Las diferencias no deberían generar daños

México tiene un severo problema que se niega a reconocer, el racismo, la segregación y la discriminación están latentes en nuestra sociedad, generando a su vez otros problemas como la pobreza por falta de oportunidades e incluso el bullying que se manifiesta desde temprana edad por diferencias raciales o culturales. Esta problemática lleva siglos en nuestra historia, sin embargo, nos negamos a reconocerla pese a que las evidencias digan lo contrario.

Nuestra nación es multicultural, incluso antes de la época de la conquista teníamos la fortuna de encontrar a distintas culturas en el territorio nacional, con la conquista esta diversidad se incrementó, con la diferencia de que estar sometidos bajo el yugo de los españoles nos hizo creer que existían seres con mayor derecho a la dominación que otros. Ahí comenzamos a desvalorar a las personas por su color de piel, hasta que llegamos a la apreciación de nuestros días donde mientras más claro sea el tono, mayor poder, oportunidades y belleza se les asigna a las personas.

Estamos tan acostumbrados a valorar a las personas según su color que incluso cuando alguien de piel oscura triunfa a lo grande como fue el caso de Yalitza Aparicio, las portadas consideran que es necesario aclarar su piel y vestirla con grandes marcas para que sea digna de ser reconocida. Lo anterior ocurre de manera general, en gran parte de medios de comunicación, se ha creado un estereotipo sumamente occidental, donde únicamente encajan las personas con ciertos rasgos. Además, la necesidad de alcanzar este ideal sigue creciendo con el uso de filtros irreales en plataformas digitales, que lo único que generan es inconformidad y deterioro hasta en la salud mental.

Prueba de lo anterior es que en las telenovelas mexicanas el 97% de los protagonistas son blancos, mientras que en nuestra población el 75% es de piel más pigmentada. Por si esto no fuese suficiente, los roles asignados en series, programas o películas, también son de tareas del hogar o de prestadores de servicios, dejando los roles que representan poder y crecimiento únicamente a un determinado color de piel. Con todo esto se sigue perpetuando la idea de que mientras más clara sea la tez, mayor será el éxito de la persona y tristemente hay espacios públicos en los que el acceso en efecto es determinado por las apariencias físicas.

Estos estereotipos aunados a los de género, las creencias y demás diferencias que deberían empoderarnos, están causando estragos aún a temprana edad. En rangos donde debería predominar una convivencia sana, la aceptación, empatía y solidaridad, está permeando la segregación y el rechazo por nuestras propias raíces, ocasionando que niños se lastimen entre sí por sus diferencias culturales. Así fue el caso de Juan Pablo, un niño otomí que sufrió agresiones físicas por parte de sus compañeros e incluso la maestra le molestaba por las dificultades que tenía para hablar español.

México tiene 25 millones de personas que se reconocen como indígenas, de los cuales 7 millones 382 mil son hablantes de alguna de las 68 lenguas que se hablan en nuestro país, esta riqueza cultural debería ser uno de los puntos que más valoremos y resaltemos pues con cada lengua existe también una cosmovisión distinta del mundo. Cada vez son menos las personas interesadas en preservar sus raíces precisamente por casos como el de Juan Pablo, porque en nuestro país segregamos a aquellos que no han abrazado lo que hemos mal llamado progreso.

De ahí la importancia de que la educación sea diversa y se adapte también a las necesidades de la población, que las personas conozcan cuáles son las lenguas de sus regiones, que busquemos también aprenderlas y por lo menos respetarlas. Pero sobre todo que inculquemos desde temprana edad en todos los espacios el reconocimiento como seres humanos, respetándonos desde nuestras garantías individuales básicas. Las diferencias son nuestra mayor fortaleza, sean físicas, en creencias o género, por ende, es urgente que entendamos como sociedad el valor que tienen y así exigir lo mismo a las autoridades. Si entre nosotros no sabemos cuidar de los nuestros, el futuro que nos espera sin duda no será prometedor.

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