Después de la jornada electoral del 5 de junio pasado, – como estrategia más que por convencimiento-, todos los partidos y alianzas se declararon ganadoras, pero la realidad es que, a excepción de dos estados, Tamaulipas y Durango, (con 53 % y 50% de participación respectivamente), los 4 restantes quedaron por debajo de la media. Es decir, quien sigue siendo la gran triunfadora, es, sin duda, la población que no salió a votar (abstencionismo).
Pero cuando digo que el abstencionismo es el gran “triunfador”, no quiero decir que ello sea lo mejor. En realidad, en la mayoría de los casos el efecto puede resultar contraproducente, porque, quien no sale a votar, simplemente le está dejando el campo libre para que gane, en la mayoría de los casos, quien menos debe ganar o, que decida un resultado una minoría de la población que puede no ser representativa del interés general.
Por eso, bien vale la pena analizar las razones, de porqué -en los procesos electorales- el ciudadano no vota hoy en México y, les comparto mi análisis, que se resumen en 4 conceptos: decepción, resentimiento, miedo y desinterés.
Decepción. -Que, como concepto, refiere al efecto que produce en una persona el no ver cumplida una expectativa que fue construida con mucha ilusión o esperanza, y que le produce alteraciones (en sus estados emocionales), provocándole reacciones que van desde el dolor, frustración, coraje y hasta violencia. Esta repercute a menudo en el estado de ánimo del votante, derivado comúnmente, del desaliento y desconfianza que le produce las fallas en la actuación de las figuras que encabezan las instituciones políticas, los entes de la administración pública y del sector privado y la falta de pulcritud y eficiencia que ofrecen sus resultados. Por eso, en una elección en donde el votante potencial no ve cubiertas sus expectativas en la oferta de los partidos o en los gobiernos en turno, puede provocar que desahogue su frustración, participando o no en un proceso, anulando su voto o definitivamente no votando.
Resentimiento. -Este concepto alude a un sentimiento o emoción negativa no canalizada, (ofensa o rencor comprimido) alimentado en el consciente y subconsciente del individuo y que puede quedar almacenado en el tiempo, pero que puede renacer en algún momento a través de una reacción, que por lo general será irracional o subjetiva. El resentimiento en política puede ser individual o social. Lo mismo lo puede padecer el funcionario o gobernante que, una vez llegado al poder, busca vengar sus emociones y frustraciones a través de este, como también los grupos o masas que esperan el momento oportuno para manifestar su rechazo (como una forma de revanchismo) hacia todo lo que no le produce satisfacción o credibilidad dentro de la política. Luego entonces, ese rechazo se hace valer votando en contra o no votando.
Miedo. -El miedo sabemos que es una sensación que se produce en el individuo cuando ve amenazada su integridad física y emocional, pero también su situación económica, material o patrimonial. Como es de todos conocido, en nuestro país, las amenazas y la coacción han sido los mecanismos que se han utilizados en los últimos procesos, y la mayoría de las ocasiones provienen del propio gobierno o de la delincuencia misma. Y ello se provoca intencionalmente para generalizar el temor en la población e inhibir el voto. Luego entonces el efecto en el votante ha sido caer en los extremos, que salga a votar por la opción que le coacciona o… no votar.
Desinterés. -Corresponde a la reacción de los individuos votantes, que por las razones anteriores o aquellas muy particulares, ignoran intencionalmente su responsabilidad política de votar, derivado de un sentimiento de molestia hacia: a) el clima que prive en una elección, b) a la insatisfacción que le producen los partidos y actores políticos, c) o a adoptar una actitud conformista de considerar que su voto no tiene valor o no será respetado. Esta reacción es muy común en el fenómeno del abstencionismo, pero, por ese sentimiento de desinterés en la población, los países han visto ganar a los tiranos o tenido que conformarse con gobiernos y poderes legislativos mediocres o corruptos, y con sistemas políticos que finalmente hacen lo que quieren.
Pero ¿qué hacer para que el votante, que se abstiene, pueda ejercer su voto en adelante con la confianza de que lo hará de manera libre y asertiva? Pues la respuesta es muy clara: A) profesionalizar la política y B) culturizar al ciudadano.
