Apenas puso un pie en el puerto de Veracruz, Maximiliano de Habsburgo exclamó: “¡Mexicanos, vosotros me habéis pedido!” Pero fue evidente que el futuro Emperador llegó a nuestro país bien norteado porque ninguno de los que “lo habían pedido” estuvo a recibirlo. Solo unos cuantos representantes de lo mejorcito de la sociedad jarocha le dieron la bienvenida lo que hizo llorar a Carlota.
Como bien sabes lector, unos sujetos vende patrias le dijeron al austriaco que el pueblo de México deseaba que lo gobernara. Y Max, que era bien inocente se la creyó. Y así le fue al pobre.
En los años 90 un cacique pueblerino que había sido dos veces alcalde y buscaba su tercera nominación me dijo: “La verdad yo ya no quiero ser presidente municipal, pero el pueblo me lo está pidiendo y ni modo de decirles que no”.
Y un sujeto que se ha distinguido como un connotado ladrón en los cargos públicos que ha ocupado, dijo al protestar como alcalde en diciembre anterior: “Este triunfo no es mío sino de ustedes, el pueblo que me pidió”.
Sirvan estos ejemplos para mostrar que la frase “si el pueblo me lo pide” (con sus ligeras variantes) sigue tan vigente como en tiempos de Maximiliano.
Manuel Huerta Ladrón de Guevara, el bonachón delegado de los programas del Bienestar que está acusado de acoso, hostigamiento y violación sexual, últimamente ha ocupado espacios en los medios de comunicación no por sus escándalos sexuales, sino porque quiere gobernar Veracruz.
¿Y por qué aspira a tan alto honor? Exacto lector, porque el pueblo se lo pide.
El problema es que en Morena no piensan lo mismo y lo han excluido de las encuestas, pero se están topando con un tozudo funcionario que los ha encarado: “Estoy convencido que por esta fuerza del pueblo que escucho, mi partido me va a tener que incluir en las encuestas”.
Y en efecto, lo van a tener que incluir porque el pueblo, encarnado en la figura de su amigo del alma Andrés Manuel López Obrador así lo está exigiendo.
Lo cierto es que así como el pueblo no pidió a Maximiliano como su Emperador y tampoco ha pedido que caciques bandidos y ladrones lo gobiernen; jamás ha pedido que Manuel Huerta Ladrón de Guevara sea su candidato y menos su gobernador.
Pero mientras más corrupto es el sujeto más repite la frase “porque el pueblo me lo pide”, con supino desparpajo. Y Manuel no es la excepción.
En el momento en que entre a la guerra de las encuestas, los morenos tendrán para escoger entre una mujer señalada de enriquecerse ilícitamente y un sujeto acusado de hostigador y violador.
Buena suerte para ambos y que Dios se apiade de los veracruzanos si cualquiera de los dos llega a gobernar el estado.
Puro cuento el espaldarazo a Ebrard
Tras el espaldarazo que dio el presidente López Obrador a Marcelo Ebrard, a propósito de su desliz al tomarse una selfie casi casi frente al féretro de la Reina Isabel II, varios lectores me escribieron para decirme que Marcelo va. Y en efecto va, pero a su casa.
Sigo sosteniendo mi tesis. Marcelo es por mucho el mejor hombre del gabinete de López Obrador por inteligente, conciliador y excelente político. Sobresale de entre la runfla de casi analfabetos que están cerca del presidente. Ni Claudia Sheinbaum, ni Adán Augusto López e incluso ni Ricardo Monreal juntos, tienen su estatura política.
Pero como paradoja esas virtudes son sus debilidades.
Andrés Manuel no tolera a los inteligentes. Sabe que si su canciller llega a la presidencia hará tres cosas: desligarse de él, desaparecer la 4T y perseguirlo. Eso sin contar con que meterá a la cárcel a varios de sus cercanos.
Este martes Marcelo declaró a Joaquín López Dóriga que se ha preparado 40 años para llegar a la presidencia y ya se puede preparar otros 40 que no llegará, al menos en el 2024.
Insisto lector, con los blasones que tiene sería un gran presidente, pero no llegará porque nunca ha estado en el radar de López Obrador como lo está Claudia (su hija putativa), o Adán Augusto (su casi hermano y compañero de mil batallas).
López Obrador lo ha utilizado a su conveniencia y mientras le sirva lo mantendrá cerca, pero como dije ayer, el día menos pensado le dará una patada y lo mandará bien lejos sin el menor remordimiento porque, insisto, nunca ha pensado en él para que lo suceda en la presidencia.