Según la influencia del medio ambiente en el que nos desarrollamos, pero también nuestros conocimiento e intelecto, son parte de las herramientas que nos forman y llegamos a comportarnos y a expresarnos regularmente, en los mismos términos que los de nuestro gremio. Existen personas que consideran que el expresarse con majaderías es algo que los hace sentirse más enérgicos y vigorosos, o bien, quienes hablan golpeado y dando órdenes agresivas como mostrando superioridad.
En ocasiones nuestro léxico es descuidado y por falta de conocimientos llegamos a hablar en forma mediocre y con faltas de ortoepía. Personalmente he constatado que, hasta escritores de revistas y artículos de editoriales, han usado la palabra “cónyugue” en lugar de la correcta “cónyuge”.
Desde hace aproximadamente quince años, por las sierras de Santiago Papasquiaro, Otáez, Tepehuanes, Topia y Canelas, los pobladores al expresarse confundían el verbo “necesitar” por “ocupar”; recuerdo que me preguntaban: – ¿No ocupa este plano? O cuando me expresaban: ¿ocupa una mesa? Pero la realidad, no estaba ninguna mesa presente que se pudiera presumir la estuviera yo usando o acaparando.
Después de aquellas fechas, ese verbo lo escucho por cualquier parte, dicho hasta por profesionistas, que confunden “ocupar” por “necesitar”; que esto ya no es hablar con faltas de ortoepía sino confundir palabras. Claramente nuestro diccionario señala que el verbo ocupar significa: Entrar en un lugar e instalarse en él, llenar; habitar, establecerse, vivir, meterse, y sus sinónimos serían: aludir, apoderar, apropiar coger, colocar, conquistar, habitar, invadir, llenar, poblar, tomar.
Mientras que el verbo “necesitar” es tener la necesidad de algo o de alguien en determinadas circunstancias o para un fin determinado.
Sumamente diferente un verbo de otro, pero dejamos que la costumbre nos invada y quizás ni prestemos atención a lo que decimos, aceptando que una mala costumbre que es usualmente conectada inconscientemente o con creencias y actitudes erróneas, degraden las correctas expresiones de nuestro lenguaje.
Voltaire, no legó una frase: “Una palabra mal colocada estropea el más bello pensamiento”, y no es que se pretenda hablar con belleza e impresionar con una prédica, pero bastante razón tiene también el humanista, filósofo y pedagogo Juan Luis Vives, cuando pronuncia: “No hay espejo que mejor refleje la imagen del hombre que sus palabras”
En la actualidad hasta parece que se celebra que un supuesto estadista diga desde su tribuna, frases como: “Fuchi guácala”, “me canso ganso”, “fuchi caca”, “ya chole”, “lo que diga mi dedito”, etc. Que pronuncie indebidamente: “Igno en lugar de himno”; “Ismo en lugar Istmo”, y no menos de cien palabras mal pronunciadas diariamente y que, presuma la creación de universidades sin examen de admisión y por supuesto sin maestros capacitados, pues en las áreas rurales ¿quién puede acudir a enseñar de verdad los conocimientos requeridos? ¿Será que nuestro presidente solo le interesa que tengan título, aunque no conocimientos? Pues si él requiere disque honestidad en lugar de experiencia y conocimientos, tal vez sea la pretensión tener en lo futuro Doctores ignorantes, logrando apartar de nuestro ámbito el aprendizaje permanente y la realización de actos propios y efectivos.
El hablar y el actuar con propiedad no son suficientes haberlos adquirido en la niñez, sino que requiere una preparación permanente, y pronunciar las palabras correctas y expresarlas con el verdadero significado, identifica la calidad y preparación de la persona, mientras que los vicios en el lenguaje, los barbarismos, extranjerismos, redundancias y pleonasmos, sobajan la categoría de quien consciente o inconscientemente así las usa.