“Tu peor pecado es que te has destruido y te has traicionado por nada.” – Fiodor Dostoievski.
Cuando las muestras y evidencias de un absolutismo avasallante son más claras que nunca, la sociedad y los partidos políticos de oposición deben alzar la voz para impedir que el gobernante en turno se convierta en el próximo “dictador” o en el reyezuelo.
Eso aparentemente dicta la lógica política, solo que, en Veracruz, ni existe lógica, ni se práctica la política.
Al menos es lo que desde el pasado viernes se pudo observar cuando una vez más el Gobierno del Estado, a través de su empleada la Fiscalía General del Estado (FGE) operó vía su otra empleada el Poder Judicial del Estado (PJE) para que la juez de control, Mónica Segovia Jácome volviera hacer una de las suyas, y a pesar de tener una orden de un juez federal para su liberación, giró orden de recaptura en contra del ex aspirante a la dirigencia estatal del Partido Acción Nacional (PAN), Tito Delfín Cano, ahora acusado de delitos ambientales.
Por principio de cuentas, el silencio ominoso de los actores políticos de oposición resulta frustrante –panistas-, cuando queda más que demostrado el uso déspota del poder para castigar a todo aquel que le haga sombra.
Tardaron horas en emitir comentarios, o expresar posición vía comunicados, que más que nada resultan fríos y sin fuerza, en momentos en el que se debiera salir a las calles, protestar ante tan grave injusticia.
La fuerte fractura evidenciada en el PAN es la condicionante de encontrarse infiltrados de una militancia alejada de los principios y preceptos que dieron origen a ese instituto político.
Vamos si sus últimos principales ideólogos vivieran –Cesar Leal Angulo, Carlos Castillo Peraza-, se volverían a morir de ver el pragmatismo conveniente aplicado por sus militantes, por no decirles de otra manera.
Ausentismos a conveniencia de legisladoras como la senadora Indira Rosales San Román; el silencio del senador y coordinador Julen Rementería del Puerto, quien prefiere andar haciendo proselitismo a su favor en momentos fuera de tiempo, o el extrañísimo silencio de los mismos integrantes del Clan Yunes de Boca del Río, que para estos casos envían a sus empleados los legisladores federales y estatales, pero que esta vez poco o nada aparecieron.
Del silencio lacayo de personajes como Joaquín Rosendo Guzmán Avilés –quien peleado con el actual grupo en la dirigencia- optó por apoyar al Gobierno, y pues ni decir de personajes como Othón Hernández Candanedo, quien autoexpulsado del PAN se manifiesta abiertamente por apoyar a Morena.
Y ni hablar del PRI, que tras dar muestras de “camaleonismo chaquetero” y jugar a ser la oposición combativa a la oposición sumisa –por conveniencia- para no mandar a su líder nacional a la cárcel, pues jodidos estamos, diría el resabio popular.
Por su parte, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) resulta ser el único que termina alzando la voz, en los momentos álgidos para Veracruz, pero sin el refuerzo de sus aliados, resulta casi nula su demanda de justicia para los hoy “presos políticos”.
Porque digan o no, lo que el Gobierno de Veracruz ha logrado hacer es diferenciar a los reos comunes de los perseguidos y presos políticos que mantiene en cárceles veracruzanas, a costa de cometer evidentes y flagrantes violaciones al Estado de Derecho.
Y es que piensan que es un Estado más de la Federación, pero por no encontrarlo en el mapa geográfico lo siguen violentando a su real antojo.
Y mientras tanto Morena en Veracruz y en el país caminan tranquilamente al 2024, sin que nada, ni nadie los detenga, al menos que ocurra un verdadero milagro y la sociedad maiceada habrá los ojos y comprenda que solos construyen la fosa de la que no habrán de salir.
Al tiempo.
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