Dos Bocas, la gran estafa

* A Nahle la rebasaron tiempo y costo  * La magna obra de AMLO, un negocio de 18 mil millones de dólares  * Primer aviso para la notaria Yossy Félix  * ¿Intento de extorsión o asunto de terrenos?  * Ex director del Centro SCT Veracruz, ligado al huachicolero asesinado  * Adalberto Vega y sus desplantes  * Roberto Pérez vuelve a ser cesado

MUSSIO CÁRDENAS ARELLANO

Publicada en mussiocardenas.com

4 de julio de 2022

Frente al fracaso, la estafa. Dos Bocas retrata al timador de palacio: se inaugura porque se inaugura, así sean los fierros, las plantas sin operar, torres que yacían en altamar, áreas de terracería, una refinería que no refina, lo que requiera el circo de Andrés Manuel.

Se inaugura a contrapelo de todo, incluso de la realidad, sin haberse concluido, maquillando el escenario, jardines y edificios que relucen de nuevos, pero sin el zumbido de los equipos ni el trajín en los procesos de producción. Caerá la primera gota de gasolina meses después.

Dos Bocas retrata la esencia de Rocío Nahle —amado verbo versión Zacatecas—, hábil como nadie para encuerdar a López Obrador. O darle por su lado. El “sí, presidente; lo que usted diga, presidente; eso mero, presidente; claro que se puede, presidente”. Y al final, el fiasco: la rebasaron los tiempos y la devoraron los costos.

Dos Bocas —o refinería Olmeca— no se construyó en tres años, como prometió, ni a razón de 8 mil millones de dólares, como sostuvo. Se fue al doble, entre 16 mil y 18 mil millones de dólares. No se pudieron sostener las necedades del presidente, el alarde, las habladas con que suele descalificar a expertos, a críticos, a medios de comunicación.

No sustentó Rocío Nahle, secretaria de Energía, su tesis de tiempo y costo. Inicialmente, planeó dos dilemas —¿qué clase de refinería requería y dónde la podría construir?— y una vez establecido el modelo, comparar con otros países cuánto les llevó iniciar y concluir sus proyectos.

Lo que sí se pudo Nahle fue desplazar a las empresas especializadas en construcción de refinerías con dos argumentos: a las firmas más acreditadas les imputó un pasado de corrupción, denuncias por pago de sobornos, incremento de presupuesto, y así les negó participar en el proyecto; a las que finalmente seleccionó, que también tenían señalamientos de corrupción, les regateó costos, negándose a considerar ampliación de presupuesto y del tiempo de realización. Una vez que las cuatro firmas desistieron, el negocio quedó entre los amigos de Andrés Manuel y la élite de Nahle.

Dos Bocas es la crónica de una treta. Es trapacería y corrupción, opacidad y turbiedad, un proyecto con esquema de empresa privada sustentado con fondos públicos depositados en el extranjero para evadir, en parte, la rendición de cuentas, y contratos a granel al pull de amigos, al círculo obradorista, a la banda de Rocío Nahle, los cuates de Coatzacoalcos. Los ejecutores del proyecto, petroleros y ex refineros con imputaciones por actos fuera de la ley como Leonardo Cornejo.

Fecha clave: 14 de mayo de 2019. Ese día, López Obrador se ufanó que la refinería de Dos Bocas costaría 8 mil millones de dólares, o sea 160 mil millones de pesos. Y hasta menos.

“Va a salir la refinería en 8 mil millones de dólares —enfatizó desde la conferencia mañanera— y hasta podemos ahorrar, pero por esos son buenas estas conferencias porque queda constancia, todo está grabado. Son desafíos, son retos, a ver quién tiene la razón. Y a mí me importa tomar estos desafíos porque permiten demostrar con hechos”.

Pues el reto no se venció. Y en los hechos se jodió. Nahle le tendió el cerco a las cuatro empresas constructoras —Bechtel, Worley Parson & Jacobs, Technip y KBR— que previamente seleccionó. El costo de 8 mil millones de dólares era inamovible. El tiempo de construcción igual. Entonces, las cuatro empresas declinaron. Sólo KBR volvería al plan Nahle, realizó un paquete y se marchó.

El 11 de junio de 2019, INFORME ROJO detalló:

“Se deshace de firmas líderes en el ámbito petrolero con un ardid ad hoc, aduciendo que en la Cuarta Transformación no hay acceso a empresas vinculadas a la corrupción.
“Dirige luego una licitación por invitación restringida. Y convoca a cuatro consorcios sin mancha —según presumía—, los más prestigiados en construcción de refinerías, mínimo 100 obras cada una, con altos estándares de calidad.

“Limpias a medias, pues de inmediato se sabrían de acusaciones y juicios contra Bechtel, Worley Parson & Jacobs, Technip y KBR, subsidiaria ésta de Halliburton y con negocios con Odebrecht, por pago de sobornos para adjudicarse obras en varios países, y para evitar fallos judiciales en contra, tuvieron que indemnizar.

