El Tren Maya es sin duda uno de los proyectos emblemáticos de la 4T, del gobierno de Andrés Manuel López Obrador y si se hace debidamente será también una gran oportunidad para el desarrollo y el crecimiento de uno de los puntos más olvidados de México, el sur.
Desde la gestación de este proyecto ha sido sumamente polémico, pues su paso por zonas naturales ha generado descontento e inconformidad en varios sectores, sin duda su creación exige la tala de árboles, como ocurre con la inmensidad de obras que han hecho posible el desarrollo de la humanidad, donde las carreteras, casas y edificios arrasan con ecosistemas naturales.
Sin embargo, tal parece que conforme ha avanzado nuestra sociedad nos hemos sentido con el derecho de desplazar a otras especies, hemos arrasado con zonas de arrecifes naturales y manglares para construir grandes complejos hoteleros, hemos ganado terreno al mar para lograr nuestros puertos, invadido playas con pretextos turísticos y ni hablar de la caza furtiva de especies protegidas con el pretexto de alimentarnos, vestirnos o hasta divertirnos.
Como seres humanos hemos sido sumamente egoístas con otros habitantes del planeta, por ende, hemos pagado las consecuencias del desequilibrio ecológico que generamos al no aprender a vivir en armonía. Esto último requiere de una conciencia total que la mayoría de personas no poseemos, no se trata sólo de hablar sobre la preservación del entorno, sino de tener hábitos reales que ayuden a disminuir el impacto ambiental que nuestra existencia genera.
Aunado a lo anterior llega una campaña que busca salvar la selva que se ha visto afectada por la realización del Tren Maya. En el proyecto “Sélvame del Tren” aparecen varias figuras públicas, algunas que incluso viven en el extranjero, pidiendo que se frene dicho proyecto. De inmediato la crítica fue tachada por el gobierno de desinformada y tachó a quienes ahí aparecen de “pseudoambientalistas”, mismo adjetivo que utilizó la SEMARNAT para responder que dónde estaban cuando en sexenios anteriores se permitieron proyectos verdaderamente devastadores, además de recalcar que la 4T trabaja en la remediación del desastre socioambiental.
Detrás de ambos estilos de comunicación existe un vacío de información, tanto los activistas ambientales se han enfocado en señalar la destrucción del entorno de manera catastrófica sin ahondar en los beneficios sociales y las propuestas de cuidado ambiental que realiza el gobierno. En la otra parte las respuestas de las instituciones públicas, muy al estilo de la 4T son reactivas a la crítica, mas no verdaderamente transparentes respecto a los estudios ambientales necesarios, sobre todo considerando el cambio de ruta del tramo 5 del “Tren Maya”.
Si el problema ante cualquier crítica es la desinformación sería más viable señalar qué estudios de suelo se han efectuado y brindar a todos los inconformes los datos de tranquilidad que tanto se espera, evitando que en efecto el daño ambiental sea mayor comparado con los beneficios. También sería importante considerar nuevas propuestas de desarrollo para la zona, donde el espacio no necesariamente se tenga que ver modificado para lograr el desarrollo esperado.
México llevaba mucho tiempo esperando un gobierno que busque propuestas para los más olvidados, ahora necesita que esas propuestas sean verdaderamente transparentes y así la tranquilidad para cualquier postura sería mayor, de lo contrario perdemos el tiempo en ataques y respuestas y se pierde la formalidad esperada ante cualquier propuesta de desarrollo.