me mandan a cubrir toda la campaña de don Agustín y ahí anduvimos por todo el estado y con las ocurrencias y maravillas de don Agustín que sacudieron al estado. El, a diferencia de los políticos de ahora, era muy directo, enérgico, por eso se ganó  el mote de “Don Disgutín”.

Prosigue:

-Un día me invitó a desayunar y me preguntó: “¿Oye, quién es ese tal Yayo Gutiérrez que todo mundo habla muy bien de él?” pienso que uno de los que le habló bien de él fue Ignacio Morales Lechuga, quien era su secretario de Gobierno.

“¿Tú crees que trabajaría conmigo?, me insistió.

-Por supuesto, segurísimo. Si quiere le llamo ahorita mismo, eran como las 11 de la mañana. Ibamos llegando a su oficina de Palacio y me dice:

”¡A ver háblale!”

Me cruce al periódico y desde ahí hablé:

-Padrino, fíjese que don Agustín está interesado en usted. Le han hablado muy bien de su trabajo y él quisiera invitarlo a trabajar ¿Usted aceptaría una propuesta?

“A ver, a ver, a ver ¿cómo está eso?”- me respondió con esa voz gutural tan característica en él.

-Pues mire, le respondí, ahorita me lo acaba de decía don Agustín.

“Bueno, pues platicamos, dile que platicamos”.

-Así que me regreso rápido a Palacio. Entro al despacho del gobernador porque… ya casi tenía derecho de picaporte y le digo: “don Agustín me dijo que sí, que quiere platicar”.

“Dile a Morales Lechuga”, me respondió con ánimo.

-Don Angel Leodegario Gutiérrez, el “Yayo”, se haría cargo en la CNOP donde cobró fama por sus discursos apantalladores, luego sería presidente del PRI y terminaría su gestión como coordinador de prensa de don Agustín.

Nuevas decisiones.

-Yo quería ser columnista. Un día don Rubén me autorizó que firmara lo El Glosario, pero no con mi nombre por los que decidí irme. Salí del diario, me fui al Gráfico de Xalapa, donde hice una columna con Orlando García, luego Cecilio García me llevó a Televisa y me recomendó como el primer corresponsal de esa emisora en la capital de Veracruz.

Regresa a la primera persona:

“Has de recordar Edgar, que cuando don Fernando Gutiérrez Barrios deja el cargo para irse como Secretario de Gobernación, yo di la exclusiva y le dije a los periodistas que venían de México que se quedaran en la Sala de Prensa instalada en el patio de la Presidencia Municipal, que era más rápido dieran una nota tan importante que estaba por producirse”.

-No me creyeron. “No jarocho, no te hagas bolas, el secretario de gobernación va a ser Camacho Solis”, presumían.

-Así que cuando don Fernando hace el anuncio todos se van sobre mí para que les diera la grabación a lo que le dije:

“¡Momento! primero mando mi nota a Televisa quien la saca el propio Jacobo Zabludovsky en el noticiero del mediodía”. Después don Jacobo me llamaría para saludarme y felicitarme por la primicia, una exclusiva que di al momento.

-“Pero esa es otra historia”, dice Gustavo cadena Mathey, quien regresa su memoria al presente.

“Este jueves, hoy 27 de octubre, estoy en la ciudad de México. Estoy  por recibir el Premio Nacional de Periodismo, de parte del Club Primera Plana. Me lo otorgan justo cuando estoy en un problema laboral plagado de injusticias hacia mí persona de parte del Tribunal Superior de Justicia”.

“Caprichos del área administrativa, inconveniencias de la propia presidenta del Poder judicial, Isabel Inés Romero Cruz e incompatibilidad del gobierno con un periodismo libre, impiden mi reinstalación”.

Gustavo sirvió seis años al Tribunal Superior de Justicia al lado de don Alberto Sosa, hasta que llegó Edel Álvarez Peña, “quien de repente me sale con que ya me tenía que ir sin justificación legal alguna ya que yo tenía una base laboral”.

De inmediato se produce su baja para dar comienzo un largo diferendo laboral.

Hace dos años le dieron el laudo favorable y hace unos días se registró el tercer intento de reinstalación para finalmente negarse con argumentos a todas luces ilegales “y eso me da mucha pena porque es la imagen del Poder Judicial que yo defendí”.

Concluye:

Estoy triste porque ha afectado mi vida económica y a mi familia. Y si bien estoy satisfecho con lo que me ha dado la vida, nunca perderé la capacidad de no oponerme a las injusticias.

Ese es Gustavo Cadena Mathe, quien en estos momentos recibe el Premio Nacional de Periodismo luego de seis décadas de carrera periodística.

Tiempo al tiempo.

 

 

*Premio Nacional de Periodismo 

 

 

 

 

 

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