“Levantar al que ha caído es algo. Sostener para que no caiga de nuevo, es más.” – Lei An-Jai.
Es evidente que en política existen clases.
Por un lado, están los políticos con principios y con valores, esos que entendieron que dedicarse al ejercicio del poder, es más un contrasentido, pues se brindan para servir a los demás, bajo el precepto humano de “servir” y no servirse.
Del otro lado, están está nueva generación de advenedizos que encontraron en la función pública un remedio a sus angustiosas preocupaciones, esas que los hacían estar metidos en tandas, angustiosas redes piramidales y en un sinfín de brincos y maromas, que los sacará de la penosa y jodida realidad en la que el Gobierno les tenía sumidos –porque para ellos- la culpa era del estado.
Desde que el presidente Andrés Manuel López Obrador, prometió acabar con las políticas asistencialistas esas que calificaba con aquella frase de “arroz con gorgojo”, muchos de estos políticos, comenzaron a comer con manteca y pasaron a resolver sus penosas vidas, para convertirlas en la nueva clase política millonaria de siempre.
Ese es el caso de un personaje, que se fue de Veracruz con una mano atrás y otra adelante, expulsado de su terruño por andar jugando al galán de cine, pero, sobre todo, por rayarle el cuaderno al progenitor.
Ese mismo, regresó a Veracruz convertido ya en todo menos en un potentado, deficiente hasta las cachas, su paso e incursión por la política lo mantenían señalado de corrupto y ladrón.
Pero de regreso a la entidad, bastaba solamente el manto protector de su madrina política y la gracia y venía de un gobernador como Cuitláhuac García Jiménez, para asirse de las talegas más rebosantes del reino y con ello, adjudicárselas todas, para convertirse en amo y señor de todo lo que se mueve en sus reales tierras.
Claro, que para que eso fuera posible, se requiere mucho más que buena suerte, si no tener y contar con la capacidad y sagacidad de un sabio o mínimo un experto en materia política para con ello, saber cuándo los vaivenes favorecen y cuando no.
La desgracia le llegó el mismo día que pretendió hacerse creer superior a un verdadero profesional de la administración pública, quien ni tardo, ni perezoso, levantó el teléfono para llamarle a su tía entonces Secretaría de Gobernación, y acabar de una buena vez, con el azaroso personaje, quien, por pretender pasarse de vivo, cayó en el radar de la verdadera autoridad, mismo que lo comenzó a investigar.
Así la desgracia le llegó al personaje, cuando sus aliados fueron removidos de la Dirección Jurídica de la Presidencia, la llegada al Poder de un nuevo Secretario de Gobernación, pensó le sería favorable, pero no contó con que este personaje ya lo venía monitoreando, y tenía los peores antecedentes.
Así de buenas a primeras, la soberbia y la prepotencia del orondo y abultado personaje se convirtió en una especie de terror sudoríparo que lo mantiene aterrado, sabedor que ni su madrina, y mucho menos los que antes le contestaban el teléfono lo hacen ya.
A qué grado habrá llegado su terror, que recientemente se le vio acompañado de un político al que le hizo la vida imposible, a quien no escatimo recursos, ni esfuerzos para intentar descarrilar, y de paso, porque no, partirle toda la madre.
De ver y no creer, la imagen, el otrora poderoso cacique prehispánico, acompañado de los legisladores veracruzanos, y en especial de ese personaje, al que quiso humillar y borrar del mapa político, acudiendo en peregrinación a ver al famoso Cristo Negro de Otatitlán, el terruño aquel de donde lo expulsaran sus mismos ancestros.
De verdad que la nobleza de algunos, opaca y eclipsa la imagen de otros, que, por su naturaleza, no brillan, ni brillarán, solo por el simple hecho de expeler su mala vibra y negatividad.
Al tiempo.
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