“A las cuatro les exigía la secretaria de Energía de la 4T garantizar costos bajos y tiempo récord en la construcción: tres años y no más de 8 mil millones de dólares. Y ahí terminó el sueño.

“(Las cuatro empresas) pretendían cláusulas en el contrato que permitieran ampliar el período de construcción y el ajuste en el presupuesto. Nahle se negó. Y las cuatro firmas dejaron el proyecto.

“Y ahí se armó el negocio”.

La primera pista fue la constitución del consorcio Huerta Madre, creado al vapor, una semana antes de la “licitación”. Lo integraron una firma holandesa —Van Oord, experta en dragado—, otras dos del estado de Tabasco y una de Coatzacoalcos, Veracruz, la del clan del compadre de la secretaria de Energía, Arturo Quintanilla Hayek. El contrato fue por 5 mil millones de pesos.

Esa empresa es Construcciones y Reparaciones del Sur, S.A. de C.V., con historial turbio y nexos con el círculo favorecido por Rocío Nahle. Su propietario, Juan Carlos Fong Cortés, quien participara en la puja de una subasta del IPAB (antes Fobaproa) haciendo el 1-2 con Arturo Quintanilla para adjudicarse un terreno propiedad de Banco Unión.

La otras empresas de Huerta Madre son Constructora Santandreu y Falconi, ambas de Tabasco.

Los siguientes paquetes del proyecto dieron cabida a constructoras de alto nivel —Fluor Enterprises, ICA Fluor, DBNR, KBR— y a empresas menores, propiedad de amigos de Rocío Nahle y su esposo, José Luis Peña Peña. Una de ellas es LM VAGA, cuyo dueño es Luis Mario Vadillo García. Uno de sus contactos es Leopoldo Suárez, ex secretario de Obras Públicas en el ayuntamiento de Coatzacoalcos, que presidiera Víctor Manuel Carranza Rosaldo, impuesto por Rocío Nahle en 2017. El contrato fue de mil millones de pesos.

Otras constructoras de Coatzacoalcos ligadas al Clan de la Succión, la familia Robles Barajas, propietaria de Diario del Istmo, Imagen de Veracruz y la agencia Imagen del Golfo, tuvieron participación en las obras de Dos Bocas. Una de ellas íntimamente ligada al ex alcalde Iván Hillman Chapoy, esposo de la ex diputada local, Mónica Robles Barajas.

La trama es amplia. Los negocios más. Sirvió Dos Bocas para servirse del erario, traficar contratos, sentir la mano de Pepe Peña, marido de la secretaria de Energía, no sólo en los contratos sino en el subcontratismo y suministro de servicios. Aparecieron líderes obreros y transportistas rentando camiones de volteo, góndolas o aportando personal.

Y mientras, Nahle se enredaba en los costos y los tiempos de ejecución.

Al final cedió. Admitió que el proyecto costaría 8 mil 900 millones de dólares. Luego López Obrador reconoció que serían 9 mil 800. El portal Bloomberg sostiene que el costo será de 14 mil millones de dólares. Fuentes internas de Pemex difundieron que Dos Bocas terminará costando entre 16 mil y 18 mil millones de dólares.

El escándalo cimbra. Y Andrés Manuel termina por conceder aunque matiza. El costo será de entre 11 mil y 12 mil millones de dólares. O sea, 50 por ciento más de lo estimado por él y por Rocío Nahle. O sea, lo que las cuatro firmas constructoras de amplia experiencia plantearon, se cumplió.

A Nahle no le dieron los costos ni los tiempos. Inaugura una obra inconclusa. Tres días antes del corte de listón, le soltó a López Obrador que aún se encontraban en altamar dos torres provenientes de India pero que de inmediato las habrían de colocar.

Es la crónica de una trapacería, de una obra sin transparencia, inaugurada estando inconclusa, con con un sobrecosto del 100 por ciento. En el fondo, sin embargo, esa fue la intención: beneficiar a los cercanos a López Obrador y derramando contratos al socio de Arturo Quintanilla, compadre de Rocío Nahle, a Santandreu, a Falconi, a LM VAGA y otros constructores del Clan de la Succión.

Una estafa marca 4T.

