Reforma Política o perpetuarse en el Poder

“Es mejor y más seguro una paz cierta que una victoria esperada.” – Tito Livio.

 

Dice el refrán popular, “quién hace la Ley, hace la trampa” y si, así se ve y se entiende la iniciativa presidencial de Andrés Manuel López Obrador de Reforma Política.

La lucha que por años encabezó, de fortalecer y garantizar los procesos democráticos sirvieron simplemente como elemento para garantizar el acceso al poder y nada más, con lo que evidencia y confirma que su participación política es la de corte dictatorial, le guste o no a sus seguidores.

Ciertamente que la propuesta en sí misma es demagogia pura, característica irrefutable de que la pretensión de convertir a México en un miembro más de la selecta lista de naciones en donde se imponen Gobiernos enemigos de la democracia.

Levitsky y Ziblat afirman en su obra “Como mueren las democracias”: que su retroceso o fracaso inicia en las urnas y se acrecienta en el gobierno cuando aparecen demagogos extremistas cuya personalidad es autoritaria o autocrática. En tal entorno, las instituciones republicanas son las armas políticas ante dichos embates. Es ese comportamiento autoritario que amenaza las democracias más estables y sólidas se da cuando: 1) rechazan, o aceptan endeblemente, las reglas democráticas. 2) Les niegan legitimidad a los adversarios políticos. 3) Toleran o fomentan la violencia; y 4) restringen las libertades civiles de la oposición y los medios de comunicación.

Es así como, con la declaración e iniciativa presentada la mañana de este jueves en Palacio Nacional se ve de cuerpo entero al populismo de corte autoritario como una amenaza a la democracia.

No estamos en contra de mejorar los procesos democráticos, estamos en contra de pretender engatusar a la población con falsas verdades, verdades que, a todas luces, se venden como las grandes demandas de la sociedad, a la que evidentemente pretenden engañar con el petate del muerto, pues lo que ahí no dice el actual gobierno, es que de golpe y porrazo, se borra toda oposición política, se le niega el acceso al Congreso por la vía de la representación proporcional, y peor aún, desaparece el financiamiento a los partidos para en posibilidad de equidad poder competir por el poder, sin mencionar que desaparece de un plumazo al árbitro de la contienda democrática, para erigirse en juez y en parte.

Dentro de las propuestas señaladas este jueves, por los asesores del presidente López Obrador, llama la atención lo expresado por el propio Horacio Duarte, un experto en asuntos de carácter electoral.

Duarte afirma: Se crea el Instituto Nacional de Elecciones y Consultas. Tanto consejeros como magistrados serán designados por voto popular el primer domingo del 10 de agosto.

Serán postulados por los tres Poderes de la Unión. Se recorta el número de consejeros de 11 a 7. Federalización de las elecciones. Desaparecen los OPLES y los Tribunales electorales locales. Son temas que se han exigido por los ciudadanos de “hacer un abaratamiento de la democracia”.

Eliminación de diputados pluris y reducción de legisladores federales y locales. Toca también a los estados. La Cámara de Diputados pasa de 500 a 300 diputados. “Es un avance fundamental, manteniendo la pluralidad que requiere el País”. En el Senado, pasará de 128 a 96.

En los estados, se establecerán rangos mínimos 15 y máximo 45, de acuerdo con la población. Es un viejo anhelo democrático disminuir los diputados plurinominales. Acota el número de regidores de los ayuntamientos, el ahorro será para otras inversiones. Resumiendo, sostenemos que el País tendrá un ahorro de 24 mil mdp.

Financiamiento a los partidos, modificado para que se dé solo para campañas electorales, haciendo un mecanismo que evite que las burocracias partidarias dispongan de recursos todos los años.

Voto electrónico: la dispersión de las casillas impide que hagan uso de su derecho y queremos que el Estado mexicano garantice el acceso a derecho al voto.

Disminución de tiempos de radio y televisión en lo electoral, que todo el tiempo lo tengan los partidos, los candidatos y las autoridades electorales no, porque vemos que la autoridad electoral actúa como si fuera un candidato, un contendiente.

Modificaciones en propaganda gubernamental, para que las autoridades puedan difundir información. Formalmente una sola legislación electoral, para que la democracia sea funcional, eficiente, que los ciudadanos tengan un empoderamiento muy importante.

Regresar a un modelo donde sean los ciudadanos los que decidan a las autoridades electorales y no las cúpulas de los partidos que hacen acuerdos en el Congreso. Que se elimine de una vez por todas cualquier intento de fraude electoral de cualquier actor político o del órgano electoral.

Por su parte el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Pablo Gómez deslizó en su explicación otra de las manzanas envenenadas de la propuesta al afirmar: Que desaparezcan las 5 circunscripciones plurinominales.

Fijar en 300 el número de integrantes de la cámara de diputados, establecer un tope máximo de 45 curules en las entidades. Se debe reconocer que el Creciente número de representantes populares solo aumenta el gasto burocrático.

Limitar el financiamiento de los partidos solamente para gastos electorales, eliminando el gasto ordinario que de entrega cada mes. Regular las aportaciones de personas a partidos. Hay actividades parasitarias, pero pagadas con fondos públicos. No se debe subsidiar a las burocracias partidistas como ahora se lleva a cabo afirmó el que en antaño peleaba inclusive en las calles por mayor apertura democrática.

La iniciativa de Reforma Política enviada por el presidente Andrés Manuel López Obrador evidencia ese dejo de rencor, en un afán por demás pernicioso por acabar de una vez y para siempre con la democracia como la conocemos, para satisfacer el Déjà vu de regresarnos al México del priismo totalitario del presidente Luis Echeverría.

Bonito escenario el que nos vendió el hoy presidente López Obrador, venderse como el más bueno de los buenos, para terminar, siendo un remedo de personajes funestos que debería quedarse en el cesto de la ignominia.

 

Al tiempo.

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