Es evidente el hecho de que varios de los que se integraron a la 4T sólo lo hicieron como infiltrados para desde adentro hacerle daño. Ejemplos hay muchos, hombres y mujeres esperaban llegar a cargos públicos, impulsados por las simpatías del Presidente, para dañarlo desde ese puesto y, de paso, a toda persona realmente comprometida con el movimiento.
Nombres sobran Lilly Téllez, Gibrán Ramírez, Germán Martínez, José Luis Pech, entre otros, pero nadie con la torpeza y obviedad de la presidente de la Mesa directiva del Congreso local de Veracruz, Cecilia Guevara Guembe, quien está obsesionada por su ascenso político a pesar de ser una desconocida en la política tanto del país como de Veracruz, y su llegada a este cargo se ve impulsada por circunstancias fortuitas y coincidencias que nada tienen que ver con su sensibilidad ni su talento políticos.
Se ha dedicado a crear huecos entre los políticos de Morena, y se hace acompañar de lo más oscuro de ese partido, cuyos antecedentes los tendrían muy alejados de la administración pública a no ser por la cercanía a los políticos más connotados de la entidad.
Cuando estos infiltrados permanecen en el partido y en el poder hacen más daño que quienes abiertamente se van a otras organizaciones, porque confunden a la gente haciendo más daño que los contrincantes. Así, en el caso de Cecilia Guevara deteriora su relación con el resto de los diputados a quienes ni siquiera conoce porque dedicaba a su ambición personal no asiste a las sesiones del congreso local, buscando caminos para subir en su carrera política.
Cecilia Guevara ha reunido a su alrededor oportunistas que tienen como común denominador la prepotencia, propia de quienes nunca han tenido nada y al tener un poco de poder discriminan, marginan, critican, cuestionan, retan, y tratan de desestabilizar. Así como sucede con otros que todavía se disfrazan de militantes de Morena siendo en realidad sus enemigos.
Se rodea de personajes que nada tienen que ver con la política aunque hayan incursionado en ella colocados con calzador por otros, como es el caso de Esteban Ramírez Zepeta, quien fuera secretario del gobernador, y que designó de dedazo como dirigente de Morena en Veracruz, a pesar de que había en competencia legal otros con mucha capacidad que este personaje cuya poca cultura y desconocimiento de su función deja mucho que desear.
Así camina Cecilia Guevara en su andar por la destrucción de Morena desde uno de los escenarios que son clave para el partido, para la cuarta transformación y para el propio Presidente de la república, a quien daña, voluntaria o involuntariamente, en busca de un reconocimiento que nunca va a tener por su incapacidad y falta de vocación.
La ambición de esta mujer, infiltrada de no se sabe dónde, llega al extremo de tratar de dar golpe a los puestos que ambiciona para ascender y seguir teniendo los reflectores de los medios, sin importarle si se actúa o no dentro de la ley. El gobernador en un principio le dio su apoyo, pero después se convirtió en una verdadera piedra en el zapato.
Así es como actúan varios infiltrados, movidos por consigna de intereses ajenos o por su propia ambición que para el caso es lo mismo porque sabotean un proyecto que se conformó con años de lucha y esfuerzo de ciudadanos bien intencionados a lo largo y ancho de nuestro territorio.