Archivo muerto

Una docena de disparos en la fachada de la notaría, son un mensaje. Primer aviso, le dicen los matones a Yossy Juventina Félix Porras, notaria pública 19 de Minatitlán. Y los vecinos, el barrio entero, se estremecen. A eso de las 4 de la tarde, el 24 de junio, se escucharon los balazos que impactaron el inmueble de la calle José Arenas, colonia Guayabal, suscitando versiones que alertaban en torno a un atentado a la notaria Yossy Félix Porras, hija de la ex alcaldesa y dirigente priista, Guadalupe Porras David. No hubo tal. Sobre la fachada de la notaría, las huellas del ataque. Y en el imaginario colectivo las preguntas bullen: ¿Quién le está cobrando a la notaria Yossy Félix y por qué? ¿Es por escrituras que contienen datos falsos? Acaso es por seis terrenos vendidos a los que les aparecieron varios dueños? ¿ Son reclamos, avisos, mensajes al Clan Porras por asuntos del pasado? ¿Es la acción de un “cobrador” por el adeudo a un político hoy en desgracia? ¿Es el ataque de un cártel nuevo contra lo que queda del poder político que cerró los ojos con la violencia, el secuestro, la extorsión y hasta fraternizó con Los Zetas en los tiempos de Fidel Herrera Beltrán y Javier Duarte? Y así muchas preguntas más. No falta quien eche la memoria a volar y recuerde otros episodios negros en la vida pública de Minatitlán: los secuestros del ex síndico Ignacio Trujillo, el hijo del ex alcalde Leopoldo Torres, el plagio de la hoy alcaldesa, Carmen Medel Palma, y el levantón precisamente a Ciro Félix Porras, hermano de la notaria, Yossy Juventina Félix Porras. El golpe es demoledor. Se incrustan los disparos en la fachada de la notaría 19, el único negocio del Clan Porras con el que sus integrantes pueden sobrellevar su vida de oropel… Vaya bicho, Adalberto Vega Regalado, vinculado al empresario huachicolero, mecenas de Morena, a la postre asesinado, Sergio Carmona Angulo. Vega Regalado es el polémico ex director del Centro SCT Veracruz, por cuyas manos pasaron cientos de millones de pesos en contratos, la obra carretera del gobierno federal. Un personaje intragable, mañoso y tramposo, que dispensó recursos a granel a constructoras ajenas a Veracruz, algunas de Monterrey, otras de la Ciudad de México, unas más de Tabasco, y que se coludió con líderes de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC) que, como siempre, se quisieron comer todo el pastel. Vega Regalado dejó Veracruz y reapareció en Nuevo León. Hoy es mencionado en Historias de Reportero, columna del periodista Carlos Loret de Mola, en El Universal, como parte del negocio que el líder huachicolero, financiero ilegal de Morena, traficante de combustibles robados, importaciones desde Estados Unidos sin pago de impuesto —“pasando en negro”— o reportando que internaba al país un producto distinto al combustible. “La red funcionaba como relojito —escribe Loret—. Según los testimonios, la operaban Luis Rivero, socio y prestanombres de Carmona; José Ramón Gómez, presidente de Morena en Tamaulipas y después actor muy relevante en la campaña del morenista y gobernador electo, Américo Villarreal; Adalberto Vega Regalado, extitular del Centro SCT de Nuevo León; y el hermano Julio Carmona”. Luego de pavonearse como el mecenas de Morena, el que financiaba campañas electorales, el que llevó al gobierno de Sinaloa a Rubén Rocha Mora con el visto bueno del Chapo, El Mayo Zambada y Los Chapitos, que en sus tiempos también lo hizo con el PAN y su aún gobernador, Francisco Javier García Cabeza de Vaca, y hoy con el sucesor, Américo Villarreal, y hasta ser recibido en Gobernación y palacio nacional, el que impulsó con sus recursos a Mario Delgado para vencer a Porfirio Muñoz Ledo a la mala, Sergio Carmona fue asesinado en la estética donde se cortaba el cabello. Como si fuera escena de El Padrino o Goodfellas. Sergio Carmona, “el hombre al que nadie quería vivo”, le llamó el columnista Raymundo Riva Palacio. Un pájaro de cuenta y su banda también. Ahora se entienden los desplantes de Adalberto Vega Regalado. Un auténtico rufián ligado a lo peor… Entre gritos y reclamos, una estela de abusos y atropellos laborales, deja Roberto Pérez López la Dirección del Deporte. Por enésima ocasión lo tienen que chispar. Lo releva temporalmente Ricardo Ordóñez Malpica, coordinador de asesores del alcalde de Coatzacoalcos, Amado Cruz Malpica, del que además es suplente. Roberto Pérez presuntamente irá a la Secretaría de Gobierno, no de titular sino a “auxiliar” a Andrés Augusto Rosaldo García, cuyas broncas no paran y detonan justo en la oficina del presidente municipal. Roberto Pérez es una prueba viviente de que la secretaria de Energía, Rocío Nahle García, es pésima reclutando operadores. Quiere lo mejor y se rodea de escoria. Roberto fue un fracaso en la Dirección de Comunicación Social en el gobierno de Víctor Carranza al grado de ser degradado a subdirector. Ahí siguió cobrando su beca. Ya como Amado Cruz, seis meses estuvo en la Dirección del Deporte, luego de una vasta carrera en las filas del alcohol y la pachanga, y su primera acción fue despedir personal, hostigarlos, acosarlos hasta desatar una protesta en el pleno palacio municipal en presencia del gobernador Cuitláhuac García. Después, las quejas de los deportistas se centraron en los negocios que una mafia realiza con el deporte municipal. Más tarde, señalamiento de acoso sexual en la Comude. Y ahora eventos para recaudar fondos para asociaciones altruistas a las que les entregan una mínima parte de lo obtenido y del resto nadie sabe en qué bolsillo fueron a parar…

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