- Profesionalizar la política, implica, entre otras cosas:
- Perfeccionar a los partidos políticos para que se comporten como tales, y no como tribus rupestres o como empresas mezquinas cuyos dirigentes o propietarios vitalicios, comercian al mejor postor su participación o filiación en cada proceso. Ello implica que quienes los dirigen sean individuos (mujeres y hombres) con visión nacionalista, que se esmeren en ofrecer acciones que nutran de ideología y dé valores a su militancia, además de preocuparse de formar políticos de nivel en su interior, y desde luego que su oferta política y sus candidatos sean lo mejor en cada elección. Esas deberían ser las funciones a las que se debería obligar cumplir a cada partido político, si quieren recibir sus prerrogativas. En la medida que los partidos se mejoren en su interior, se fortalece la confianza al exterior.
- Que los órganos electorales se perfeccionen, que resistan a la tentación o a la presión de ser lacayos del gobierno, para hacer que un sistema político- en particular en nuestro país-, sea cada vez más profesional, confiable y, sobre todo, que su función se vea reflejada en procesos justos, basados en la legalidad, la pulcritud y la confianza.
- Que los gobiernos-en todos sus niveles-, sean respetuosos de los procesos electorales, no inmiscuyéndose en los mismos porque eso los convierte en delincuentes electorales, y sí actuando en la imparcialidad y generando las condiciones para que estos se desarrollen en un clima de confianza, legalidad y tranquilidad.
- Culturizar la política, es:
- Dotar al ciudadano del mayor número de elementos informativos y formativos para que sus decisiones democráticas las realice en libertad, y basadas en la racionalidad y el buen juicio. El ciudadano esta ávido de conocer más de: la realidad social, económica y política de su medio (no solo a través de los memes o de las redes sociales) sino también a través de fuentes formales, mismas que con lenguaje sencillo, puedan darle a conocer los diferentes temas que son prioritarios y sus posibles soluciones. Así mismo, informarle sobre el proyecto, plan de trabajo, plataforma, etc., que oferten los partidos en cada contienda, para que pueda ser capaz de sopesar su importancia y, sobre todo, valorar a quiénes, por su honestidad experiencia y capacidad, puedan competir con la frente en alto, sean capaces de cumplir con esas expectativas y ello se traduzca en los mejores resultados. En la medida de que el ciudadano cuente con más elementos de juicio, su decisión será, ir a votar, pero haciéndolo con más racionalidad y asertividad.
- Generar en el ciudadano la concepción de que, en los asuntos públicos, lo más importante es identificar quién o quiénes, le tienen amor al servicio y a la sociedad y no a sí mismos. Si cada ciudadano tuviera la capacidad de anteponer por sobre su interés personal el interés superior (lo mejor para un municipio, estado o país o para su institución política), sus decisiones serian diferentes. En la medida de que el ciudadano tenga un razonamiento claro de lo que mejor conviene al conjunto y esté convencido de que su voto vale, lo depositará con razón y consciencia. Y si todos lo hacemos de esa manera, lo que venga después de una elección, para un municipio, estado o país será diferente.
En resumen, como antes decía, el fenómeno del abstencionismo solo es consecuencia, por una parte, de la baja cultura político-democrática de las sociedades y cuando esto es así, las circunstancias llevan a producir votantes alienados o enajenados, conformistas de las limosnas que los gobernantes les quieren dar; y , por otra parte, es el resultado de la poca profesionalización de las instituciones y actores políticos, cuando solo piensan en sus intereses, y no se abocan a rescatar la confianza de la ciudadanía.
En síntesis, al ciudadano – que es extremadamente inteligente-, merece que se le hable con la verdad y pueda así valorar por él mismo, cuándo las cosas no van bien y lo que se puede hacer para mejorar; y ello hace vital fortalecer, cultivar y culturizar su acervo político para que, con visión nacionalista, conozca sus derechos y el valor de su participación en los procesos, pues de ello depende el presente y futuro, no de una elección, sino de las generaciones que vengan en adelante.
Gracias y hasta la próxima.