A la gente no le interesa la política porque no vive de la política. Tienen otras prioridades que le ocupan su tiempo y su espacio. Es común escucharlos decir que la política no les deja nada, por eso no se acercan con los dirigentes de partidos o con las agrupaciones políticas.
Observan con desencanto las peleas políticas y las denostaciones entre políticos. La gente considera esos pleitos como ajenos. Compara los líos políticos con los escenarios de lucha libre, solo que sin el arte de ese deporte. No entienden por qué las disputas se den también entre los miembros de un mismo partido, tampoco justifican que los de un bando tengan que entrar en conflicto contra los adversarios políticos. Notan la ausencia de cordura entre la llamada clase política. Consideran que es una guerra de todos contra todos.
Desde 1999 a la fecha, el interés de la población por la política ha disminuido ostensiblemente. Sin embargo, su alejamiento de la política le acarrea consecuencias negativas como el que los partidos, sin la presión social necesaria, postulen a personajes sin el perfil adecuado para gobernar o legislar.
Otro de los problemas como integrantes de una sociedad como la mexicana, es que no tenemos la costumbre de resolver nuestros propios problemas. Delegamos esa responsabilidad en otros. Estamos habituados a que los políticos resuelvan nuestros problemas como miembros de una sociedad, pero mostramos desinterés por tener una participación más comprometida en la selección y posterior elección de los que serán nuestros representantes. No nos ocupamos en conocer la trayectoria política y social de los aspirantes a los diferentes cargos de elección popular, ni sus habilidades para resolver las necesidades de la población. Por lo tanto, no todos los que resultan elegidos entregan las mejores cuentas como gobernantes o legisladores.
La democracia española es diferente. En aquel país mucho tiene que ver la participación de la población. Los ciudadanos españoles tienen mayor nivel participativo que nosotros los mexicanos. Eso es saludable para la democracia, sin lugar a dudas.
No siempre la participación política nos va a gustar. La apatía es ancestral. No se ha determinado el origen de esta pero lleva tantos años que algunos la ubican desde antes que los españoles llegaran a México; obviamente en circunstancias diferentes y con otras formas sociales.
Por otra parte, la administración pública de muchos países en el mundo, principalmente los de mayor atraso cultural, tienen severas deficiencias en su educación. Los trámites en estos países son lentos y costosos; la corrupción es alta, y las molestias entre la población es creciente como creciente es el reclamo por trámites administrativos más agiles, más al alcance de los usuarios que están de acuerdo en pagar los servicios, solo que sean más expeditos. Hay deseos de combatir la corrupción porque, a final de cuentas, afecta la economía del país y de los ciudadanos.
En otros temas, es importante destacar la importancia de elevar la calidad de la sociedad en general. Todo país debe apostar a que su gente escriba y lea. Deben de rediseñarse políticas públicas para fomentar la lectura y estimular la creatividad. Es redituable apostarle al fomento del desarrollo intelectual de los niños para que cuando sean adultos, se conviertan en seres productivos y creativos. Es bastante complicado que un país avance si su gente carece de creatividad. La modernidad no llegará sin una identidad cultural que distinga a cada uno de los pueblos de la tierra.