En marzo del año anterior, el jefe del Comando Norte de Estados Unidos, general Glen VanHerck, dijo que el crimen organizado opera en el 30 y 35 por ciento del territorio mexicano “en áreas que son con frecuencia ingobernables”.
Una de dos: o el dato se lo dieron mal al general, o las organizaciones criminales se están multiplicando a lo bárbaro porque un año después sólo dos estados; Campeche y Yucatán, están libres de bandas delincuenciales, con lo que estaríamos hablando que entre el 85 y 90 por ciento del territorio nacional está en sus manos.
Y literal lector, está en sus manos, porque tanto soldados como marinos tienen la orden presidencial de no perseguirlos y mucho menos atacarlos.
En tiempos de Felipe Calderón los estados que controlaban los malos eran Sinaloa, Durango, Chihuahua, Guerrero y Michoacán. En tiempos de Peña Nieto se agregaron Oaxaca, Zacatecas y Tamaulipas. Pero en tres años y medio del gobierno de López Obrador los delincuentes extendieron sus tentáculos al resto del país y Yucatán y Campeche son los únicos estados que se han salvado hasta ahora.
Ayer por la mañana escuché decir a alguien: “La impunidad es un gran manto que está cubriendo todo el territorio nacional”.
¿Y quién rebate eso?
Son parte del paisaje cotidiano los videos donde se ve a los delincuentes sometiendo, humillando o persiguiendo a los soldados, también se les ve tomando pueblos enteros porque incluso lo pregonan.
Hace tres días un sujeto que junto con sus secuaces se había adueñado de varios pueblos de la sierra tarahumara, mató a dos sacerdotes jesuitas y a un laico. El hecho le dio la vuelta al mundo y fue condenado por el Papa Francisco que dijo: “Son muchos los asesinatos en México”.
En un mensaje duro, dirigido exclusivamente a López Obrador, la Iglesia Católica dijo por medio del sacerdote Juan Luis Carvajal: “México está sangrando, de ahí que pedimos a quienes gobiernan que más allá de sus discursos llenos de demagogia, hagan esfuerzos visibles y auténticos para erradicar la violencia.
“Basta de discursos que sólo confrontan, basta de discursos que sólo echan lumbre, que sólo dividen. Necesitamos discursos de reconciliación, necesitamos esfuerzos para crear la cultura de la paz”.
¿Crees que López Obrador se dio por aludido, lector? Por supuesto que no.
Hablando con completo desdén del tema dijo que el matón tiene una orden de aprehensión desde 2018 y esa zona lleva años infiltrada por el narco. Y ya.
Declaraciones de esa naturaleza, el saludo a la mamá del Chapo, la liberación de Ovidio, su reiterado argumento de que aunque se burlen no cambiará su estrategia de abrazos en lugar de balazos, hacen crecer las sospechas de que algo le debe a los chicos malos.
Lo grave del asunto es que a pesar de los 120 mil 600 homicidios dolosos; a pesar de la mortandad por el Covid, a pesar de los destrozos ecológicos e irreversibles que está ocasionando el Tren Maya, a pesar de la inutilidad del costosísimo AIFA; a pesar de que Dos Bocas será un multimillonario elefante blanco, a pesar de que no hay chamba y que la pobreza se ha duplicado, la popularidad de Andrés Manuel sigue en 60 por ciento.
Por menos que eso cualquier otro presidente ya se estaría tambaleando, pero el tabasqueño se mantiene firme.
Algo no está bien en este país cuando un sujeto con tantos negativos es tan popular. Pero algo está peor cuando una sociedad como la nuestra mira impasible y hasta resignada cómo ese sujeto la está llevando al despeñadero.