Noche de “El Grito”, pero del grito de la decepción

Pues sí. Resulta que hoy es el día, la noche de “El Grito”, del grito de la libertad, de nuestra independencia.

Desde todos los balcones del país las autoridades saldrán a gritar clichés de proclamas que, por supuesto, no sienten.

Cierto, nos liberamos de la esclavitud a que nos redujo el conquistador extranjero, pero caíamos en la esclavitud de los gobernantes del país. México es un rehén de ellos.

Poco más de 70 años le costó al pueblo mexicano echar abajo la dictadura perfecta del PRI, como bien la calificó Mario Vargas Llosa, pero su opresión no termina.

Luego de 35 años de la dictadura de Porfirio Díaz, la Revolución desembocó en el PRI, cuando el movimiento armado se institucionalizó.

En 1968 hubo un grito de rebeldía contra el despotismo, el abuso, la vejación, que el Ejército, ese que ahora mismo defiende Andrés Manuel López Obrador, ahogó en sangre.

Nunca se va a saber el número exacto de jóvenes estudiantes que murieron y nunca se ha intentado castigar, incluso post mortem, a los responsables.

Del yugo tricolor al yugo guinda

En 2018, con gran esperanza, el pueblo decidió sacudirse el yugo tricolor que lo oprimía. Llevó al poder a quien supuestamente iba a reivindicar el país, las buenas prácticas, todo lo que como opositor había combatido.

Cuatro años después, de nuevo las instituciones, la Constitución, las prácticas políticas y legales tienen ya un nuevo yugo, aunque ahora de color guinda.

No, no podemos proclamar independencia cuando tenemos un presidente que impone su voluntad, cuando viola cuánto se le antoja la Carta Magna, cuando somete, a base de amenazas, lo mismo al máximo tribunal judicial que corrompe y extorsiona al legislativo, siempre para hacer su capricho.

Ayer, la Cámara de Diputados aprobó la permanencia del Ejército en las calles en tareas de seguridad pública. Falta que la decisión pase la aduana del Senado, donde se puede atorar.

Pero al margen de lo que suceda en la Cámara alta, lo preocupante es el cómo se logró que saliera adelante la propuesta del presidente en la Cámara baja.

Con “Alito” se exhiben lo que verdaderamente son

El columnista Jorge Zepeda Patterson (además de escritor, analista político, economista y sociólogo) publicó, con una semana de diferencia, dos artículos muy reveladores en El País, sobre los cuales quiero tejer ahora.

Lo tomo como referencia por su solvencia y porque nunca ha ocultado su simpatía por las intenciones y buenos propósitos de López Obrador, de lo cual ha dejado constancia en sus colaboraciones en diversos medios.

El 7 de septiembre se ocupó de Alejandro “Alito” Moreno. No lo bajó de impresentable. Hizo un recuento de cómo la gobernadora de Campeche, Layda Sansores dio a conocer audios, que dieron cuenta “de la insultante procacidad e inmoralidad del líder del PRI” y de su insultante riqueza. La fiscalía campechana abrió una averiguación e inició un proceso para solicitar su desafuero, ya que es diputado federal.

Una alianza originalmente integrada por el PRI, el PAN y el PRD se opuso a lo que llamó militarización del país, que el Ejército se convirtiera en la policía de los mexicanos. Pero, sorpresivamente, de pronto una diputada priista allegada a “Alito” presentó un proyecto en el sentido de los deseos del presidente.

Y, oh milagro, entonces todo cambió: AMLO agradeció el “patriótico” cambio de parecer del PRI, Layda Sansores dejó de divulgar más videos que asegura tener de las procacidades y de los delitos de “Alito” y los diputados de Morena perdieron todo su interés en desaforar y enjuiciar al priista.

