El ataque cibernético que sufrió la Secretaría de la Defensa Nacional deja al descubierto infinidad de datos y estrategias de inteligencia mediante las cuales se realiza el seguimiento de múltiples personas entre las que destacan funcionarios, pero también activistas y organizaciones civiles.
La vulnerabilidad ante un mundo digital no es algo que deba preocupar únicamente a gobiernos y figuras públicas, por el contrario, cualquier persona podría ser un blanco fácil de este tipo de atentados. Si la principal institución de seguridad del país fue infiltrada por hackers informáticos, el común de la población es un punto aún más sensible, sobre todo si sólo utilizamos la tecnología sin tomar medidas de protección pertinente.
Los ataques informáticos más usuales son para usurpar la identidad de otros, principalmente para estafas económicas, anteriormente se hacía el robo de datos mediante llamadas telefónicas o el robo del correo tradicional personal que llegaba a los domicilios, en la actualidad los hábitos digitales de cada persona pueden facilitar a piratas digitales el robo de información e incluso la extorsión a los contactos cercanos.
Si las instituciones que aplican filtros y alta tecnología son vulnerables, lo mínimo que podemos hacer como ciudadanos es establecer los candados básicos como la doble verificación que las mismas aplicaciones ofrecen, ya que el común de personas omitimos incluso estos filtros con tal de ahorrarnos pasos al hacer uso de las mismas, lo cual lamentamos hasta que somos víctimas de un atentado.
En días recientes además del hackeo de la SEDENA he visto infinidad de cuentas de WhatsApp usurpadas, una vez que el hacker se apodera del número comienza a hacer solicitudes de dinero a nombre del usuario real, en algunos casos incluso llegan a perder su número telefónico, lo cual puede prevenirse realizando un simple proceso de la misma aplicación.
Un caso similar lo experimenté de manera directa, donde mi cuenta publicitaria de Facebook había recibido un cargo de 80,000 pesos mexicanos, de inmediato recibí apoyo de la plataforma para dar marcha atrás al mismo. Sin embargo, esta experiencia me hizo aprender algunos detalles que considero pertinentes compartir con la población.
La primera lección es evitar ingresar a cuentas bancarias o personales desde redes públicas, ya que cuando hacemos esto ponemos nuestra información al alcance de cualquier persona que pueda estar conectada a la misma. De ahí es indispensable contar con todos los pasos de seguridad que nos pidan las plataformas, la mayoría cuenta con verificaciones dobles, es decir para ingresar hay que brindar una clave especial o algún código que se reciba a nuestro teléfono o correo.
La que recomiendo a todas las personas en primera instancia es la de WhatsApp, pues al no tenerla cualquier hacker puede robar hasta tu número personal. Esta se realiza entrando a la configuración, después a cuenta y ahí aparece verificación en dos pasos, al activarla te pedirá ingresar un PIN, que consiste en un número de 6 dígitos y un correo electrónico que se utilizará en caso que lo olvides.
Este tipo de verificación no garantiza que no seamos vulnerados, pero al menos dificulta el proceso de acceso. Adicional a lo anterior hemos de considerar que las contraseñas utilizadas en cada plataforma deben ser diversas, pues si utilizamos la misma en cuanto descubren una pueden alterar todas las demás.
Los pasos mencionados son sencillos, pero pocas veces nos tomamos el tiempo de realizarlos a conciencia y hacerlos puede evitarnos un mal rato, un gran golpe económico e incluso el que nuestra información sea utilizada por criminales. En este mundo digital nadie está exento de un atentado, por ello nuestros hábitos cibernéticos también deben considerar medidas de precaución y cuidado hacia nuestra información personal.