Imagina una historia donde la sociedad vive en su mayoría despreocupada sin cuestionar nada de lo que ocurre a su alrededor, un grupo de gobernantes toma las decisiones que considera más adecuadas para el funcionamiento del entorno, pero lucha constantemente contra rebeldes que buscan hackear su sistema para demostrar que no todo es lo que parece. Hay muerte en medio de esta lucha de poder, algunos sublevados comienzan a cuestionar si lo que ocurre es realmente conveniente para todos o sólo sirve para los intereses de unos cuántos.
La historia anterior podría tratarse de innumerables películas o narrativas de ficción, donde la característica común es el dominio de un número reducido que tiene el control de los ciudadanos mediante la fuerza de sus gobiernos, hay rebeliones, pero también en el desenlace descubrimos la dificultad de un liderazgo y que en la historia no todo es blanco o negro.
A mi mente vienen desde las historias para adolescentes como “los juegos del hambre”, “Divergente” o incluso Matrix. En todo momento estas ficciones hablan de un gobierno opresor que no parece tal hasta que alguien desenmascara sus intenciones, también es notable la desigualdad que enfrenta la sociedad y el control que se ejerce mediante la violencia. Este tipo de tramas resulta sumamente entretenida en un libro o una pantalla, pero ¿qué pasa cuando la vemos reflejada en nuestra cotidianidad?
Actualmente la historia de México y el mundo no dista mucho de la ficción, hemos vivido cómodamente sin participar de manera consciente en las decisiones de nuestros gobiernos, pocos son los ciudadanos que asumen su responsabilidad social y se involucran en los procesos de cada uno de los poderes, únicamente cuando algo nos afecta de forma directa se encienden las alertas, pero lo más usual es vivir bajo el actuar general. Si no tenemos datos concretos y consciencia suficiente, cualquiera puede emitir una opinión básica a favor o en contra, pero no se trata de un punto u otro, sino del diálogo.
Si algo nos han enseñado las múltiples ficciones es que la falta de acuerdos siempre deriva en más de lo mismo, en grupos que terminan tomando el control para perpetuar los mismos castigos con quienes solían dominarles, llevados por el resentimiento y no por un deseo genuino de mejora y construcción. También la historia de otros países podría ser un ejemplo para visualizar los múltiples escenarios que se avecinan con base a las decisiones que tomemos en el país.
En las narrativas de ficción es común descubrir que el poder real no está detrás de quienes se ostentaban como líderes, sino en quienes manejan el control detrás del telón sin siquiera ser imaginados o vistos, de ahí que las teorías de conspiración que hablan sobre la dominación del mundo resulten tan fascinantes, pues pocas veces sabemos realmente quién domina a quién.
Esa ha sido la discusión constante en los últimos días que tras un hackeo a la SEDENA se reveló la infinidad de información que el ejército posee de distintos sectores en nuestro país donde incluso figuran filtraciones a ONG’s y grupos de activistas. Lo anterior enciende las alertas considerando que estamos en medio de un profundo debate sobre la militarización del país, este paso ha sido la destrucción de otras naciones, no obstante, es una realidad que México tiene una crisis profunda de seguridad, donde también el ejército ha sido cómplice.
El eje del diálogo no debería ser tan polarizado, debería estar en una búsqueda de alternativas y posibilidades que traten de erradicar de raíz la problemática más profunda. La corrupción surge también por la desigualdad, porque hay quienes ven ventanas de oportunidad en el cargo que ostentan y principalmente pasa cuando el poder llega a manos de quien buscan servirse de él y no servir.
Es inverosímil depositar la confianza de nuestro cuidado a quienes han sido brutalmente exhibidos por sus nexos con el crimen organizado, quienes han gozado de protección especial después de abusos contra la misma sociedad a quienes deben cuidar, pero también hemos de ser conscientes que no podemos generalizar y que antes de cualquier juicio hemos de corroborar la veracidad de los datos. Cada decisión que se tome en los próximos días ha de ser sometida a un profundo consenso donde todos los niveles nos involucremos y participemos haciendo uso de nuestra responsabilidad social.
Dejemos de caer en la farsa de culpar de todo a un gobierno que nosotros estamos eligiendo, participemos activamente cuando sea la ocasión, decidamos por convicción y no por manipulación. La necesidad de muchos se vuelve la oportunidad de otros si así lo permitimos.