“Pobre país. Historia de una infamia. Lodo”

“Pobre país”, apuntó Zepeda Patterson. “Historia de una infamia. Lodo”, agregó. Lamentó que “con esta clase política los destinos de la vida pública no se deciden en función de lo que pueda ser mejor para el país y los ciudadanos, sino por las necesidades de supervivencia in extremis de verdaderos rufianes”.

Cuestionó que los diputados hayan actuado no por la importancia del tema de fondo, sino por la necesidad de un político de mantenerse fuera de la cárcel.

Para él, lo que se operó fue una extorsión, “y peor aún, que la moneda de cambio es la impunidad de un personaje que seguirá haciendo daño desde el poder”. ¿Alguien lo duda?

“Lo cual lleva a una conclusión adicional. El escaso margen de acción que tienen los liderazgos de la oposición por la enorme vulnerabilidad que les inflige una trayectoria de prácticas cuestionables. Sean los moches del PAN, las riquezas acumuladas de unos y otros, la basura susceptible de ser exhibida en cuanto se levanta una esquina del tapete. Rehenes políticos maniatados por su pasado inmediato. Ya lo vimos en el caso de los gobernadores, la mayoría de los cuales prefirió no intervenir en los comicios que derrotaron a sus respectivos partidos, para no poner en riesgo de que fueran judicializadas cuentas bancarias y patrimonios”.

“En suma, un escándalo del que nadie sale inocente. Unos por sus pecados, otros por su disposición a extorsionar a los pecadores. Una trama que desnuda la escasa calidad moral del estado de la cosa pública. Del intercambio de insultos, descalificaciones y epítetos, hemos derivado al chantaje de expedientes, que ni siquiera terminan en actos de justicia”.

Demoledor, pero cierto.

Limpia de corrupción, puro cuento

Y en otro artículo que publicó ayer, si bien reconoce logros de López Obrador, considera una “lástima” que no haya aprovechado su enorme movimiento renovador para modificar la ética política del país. “Y más lamentable aun porque inicialmente esas eran sus intenciones”.

Apunta: “Expedientes judiciales para reducir a líderes opositores, no para llevarlos a tribunales; chicanadas en la tribuna para sacar adelante propuestas presidenciales sin que se altere una coma; atropellos a las normas para hacer posibles las grandes obras públicas”.

Con esto otro: “Morena, Movimiento Regeneración Nacional, no se caracteriza precisamente por la probidad de sus procesos internos o la pulcritud de sus candidatos, como tendría que haber sido de parte de una organización interesada por limpiar de corrupción al país”.

El periodista recuerda que una y otra vez López Obrador ha cuestionado las malas prácticas políticas y ciudadanas que se reflejan en las consignas del tipo “el que no transa no avanza” o “el gandalla no batalla”.

Dice que qué bien que lo haga, pero agrega que habría sido mejor que el obradorismo lo hubiese puesto en práctica y se hubiese constituido en un movimiento político ajeno a estas conductas.

AMLO preserva el “agandalle”

“Por desgracia, las necesidades de enfrentar a conservadores y adversarios, y de responder a las malas artes que les atribuyen, han llevado a actuar de manera similar a ellos. Madruguetes en las cámaras, alianzas con gobernadores impresentables por conveniencia política, reinterpretación de los usos y posibilidades presidenciales para utilizarlos a su favor”.

Lo que para mí es su conclusión: “El mandatario no percibe que al utilizar todas las argucias o triquiñuelas, muchas de las cuales pueden ser legales pero resultan avasallantes, preserva en política el comportamiento de ‘agandalle’ que pretende combatir”.

Ayer, al tiempo que se aprobaba la permanencia del Ejército en las calles, el coordinador de los diputados de Morena, Ignacio Mier, informaba que la Comisión de Gobernación y Población no le será despojada a “Alito”, como pretendían. Y el cinismo: dijo que él nunca ha tenido la convicción de que el priista es un corrupto.

Todos son un asco. ¿Algo que celebrar este día, esta noche?

Nos encontraremos el próximo lunes, si no me surge alguna contingencia.

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