Tengo grabada en mi memoria la portada de una revista que hablaba sobre las muertas y desaparecidas en Ciudad Juárez, era una portada de hace más de 20 años, en la cual se veía un desierto plagado de cruces como cementerio y en primer plano en medio de la arena sobresalía el pie de un cuerpo inerte, a unos centímetros del mismo una sandalia.
Esa portada en mi infancia dejó muy claro que a las mujeres las mataban simplemente por ser mujeres, hace más de 20 años esa era la realidad de un lugar que creía sumamente lejano, hoy es un problema nacional. La raíz es la misma y se fortalece con la impunidad, la omisión de autoridades y la constante necesidad de fingir que aquí no pasa nada.
Las muertas de Juárez fueron tema internacional, la situación era tan cruda que incluso se realizó una película con Antonio Banderas y Jennifer López, este filme vio la luz en el 2006, llevaba por nombre Ciudad del Silencio. Esta película retrataba las violaciones y asesinatos de cientos de mujeres en una ciudad, hablaba de más de 700 desapariciones y la realidad no ha cambiado, esta historia de terror se ha multiplicado.
Cada día 10 familias pierden a una hija, madre o hermana, 55% de esas 10 mujeres que desaparecen, son menores de edad. De acuerdo al Sistema Nacional de Seguridad Pública, a principios de 2021 el promedio de mujeres asesinadas al día era de 10.5. Estas cifras deberían alarmar a cualquiera, es verdaderamente una crisis nacional que hasta ahora lejos de atenderse se ha expandido.
Hemos normalizado la violencia porque en medio de estas cifras una vida parece insignificante, hasta que mediáticamente no se genera la presión necesaria. Nombres como el de Debanhi Escobar se vuelven estandartes de la súplica a las autoridades por realizar debidamente su trabajo. Debanhi apareció sin vida, pero su búsqueda permitió localizar a más jóvenes cuyas desapariciones se habían olvidado. Sin embargo, el caso deja tras de sí muchas irregularidades y más preguntas que respuestas sobre lo que realmente ocurrió.
Debanhi nos recuerda nuevamente por qué a cualquier enfermo y feminicida le resulta sencillo abandonar un cuerpo en medio de la nada, sin pensar en las consecuencias, porque mientras las familias exigen justicia, la gran mayoría de agresores queda libre, no se les persigue con el debido peso de la ley y en un afán de dar carpetazo a los casos se brindan soluciones o respuestas falsas a los agraviados.
México es un país de olvido y silencio, en cuanto se presentan respuestas por muy poco creíbles que parezcan, poco a poco prestamos atención a un nuevo escándalo. Nos olvidamos de la inseguridad latente en la que vivimos 65,000 millones de mujeres, pues sin importar la preparación o nivel socioeconómico, la muerte de una es algo que podría pasarle a todas. Ninguna está exenta de enfrentarse a un acto de violencia. Por ello es nuestra responsabilidad alzar la voz ante este y todos los casos.
Hay acciones sencillas como el compartir una imagen que permiten que casos se vuelvan mediáticos, a su vez esto ejerce presión sobre los gobiernos para brindar mayor respuesta a los afectados, pero antes de llegar a estos puntos tenemos que aprender a cuidarnos, e exhibir a los agresores como lo que son, para que el día de mañana antes de atacar sean conscientes de que sus actos no quedaran impunes.
Hoy nuestros ojos están puestos en Nuevo León, pues se ha incrementado el número de desapariciones, pero todos los estados tienen la responsabilidad de actuar para proteger a su ciudadanía. México tiene un problema en su territorio y no ha sabido actuar. El problema no es de una entidad, es de todas y de acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas, algunos puntos para poner fin a este problema son: hacer la justicia accesible para mujeres y niñas, poner fin a la impunidad frente a la violencia sexual, mejorar autonomía económica de las mujeres, trabajar también con hombres y niños. Esto último es indispensable, pues mientras los hombres no entiendan lo erróneo de algunas conductas, seguirán normalizando la violencia.