Guerrero, Morelos, Oaxaca y otros más estados están sufriendo de una violencia extrema. No son dos o cinco muertos sino hasta 20, todos productos de la delincuencia organizada desatada. Los lamentos de familiares de los asesinados estremecen. Las voces se alzan exigiendo justicia. Las escenas de niños, mujeres, ancianos llorando amargamente a sus difuntos estremecen. No hay discurso que valga. La propaganda de gobierno se pierde ante la terrible realidad. Como nunca el país está ensangrentado. Más que en el pasado, al que se recurre diariamente para inculpar de las ineficiencias del actual gobierno. La politiquería a flor. Lo que importa es la sucesión y todo gira a su alrededor. Retener el poder sea como sea, según la orden presidencial. Un ejército cómplice y una nación desprotegida. El país en llamas. La cabeza perdida y un gabinete gris y omiso.